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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

¿Qué cremas se deben usar para proteger del sol a los bebés?

Llegan los meses de verano y, con ellos, la temporada de playa y de pasar mucho tiempo al aire libre. Pero no todo es positivo con relación al clima en esta época: también aparecen los peligros de una exposición excesiva a los rayos del sol. Las dudas y los temores se multiplican, además, cuando en la familia hay bebés y niños pequeños (de hasta tres años), que requieren de cuidados más específicos. ¿Cómo se debe protegerles del sol?

La mayor prevención hay que tenerla durante los primeros seis meses de vida del bebé. En este periodo, los pequeños no se deben exponer a la radiación solar, dado que “los bebés al nacer tienen niveles bajos de melanina y, por tanto, son muy vulnerables a los efectos dañinos de la radiación UV”, según explica la 'Guía de cuidados de la piel del recién nacido y del bebé', publicada en 2013 con el aval de la Federación de Asociaciones de Matronas de España.

Está claro, además, que se debe evitar la exposición directa de los bebés al sol, sobre todo en las horas en que sus rayos inciden con mayor intensidad, es decir, entre las doce y las cinco. Además, durante el primer semestre de vida se debe evitar la aplicación de cualquier crema protectora, ya que los componentes químicos incluidos en tales sustancias pueden causar efectos negativos sobre la piel tan sensible de los bebés.

La Asociación Americana de Pediatría, por su parte, apunta que, si pese a todos los cuidados el bebé va a quedar expuesto al sol durante algunos momentos, se puede emplear una pequeña cantidad de crema con un factor de protección solar (FPS) mínimo de 15 en las áreas más sensibles, como la cara y el dorso de las manos. Pero esto, enfatiza, debe quedar reservado solo para casos excepcionales.

Cómo proteger a los bebés a partir de los seis meses de vida

A partir de los seis meses de vida sí se puede utilizar una crema protectora para el bebé. Pero la citada ‘Guía’ destaca que la sustancia debe contar con “filtros físicos” y haber sido “formulada específicamente para la piel del bebé”. El documento añade que tales productos deben presentar “una consistencia que permita la aplicación uniforme”, así como “un sistema de conservación seguro”.

Por otra parte, hay que tener cuidado con los productos que incluyen agua entre sus componentes. Aunque el sentido común pudiera indicar que de ese modo sería más bajo el riesgo de que los químicos incluidos en la mezcla causaran daños colaterales en el bebé, lo cierto es que la presencia de agua aumentará las probabilidades de que la crema se contamine con bacterias y hongos del aire. Y que luego, en consecuencia, esa contaminación pase también a la piel.

Debido a ello, tal como añade la ‘Guía’ -en cuya elaboración, además de matronas, participaron pediatras, neonatólogos, dermatólogos, psicólogos y farmacéuticos-, diversas agencias reguladoras como la Agencia Española del Medicamento (o la FDA, en Estados Unidos) verifican que las cremas de protección solar incluyan conservantes apropiados y seguros.

El factor de protección solar y otros detalles de las cremas

Determinar cuál es el factor de protección solar (FPS) más apropiado depende de varios factores, como el fototipo de cada persona (es decir, las características de la persona y, en particular, la pigmentación de su piel), la región del mundo en que se ha de exponerse al sol, la época del año, etc. Pero, más allá de eso, la Asociación Española de Pediatría (AEP) recomienda utilizar una crema con un factor mínimo de 30.

El organismo que reúne a los pediatras también explica que es importante que la etiqueta del producto especifique que protege tanto de los rayos ultravioleta A (UVA) como de los ultravioleta B (UVB). Estos últimos son los que provocan las quemaduras más superficiales, mientras que los primeros penetran en las capas más profundas y son responsables del envejecimiento prematuro de la piel. La exposición prolongada a ambos tipos de rayos, además, aumentan el riesgo de padecer cáncer de piel. 

Los filtros, por otra parte, se dividen en dos grupos: los físicos y los químicos. Los físicos -o inorgánicos- son los que reflejan la luz solar, como el óxido de zinc o el dióxido de titanio, y son los más recomendados por los especialistas debido a que las probabilidades de que generen una irritación cutánea en los niños es baja. Los químicos -u orgánicos-, que absorben la radiación, suelen provocar dermatitis u otros problemas en la piel. 

Otros consejos para cuidar a los bebés del sol

La ropa es otra de las claves que los especialistas mencionan para proteger a los bebés y niños pequeños de los efectos nocivos del sol. La AEP recomienda usar “ropas que cubran buena parte del cuerpo, como camisetas con mangas y pantalones tipo bermudas, cuando se permanezca en áreas soleadas”, así como también gorros o sombreros con ala. Los pediatras mencionan también la conveniencia de que los niños utilicen gafas con protección solar, con filtros para rayos UV, para cubrir la piel delicada que rodea los ojos y prevenir la aparición precoz de cataratas.

En verano, hay que cuidar a los niños todos los días, incluso cuando está nublado. Es cierto que, en tales jornadas, las radiaciones ultravioletas se atenúan, pero a menos que las nubes sean bajas y gruesas, la llamada radiación difusa es suficiente para quemar la piel, sobre todo la de los bebés y niños pequeños. Y también hay que tener precaución con el efecto de los rayos reflejados en superficies como la del agua, la arena, la nieve e incluso la hierba.

La AEP añade que estas medidas pueden “suavizarse” en los niños de piel más morena, y más aún en los de raza negra, y extremarse en la población considerada de riesgo: no solo los niños con la piel más blanca, generalmente rubios o pelirrojos, sino también aquellos que posean lunares raros o en gran cantidad, pecas o antecedentes familiares de cáncer de piel. Y lo mismo si tienen un historial de exposición frecuente al sol en sus primeros años de vida, dado que la piel tiene “memoria” y recuerda los daños que ha sufrido. En otras palabras, el efecto del sol es acumulativo a lo largo de toda la vida.

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