En España uno de cada cuatro niños entre seis u nueve años sufre de sobrepeso, y un 18,3% se puede considerar obeso, según la Organización Mundial de la Salud. Las cifras son alarmantes, y empeoran a partir de esa edad. La tendencia en los hogares a cocinar cada vez menos y depender de comida procesada solo está agravando este problema.
En el estudio Aladino publicado en 2015 por El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad se pudo comprobar que las galletas, bollos o pasteles forman parte del desayuno o la merienda de un 39% de los niños al menos una vez por semana, con un 7,8% que los consume a diario. En comparación, los niños que toman pescado a diario se reducen a un 5%.
El desayuno dulce, con galletas o bollos, sigue siendo una costumbre en muchas familias. Lo mismo ocurre con los almuerzos y meriendas, que para un gran número de pequeños consisten en bollería y chocolate. Todos estos alimentos son esencialmente golosinas y en el caso de la bollería industrial, contienen aceites de baja calidad como el de palma o incluso grasas trans. En todos los casos, aportan una gran cantidad de azúcar añadida, prácticamente nada de proteínas y muy pocos nutrientes esenciales, como vitaminas y minerales.
Estos datos separan a España de otros países occidentales. Según la OMS, el mayor riesgo de obesidad infantil en el mundo viene de los refrescos azucarados. El estudio Anibes de la Fundación Española de la Nutrición constata que son una fuente importante de azúcares añadidos entre los nueve y los 12 años, con un 17,9%. Sin embargo, a esas edades la primera fuente de azúcar es el chocolate, con un 22,7% del total, a lo que hay que sumar los bollos y pasteles, que suponen un 16,1% adicional.
En total, un 38,8% del azúcar que ingieren los niños podría evitarse dejando los bollos y el chocolate para ocasiones especiales, en lugar de convertirlos en parte del menú diario. La iniciativa de “desayunos saludables” en varias comunidades autónomas está poco a poco cambiando los hábitos alimenticios de los niños y niñas. Un 15,5% de los niños en el estudio Aladino desayunan solo agua, leche o zumo, claramente insuficiente.
El riesgo de obesidad infantil aumenta con un conjunto de los factores, con los malos hábitos de alimentación en primer lugar. La falta de ejercicio físico, sentarse con la televisión, ordenador o videjuegos más de dos horas diarias, y no dormir lo suficiente contribuyen a este problema. Los bajos niveles de ingresos y de educación de los padres son desgraciadamente otro de los factores determinantes.
La costumbre de saltarse el desayuno está asociada a una mayor incidencia de sobrepeso, diabetes y obesidad. El riesgo desciende aún más cuando el desayuno contiene una variedad de alimentos, como fruta, lácteos, huevos o pan. Los cereales de desayuno destinados a los niños no son una buena opción, ya que contienen cantidades elevadas de azúcares.
Los pasteles, chocolate y golosinas pueden formar parte de la dieta de los pequeños (y de los mayores) en ocasiones especiales, pero no deben ser un componente diario del menú. La OMS recomienda limitar la ingesta de azúcares añadidos al 5% del total de las calorías, tanto en adultos como en niños. En una dieta de 1.800 kcal eso equivale a 21 gramos de azúcar. Teniendo en cuenta que un muffin contiene ya 33 gramos, el límite es muy fácil de superar.