¿Por qué huele mal el congelador si todo está bien dentro?

¿Por qué huele mal el congelador?

Marta Chavarrías

11 de septiembre de 2024 21:58 h

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No podríamos prescindir del congelador ni de la nevera. Son dos de los electrodomésticos indispensables en las cocinas. Sin embargo, y pese a su importancia, a menudo solemos olvidarlos y solo nos acordamos de ellos cuando hay un corte de luz o si se estropean, porque esto supone que todo lo que tenemos almacenado ahí se puede echar a perder. 

Lo último que queremos es abrir la puerta del congelador y que salga una ráfaga de aire frío acompañada de un olor desagradable, lo que nos indicará que algo ha ido mal y que, incluso a -18ºC, algo puede llegar a cobrar vida. Si tenemos suerte, encontraremos la fuente del olor con rapidez y podremos eliminarla. Pero si el olor persiste tras eliminar el culpable, será el momento de hacer una limpieza

Pero, ¿por qué huele mal el congelador si, tras dar un vistazo al interior, no vemos nada extraño? Si bien un congelador está diseñado para mantener los alimentos perecederos frescos y seguros porque frena el crecimiento de microbios, bacterias, levaduras y mohos, no está inmune a los malos olores, que pueden deberse a varios factores.

Los microbios, los principales culpables

Ya sabemos que el congelador tiene la capacidad de reducir de forma drástica el crecimiento de la mayoría de los microbios que provocan la descomposición de los alimentos y, por tanto, tardan más en descomponerse, aunque el proceso de congelación no suspende la descomposición de manera indefinida. Esto puede suceder, por ejemplo, si ha habido algún corte de energía durante más de unas horas o si colocamos algo caliente directamente en el congelador.

Una de las razones más comunes por las que el congelador huele mal es por el deterioro incontrolado de los alimentos que, cuando se descomponen, liberan compuestos orgánicos volátiles (COV), presentes en la materia orgánica y que liberan grasas y vapores que desprenden los alimentos en ese proceso. 

También los derrames de alimentos y los recipientes abiertos ofrecen una oportunidad de oro para que los microbios inicien su trabajo. Si los alimentos no están bien sellados, como es el caso de bandejas o bolsas mal tapadas, pueden absorber olores de otros alimentos, lo que genera una mezcla de olores desagradables que persisten en el interior del congelador. 

Otro elemento que podría provocar la formación de olores desagradables es la rotura de las cajas de cartón en las que a menudo vienen algunos de los productos que compramos en el súper, con la consiguiente liberación del producto, que acabará mezclándose con el hielo. 

Debemos tener presente que algunos microbios, aunque permanezcan latentes durante la congelación, empezarán a crecer de nuevo si los descongelamos de forma parcial y los volvemos a poner en el congelador. De ahí que no sea nada recomendable volver a congelar un alimento que ya ha sido descongelado.

También las quemaduras por congelación suelen ser otra causa del mal olor. En este caso, debemos tener presente que se producen cuando los alimentos no se almacenan bien en un envase hermético, lo que hace que se deshidraten y se formen cristales de hielo que puede pasar de estado sólido a gaseoso, lo que hace que los alimentos queden secos y más susceptibles al crecimiento de microbios y a los malos olores.

Hay más causas que podrían explicar el motivo del mal olor, como incidencias sin limpiar. ¿A quién no se le ha caído alguna vez un poco de salsa o sopa al meterla en el congelador? Estos pequeños fallos, si no se limpian, pueden convertirse rápidamente en la principal fuente de olores desagradables.

Es importante destacar que el hielo es un importante absorbente de olores y, en ocasiones, también de sabores, de su entorno. De ahí también que si tomamos una bebida con hielo y este sabe mal es posible que el sabor proceda del interior del congelador en el que se seguramente hay algo que no está bien. 

Qué hacer para que el congelador no huela mal

No es una tarea complicada evitar que el congelador huela mal, aunque sí nos obliga a tener presentes algunas acciones. Lo primero que debemos hacer es colocar los alimentos en recipientes herméticos, mejor si son de vidrio, para que así se reduzca de forma drástica la liberación de compuestos aromáticos producidos por bacterias e, incluso, por los propios alimentos. Si los cubrimos bien, también reducimos las probabilidades de que estos absorban olores y sabores de los que tiene al lado.

También es fundamental impedir que se forme hielo en las paredes porque frena la correcta transmisión del frío y, por tanto, puede tener efectos negativos en los alimentos. ¿Cómo lo logramos? Abriendo la puerta solo cuando sea necesario y comprobando que las gomas cierran bien y están en buen estado, lo que evita la entrada de aire en el interior.

Pero, ¿y si el congelador ya olía mal antes de hacer todo esto? ¿Cómo podemos eliminar este problema? Una limpieza a fondo aquí será nuestra gran aliada. Y para ello lo primero que tendremos que hacer es retirar todos los alimentos del congelador y comprobar que no tengan ningún daño o quemaduras por congelación. Nos desprenderemos también de todo lo que tenga cristales de hielo y pondremos los alimentos que están bien en la nevera mientras nos ocupamos del congelador.

Una vez que esté todo vacío ya podemos sacar los estantes y limpiar bien posibles derrames y restos de comida que hayan podido quedar. Podemos usar agua tibia y jabón o una mezcla de dos cucharadas de bicarbonato de sodio con agua tibia. Cuando esté todo limpio, lo dejaremos secar bien antes de volver a poner los alimentos. Una medida útil es poner la fecha a los alimentos que guardamos. No sería recomendable mantener la mayoría de los alimentos en el congelador más de seis meses, aunque algunos tipos de carnes podrían conservarse hasta un año. 

Si, pese a todo lo que hemos hecho, los malos olores no desaparecen, lo más probable es que el congelador requiera una limpieza más profunda que nos obligue a apagarlo y dejarlo unos días desconectado y abierto para que se airee. 

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