Moho en las latas de tomate: ¿cuánto tiempo podemos dejarlas abiertas y cómo conservarlas?

Para alargar la vida de nuestra salsa de tomate, hay que seguir una serie de pautas a la hora de conservarla si no la usamos toda en el momento

Elena Segura

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Agua, oxígeno, nutrientes y una determinada temperatura. Son los cuatro factores necesarios para que se desarrolle el moho, uno de los seres vivos más pequeños que existen, pero no por ello menos peligroso cuando hace acto de presencia. Por ello, cuando conservamos alimentos en casa, tenemos que ser muy cuidadosos y controlar que este microorganismo no prolifere en las latas abiertas que guardamos en la nevera, nuestro queso preferido o el pan que compramos hace unos días.

Es importante seguir determinadas pautas a la hora de almacenar los alimentos. La primera es fijarnos en su fecha de caducidad o consumo preferente, porque nos va a dar la información de a partir de qué momento ese determinado alimento empieza a no ser seguro.

Además de observar la fecha de caducidad, hay un plazo de entre 3 y 5 días —según el alimento— para que una vez hayamos empezado el producto en cuestión empiecen a aparecer en su interior microorganismos como el moho, que terminarán arruinando nuestra comida y tendremos que desecharla. El moho, además de que puede ser tóxico en algunas ocasiones, provoca un sabor y un olor desagradable.

Para su crecimiento, el moho necesita que se den al mismo tiempo las cuatro condiciones imprescindibles para que haya vida:

  • Agua. El moho tiene un alto contenido en agua (entre un 85 y un 90%), por lo que este elemento es la base principal para su desarrollo. Sin agua, no puede crecer. Es por este motivo por el que en algunos alimentos se emplea desecante o absorbente de humedad para alargar la vida del producto.
  • Oxígeno. El moho necesita de un ambiente aeróbico para crecer, por lo que en algunos tipos de alimentos se usan absorbedores de oxígeno para generar un entorno de envasado anaeróbico.
  • Nutrientes. El moho necesita obtener de los nutrientes la energía que le permite desarrollarse.
  • Temperatura. El moho de los alimentos se engloban en el grupo de microorganismos de temperatura media (entre 20 y 40 °C), por lo que al conservarlos en el refrigerador conseguimos alargar su vida útil.

En el caso de las latas de tomate, y a pesar de su pH ácido, también puede proliferar el moho, que se adapta sin problemas a ese ambiente. Una vez abierta la lata, aunque la guardemos en la nevera, es fácil que estos microorganismos hagan acto de presencia en unos 3 a 5 días. Nos daremos cuenta porque veremos cómo una especie de planta en miniatura flotando en la superficie. Los tonos que adquiere pueden variar del verde, al azul, el negro o blanco.

Un truco que suele funcionar muy bien para alargar la vida de la salsa de tomate en la nevera es no dejarlo en su lata original. Si abrimos una lata y no consumimos todo el producto en el momento, lo que podemos hacer es transferirlo a un bote de cristal previamente desinfectado y que se pueda cerrar herméticamente. De esta manera, conseguiremos que mantenga mejor y por más tiempo su frescura. Aun así, tendremos que estar alerta para detectar la primera presencia de moho en su interior, que se desencadenará cuando empiece el proceso de descomposición del alimento.

Esta recomendación no solo es válida para el tomate. Conviene seguir este consejo también con otro tipo de productos alimentarios como el maíz cocido que compramos en lata, los guisantes o cualquier otro que venga en latas de hojalata o aluminio.

Mantener limpias las superficies donde almacenamos o manipulamos nuestros alimentos también ayuda a evitar que prolifere el moho; por eso es importante que hagamos limpiezas de forma periódica en nuestras encimeras y frigoríficos.

Moho en los alimentos: qué hacer

Cuando ya ha aparecido el moho en los alimentos, lo más frecuente es desecharlos y que terminen en la basura. Aunque no es una regla que funcione por igual para todo tipo de alimentos. En el caso de la salsa de tomate, sí que tendremos que olvidarnos de consumir el resto de líquido una vez se haya contaminado. Pasaría lo mismo en otros alimentos blandos, como el yogur, el queso crema, patés, hummus o mermeladas. En este caso no podemos simplemente retirar la capa superficial de moho y consumir el resto del alimento sin estar seguros de que no se haya echado a perder.

No pasa lo mismo por ejemplo con alimentos densos y duros, como pueden ser las zanahorias, algunas frutas o tipos de queso, que no hace falta tirar entero la basura. Bastaría en este caso con cortar la parte afectada por el moho y unos cuantos centímetros más, para asegurarnos de que no queda ninguna presencia de moho en el alimento.

Si el moho ha hecho acto de presencia en alimentos como la carne o el pescado tampoco hay mucho que hacer. Incluso después de haberlo cocinado, se elimina el microorganismo, pero sus toxinas siguen presentes.

Efectos del moho en la salud

Consumir alimentos que se hayan echado a perder por el moho puede ser perjudicial, aunque no siempre y mucho menos si se ha consumido en una pequeña cantidad. En cualquier caso, los efectos que puede tener son cuadros de vómitos, trastornos digestivos asociados con la diarrea, o incluso en algunos casos puede generar cierta dificultad para respirar.

En las personas más sensibles, con un sistema inmune más débil o alérgicas, al consumir o incluso simplemente inhalar moho sí que pueden desarrollarse otro tipo de reacciones de mayor o menor gravedad.

En cualquier caso, solo existirá riesgo si el moho en cuestión contiene micotoxinas, que sí que son tóxicas, pero que tendríamos que consumir en grandes cantidades y durante un plazo largo en el tiempo para que nos provocase un problema de salud grave.

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