En las últimas décadas la cena ha pasado de ser el único momento del día en que se reúne toda la familia, y que, por tanto, tiene una incuestionable importancia social, a estar cuestionada desde el punto de vista dietético e incluso a ser vilipendiada y tildada de obviable. ¿Es esto último cierto? ¿Cómo afecta la cena a nuestro metabolismo? ¿Va todo lo que comemos a esas horas a engrosar nuestras cartucheras o nuestra tripa? ¿Es cierto que cenar empeora la calidad del sueño? Cuestionemos a continuación diez mitos sobre la cena que están muy extendidos.
1. Hay que cenar poco para mantener la línea
Aclaremos antes que nada una creencia que hasta hace poco tiempo se creía una verdad incuestionable: por la noche no se gastan calorías. Sí se gastan y a tenor de los últimos estudios en materia de nutrición y metabolismo, bastantes más de las que se creía. La actividad cerebral se dispara durante el sueño y el consumo de energía también. Una consecuencia de esto es evidente: el cerebro necesita tener glucosa para funcionar por la noche.
Por lo tanto no es buena idea irse a la cama con niveles en sangre de azúcar demasiado bajos, como bien saben los diabéticos. Por otro lado es cierto que por la noche la insulina actúa menos que por el día, pero el azúcar que no se haya consumido en la actividad cerebral, parece que no va a acumularse como grasa sino que nos da mayor energía al despertar e incluso nos hace desayunar menos, pues nos sacia antes. Así que hay que cenar.
2. Saltarse sistemáticamente la cena ayuda a adelgazar
Antes al contrarío, si no cenamos nunca puede que nos encontremos con que ganamos incluso peso, pues el cuerpo se ve por la noche privado de reserva energética para el cerebro y el metabolismo basal. En un principio tirará de las reservas grasas, pero a la vez dará señal de alarma para que se modifique el metabolismo de modo que todo lo que entre en el próximo almuerzo o desayuno vaya a almacenarse en modo de grasa.
La razón es que el cuerpo identifica la falta de ingesta como señal de que vienen tiempos de carestía y se prepara para resistirlos. Otra cosa es que un día no cenemos por haber comido demasiado o por indigestión, lo cual favorece al descanso del estómago. De todos modos, como mínimo se recomienda una pieza de fruta.
3. Una cena solo con frutas ayuda a adelgazar
Pero recomendar una pieza de fruta como mínimo por su aporte en azúcares, fibra y agua además de su digestibilidad, no quiere decir que la fruta sea la panacea. Corren no solo por la red sino también por revistas en papel, algunas dietas a base solo de frutas por la noche que son una auténtica aberración.
En primer lugar porque una cena a base de frutas -supongamos tres piezas o más- es un chute de azúcares primarios de golpe. En segundo lugar porque no conseguimos proteínas de calidad ni grasas y además porque el exceso de fibra puede resultar indigesto y perturbar el sueño. La cena debe ser variada y completa.
4. Prohibidas las patatas por la noche
Se ha satanizado la ingesta nocturna de hidratos de carbono de una manera muy amplia y simple, sin definir, qué, cómo, cuándo y quién, debe racionarse. La patata es una fuente de carbohidratos y de muchas otras cosas, como fibra, y es un excelente alimento nocturno siempre que se coma mesuradamente, como pasa con cualquier cosa. La patata, por supuesto, debe complementarse con aportes proteicos y grasos de otros alimentos.
5. Es fatal comer bocadillos o pizza por la noche, pues el pan engorda
El pan engorda, pero no envenena. Es una fuente de carbohidratos potente, pero también alimenticia. Si uno se come un bocadillo de pan integral con tomate y otras verduras además de aceite y atún o embutido, pues se hace una cena completa. Y lo mismo con una pizza, que por cierto fue inventada en Nápoles como plato único de cena. El problema real de estas comidas está más en el cómo que en el qué: hay que comerlas despacio.
6. Se debe evitar la pasta y el arroz por la noche
Aquí debemos primar el cuánto y el cómo sobre el qué. Un arroz o una pasta sin salsas de leche pero salteada con verduras, picado de carne, sofrito de tomate, etc., es una excelente manera de cenar sano y completo siempre que sepamos mesurar la cantidad de lo que comemos en función del ejercicio diario que hagamos y lo pesada que tengamos la digestión.
7. Las setas son peligrosas por la noche
Las setas pueden resultar indigestas por tener moléculas complejas que nuestro sistema no digiere, pero si no son tóxicas o venenosas -si no nos dan diarrea, vómitos, alucinacioes o incluso nos matan- no son nada peligrosas. Es más, se hinchan en el estómago y si bien pueden dar sensación de pesadez, también puede servir para saciarnos más deprisa y ayudarnos a comer menos si tenemos demasiado 'buen saque'.
8. La lechuga es mala por la noche
Con la lechuga pasa como con las setas: puede ser indigesta para algunas personas, y sobre todo si se abusa, pero también aporta fibra y sacia, con lo que equilibra la ingesta. Si no nos sienta mal, adelante con ella.
9. Nada de cremas en base a patata o calabaza
El cuento viene por lo de los hidratos de carbono y por lo fácil que se comen/beben estas cremas, de modo que siempre quieres un segundo vaso o tazón, como con el gazpacho... Si no están coladas, conservarán toda la pulpa y por tanto nos darán hidratos, fibra y grasas necesarias. En cuanto a las cantidades, es cuestión de ser conscientes.
10. Fuera la carne a la hora de la cena
Podemos comer carne a la hora de cenar, pero claro, no espalda de cordero ni asado de tira o vaciado o entraña con chimichurri... Sobre todo si al día siguiente nos levantamos pronto para ir a trabajar. Lo normal es un bisté fino, o una carne de ave y en cantidades no exageradas. La mala fama a la carne le viene de los atracones y de que, efectivamente, es más indigesta que el pescado. Pero con mesura, es una excelente fuente de proteína.
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