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Frutas y hortalizas: ¿cuáles podemos guardar en la nevera y cuáles mejor no?

Con una nueva ola de calor entrando duro en la península, la deshidratación nos acecha en cada esquina y sentimos la apremiante necesidad de tener algún fruto jugoso y fresco a nuestro alcance, o bien soñamos con una ensalada de fríos componentes que nos consuele del bochorno, el sopor y la temperatura del aire, que en algunas provincias parece salido de un secador de pelo.

Necesitamos desesperadamente algo fresco y nos atormentamos con la imagen de un melocotón helado, una paraguaya de blanca pulpa o el rojo jugo de un tomate de pera, de esos que se usan para el gazpacho. Pero... un momento, nos surgen las dudas: ¿deben ir los melocotones en la nevera? ¿Y los tomates? ¿El aguacate, la piña?

Hay productos a los que el frío les va como anillo a dedo en esta estación, pero para otros supone la muerte acelerada. Y luego nos quejamos de que las hortalizas ya no saben como antes; quizá sea por culpa nuestra, que no la tratamos bien. A continuación te contamos qué frutas y verduras deben guardarse en el frigorífico y cuáles no. 

Tomates

Mejor que no, aunque sí pueden pasar unas horas enfriándose si nos los vamos a comer en el mismo día. Lo cierto es que los tomates, aunque se conservan mejor con el frío, sufren una sensible pérdida de sabor porque las bajas temperaturas activan ciertos genes en ellos que se encargan de descomponer las sustancias que contribuyen al aroma y al gusto. Los tomates deben guardarse por encima de los doce grados en un lugar oscuro y seco.

Lechugas y hoja verde en general

Aguanta bien la nevera siempre y cuando el frío seco no le estropee las hojas y esté en los cajones de refrigeración, pues es la parte menos fría. Para evitarlo lo mejor es guardarla en una bolsa de plástico cerrada o un túper. Así se conservará fresca e hidratada, y si la hemos lavado y secado -muy importante- bien antes de guardarla, nos puede durar incluso más de una semana. Más incluso si hemos cortado las hojas con un cuchillo cerámico o de plástico, pues el contacto con el acero acelera la oxidación.

Melocotones, paraguayas, nectarinas y similares

Podemos incluir en este apartado ciruelas, albaricoques y otras frutas de árbol, pero no peras o manzanas. No deberían ir en la nevera porque el frío bloquea la emisión de acetileno, con lo que no alcanzan el climaterio, el punto de maduración en que manifiestan su sabor. Ganan tiempo de conservación pero no estarán listas para comer. Lo mejor es dejar que maduren en una fresquera y luego guardarlas en la nevera un día o unas horas antes de consumirlas si nos gustan frías. Para evitar que aceleren su maceración, las guardaremos en un túper o una bolsa de plástico. 

Manzanas y peras

Aguantan bien la nevera siempre y cuando no hayan recibido golpes. Maduran sin problema con el frío aunque presentan el problema de que emiten mucho acetileno, con lo que conviene guardarlas en un cajón aislado de otras frutas y ventilado para que no maduren demasiado deprisa.

Melones y sandías

Si queremos disfrutar realmente de su sabor dulce y delicioso, evitaremos la nevera, porque disminuye su aroma en un proceso similar al que sucede con los tomates. En todo caso los pondremos en la nevera unas horas antes de comerlos si los queremos bien fríos.

Fruta tropical

Plátanos, papayas, aguacates y piñas jamás deben ir en la nevera porque no solo pierden el sabor sino que se estropean. Deben madurar al aire libre, a lo sumo en una fresquera y como mucho los ponemos una hora antes de consumir en el frigorífico, pero no más tiempo o los echaremos a perder.

Pimientos, berenjenas y calabacines

Sufren en la nevera pero aguantan mejor que el tomate; pueden guardarse en los estantes menos fríos si se van a consumir en el intervalo de unos pocos días. De nuevo, es preferible guardarlas en bolsas para que el frío no las deseque en exceso. 

Apios, pepinos y zanahorias

Estas hortalizas aguantan el frío aunque sufren pérdidas de sabor y aroma. Con ellas debemos hacer un equilibrio entre cuán frías las queremos comer y cómo de sabrosas nos gustan. Por otro lado, duran más si se conservan refrigerados.

Cebollas y ajos

No es bueno guardarlas en la nevera, pues pierden todo su aroma y sabor. Un truco para que se conserven bien es guardarlas en un cajón y encima de papel de periódico, pues no les conviene la luz, ya que los hace germinar.

Patata

La patata, así como otros tubérculos que almacenan almidón, se estropean con el frío, ya que se vuelven harinosas y pierden su textura. Al igual que cebollas y ajos, es mejor guardarlas en un cajón a oscuras sobre papel de periódico, para mantenerlas bien secas. Actualmente no es común, pero antaño existía en las cocinas un cajón destinado a guardar patatas, cebollas y ajos, y tenía una superficie en rejilla.

Cerezas y fresas

Se pueden guardar perfectamente en el frigorífico, siempre y cuando no estén sometidas a un frío excesivo, e incluso es recomendable si queremos evitar que maduren demasiado rápido. Conviene, por otro lado, guardarlas en un estante ventilado ya que emiten acetileno y si se acumula en el recipiente puede acelerar su climaterio. 

Legumbres

Si están secas deberán guardarse en un bote fuera de la nevera; si están cocidas ya es mejor conservarlas en el frigorífico, pues con la humedad se vuelven perecederas. 

Cítricos

Si vamos a esperar un tiempo a consumirlos, por ejemplo una semana, es mejor guardarlos en la nevera, pues se conservarán mejor, a fuer, sin embargo, de perder algo de su sabor dulce y ganar en acidez, pues el frío fomenta la fermentación de azúcares. Esto puede ser especialmente perjudicial para algunas variedades de mandarinas altamente aromáticas; en este caso, mejor comprar fresco y evitar el paso prolongado por frigorífico. 

Uvas 

Las uvas se conservan bien con el frío, ya que inhibe la fermentación de los azúcares dentro del fruto, un fenómeno que aunque no es masivo, sí puede provocar una cierta pérdida del dulzor característico de esta fruta. Es mejor lavarlas bien, y sobre todo secarlas, antes de introducirlas en la nevera. Mejor si las guardamos en un túper o una bolsa cerrada para evitar que pierdan agua. 

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