A estas alturas parece de conocimiento general que el plástico y la comida, en especial cuando se exponen a altas temperaturas, no son buena compañía. Al calentar alimentos en el microondas en recipientes de plástico se pueden desprender sustancias que tienen efectos sobre la salud, y en su lugar es mejor usar siempre recipientes de vidrio. Sin embargo, en muchas cocinas se hace una excepción que puede ser peligrosa.
Se trata de los utensilios de cocina fabricados con plástico negro: espátulas, espumaderas, cucharones y pinzas que, por lo general, están hechas de nylon. Este plástico se funde a 220ºC, por lo que los utensilios son resistentes cuando, por ejemplo, se emplean para remover un caldo hirviendo, que no supera los 100ºC. También se utilizan porque no dañan las sartenes antiadherentes, al contrario que los utensilios de metal.
Si embargo, en más de una ocasión habremos sido testigos de cómo estos utensilios pueden fundirse cuando, por ejemplo, se dejan olvidados en una sartén caliente. Este plástico fundido no debería entrar en contacto con la comida, pero, además, hay estudios recientes que indican que algunos utensilios de nylon pueden presentar otros posibles y graves problemas.
El problema de los materiales ignífugos
Los retardantes de llama son sustancias químicas añadidas a plásticos, textiles y espumas con el fin de reducir su inflamabilidad y retrasar la propagación del fuego. En el caso de los plásticos, estos retardantes se incorporan durante la fabricación del material, bien mediante aditivos que se mezclan directamente con el polímero o a través de procesos químicos que los integran estructuralmente. Su función es inhibir o ralentizar el proceso de combustión al intervenir en las reacciones químicas que permiten la propagación de las llamas.
Existen diferentes mecanismos por los cuales estos retardantes actúan en los plásticos. Algunas sustancias liberan gases que enfrían la superficie del plástico al quemarse, lo que reduce la combustión. Otros compuestos crean una capa carbonizada que aísla el material del oxígeno y del calor, lo que frena la ignición. También existen retardantes que actúan diluyendo el oxígeno alrededor del material en combustión, evitando así que el fuego se propague con rapidez.
Los primeros retardantes de llama, bifenilos policlorados, fueron prohibidos en los años 70 en Estados Unidos cuando se descubrió que eran tóxicos, y a nivel internacional desde 2001. La Unión Europea comenzó en 2004 la prohibición de los retardantes de llama bromados, también tóxicos, ampliando las restricciones en 2008.
Sin embargo, estos productos tóxicos pueden estar de vuelta en algunos productos a través de un proceso que consideramos muy beneficioso: el reciclado de plástico. Un reciente estudio, realizado por la organización Toxic-Free Future, dedicada a la investigación medioambiental, en colaboración con la Universidad de Ámsterdam, encontró que un 85% de los más de 200 productos analizados contenían niveles elevados de retardantes de llama bromados. Estos a su vez procedían del reciclado de los plásticos procedentes de la basura electrónica, como carcasas de televisores y otros aparatos.
Los productos se adquirieron en tiendas de todo tipo en Estados Unidos, pero en su mayoría estaban fabricados en China, por lo que se distribuyen en otros mercados internacionales. En el mismo estudio se advierte del riesgo de que los utensilios de cocina y contenedores fabricados con estos plásticos reciclados, cuando se calientan, pueden desprender estas sustancias nocivas en la comida.
Alternativas al plástico
Uno de estos retardantes, llamado decaBDE, fue totalmente prohibido en 2021 por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos tras ser relacionado con el cáncer, problemas endocrinos y de tiroides, desarrollo fetal e infantil y función neuroconductual y toxicidad reproductiva y del sistema inmunitario. Las personas con los niveles más altos de esta sustancia en sangre tenían aproximadamente un 300% más de probabilidades de morir de cáncer que las personas con los niveles más bajos, según un estudio publicado este mismo año, realizado con 1.100 personas.
A pesar de estas restricciones, el decaBDE se encontró en el 70% de las muestras analizadas en el estudio de Ámsterdam, en niveles entre cinco y 1.200 veces superiores al límite de la Unión Europea de 10 partes por millón. Basándose en la exposición a utensilios de cocina de plástico negro contaminados, como espátulas y cucharones, los investigadores del estudio estimaron que una persona podía estar expuesta a una media de 34,7 partes por millón de decaBDE cada día. El estudio solo analizó plásticos negros, por lo que no pudo determinar si otros colores de plásticos también podían estar expuestos.
Los retardantes de llama bromados son especialmente preocupantes, no solo por su toxicidad, sino porque tienden a acumularse en los tejidos vivos y pueden permanecer en el organismo durante años.
La recomendación de los científicos pasan por sustituir los utensilios de cocina de plástico por otros de acero inoxidable. Este cambio puede ser incompatible con el uso de sartenes antiadherentes, pero estas sartenes también pueden ser problemáticas, sobre todo cuando se deteriora el recubrimiento, y hay opciones más seguras como las sartenes tradicionales de acero inoxidable o de hierro fundido. Estas sartenes son, además, resistentes a los arañazos y compatibles con los utensilios de acero.
Además conviene evitar el plástico negro en otros objetos que entran en contacto con la comida, como las bandejas en las que viene la comida preparada o a domicilio, que nunca se deben usar en el microondas, ya que el calor favorece la filtración de sustancias químicas a los alimentos con los que está en contacto.
Si alguno de los utensilios de plástico se ha fundido cocinando (un incidente habitual) hay que evitar ingerir los alimentos que se estaban preparando con él, y proceder a tirarlo en un punto limpio donde será reciclado, con suerte, en algo que no tenga que ver con la comida.