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Cinco claves para evitar la deshidratación en personas mayores en verano

Foto: Ian MacKenzie

Cristian Vázquez

Con las altas temperatura del verano, el riesgo de deshidratación aumenta: en general para toda la población y en particular para ciertas franjas etarias. Uno de los grupos más afectados es el de los adultos mayores, debido a lo cual tanto esas personas como sus cuidadores y el personal sanitario deben tener especial cuidado para evitar inconvenientes.

Son varios los factores por los que la deshidratación tiene un alto nivel de incidencia entre las personas de más edad. Uno de los más importantes es la disminución en la sensación de sed. La sed es un mecanismo natural que se activa cuando se ha perdido entre 1 y 1,5 % del líquido corporal, es decir, cuando ya ha comenzado (de manera muy leve) el proceso de deshidratación. Con la sensación ese mecanismo tarda más en activarse: cuando la persona por fin siente sed, la deshidratación ya ha avanzado sobre el cuerpo.

“La disminución en la sensación de sed quizá sea el factor más importante, ya que conlleva una ingesta de líquidos mucho menor que en etapas anteriores de la vida”, apunta un documento sobre Hidratación en las personas mayores, publicado por el Observatorio de Hidratación y Salud (OHS).

Falta de sed y otros factores que propician la deshidratación

Hay, además, otros motivos. En los adultos mayores la masa magra del cuerpo (los músculos, sobre todo) ha disminuido, y esto hace que el agua total presente en el cuerpo sea inferior. Por otra parte, la capacidad de los riñones de filtrar y eliminar sustancias de desecho a los 70 años se reduce a la mitad de la que tenían a los 30, por lo cual hace falta orinar más para excretar los residuos del cuerpo. A mayor cantidad de orina, más riesgo de deshidratación.

También ciertos medicamentos que toman las personas mayores de forma cotidiana pueden conspirar a favor de un proceso de deshidratación: diuréticos, laxantes, broncodilatadores. Y a eso se añaden otras dificultades que pueden surgir como consecuencia de la edad: disminución de la movilidad, problemas visuales, de memoria, en la deglución o en la capacidad comunicativa, miedo a la incontinencia, etc.

¿Cómo darse cuenta de que una persona mayor está deshidratada? El documento de la OHS distingue los síntomas iniciales de los más avanzados. Entre los del primer grupo se encuentran la sequedad de las mucosas, agitación, estreñimiento, orina escasa, concentrada, oscura y de un olor muy fuerte, dolor de cabeza, mareos o vértigo, pérdida de apetito, rubor en la piel, ardor de estómago e intolerancia al calor. 

Cuando el problema ha avanzado, las señales son más peligrosas: piel arrugada o entumecida, ojos hundidos, visión débil, micción dolorosa, dificultad para tragar, torpeza, espasmos musculares, delirio. La deshidratación determina muchas veces la hospitalización, en muchos con desenlaces fatales. “Si es pasada por alto -señalan los expertos de la OHS- la mortalidad puede superar el 50 % de los casos”. Las olas de calor, cada vez más frecuentes en nuestro país debido al cambio climático, obligan en julio y agosto a extremar las precauciones.

Claves para prevenir la deshidratación

1. Aumentar la ingesta de agua

La medida número uno, por supuesto, es beber más agua. ¿Cuánta? La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) recomienda un total de entre 1,5 y 2 litros por día: un vaso (o un vaso y medio) con la comida y la cena, y entre 4 y 6 vasos durante el resto del día. Desaconseja tomar más de 1,5 vasos durante las comidas, así como beber antes de comer, para evitar la sensación de saciedad. Y también sugiere beber sobre todo por la mañana y por la tarde, y menos por la noche, para evitar la incontinencia y los despertares nocturnos.

“En las personas mayores el agua se convierte en una verdadera necesidad a la que hay que prestar especial atención y, en muchos casos, es incluso necesario prescribir su consumo como si de un medicamento se tratase”, apunta la guía de la OHS. Por ello, también hay que procurar que el agua esté en un lugar visible y accesible a cualquier hora del día. Y es mejor beber agua a temperatura ambiente que beber agua fría.

2. Dar prioridad a los alimentos ricos en agua

El agua no se ingiere solo de forma pura o en otras bebidas, sino que también está incluida en casi todos los alimentos sólidos. Entre ellos, lasverduras y frutas son lo que más agua poseen. Tomate, lechuga, espárragos, pimientos, cebolla, berenjena, coliflor, sandía y melón: en todos estos productos, más del 90 % de su composición es agua. Es más del 80 % en zanahorias, judías verdes, espinaca, naranjas, cerezas, piñas y yogur, y más del 70 % en las patatas, el maíz, plátanos, pescado y pollo.

En el otro extremo, es decir, entre los alimentos que menos agua contienen, se encuentran el pan, los embutidos, las pasas, los pasteles, la bollería, la mantequilla, la mermelada, los frutos secos, el chocolate, la pasta y el arroz. Cuanto más rica sea la dieta en los productos mencionados en el párrafo anterior, y menos en los de este, menos probabilidades habrá de padecer un cuadro de deshidratación.

3. Evaluar las medicaciones

Las personas mayores o sus cuidadores deben prestar atención a las medicaciones que tomen de manera crónica, que pueden tener efectos deshidratantes. La insuficiencia cardiaca, la hipertensión y otros problemas cardiovasculares suelen ser tratadas con diuréticos para controlar los niveles de líquido en el cuerpo.

Según la Fundación Española del Corazón, “en estos casos se recomienda un ajuste en la toma de estos medicamentos para que no se elimine en exceso el agua corporal en momentos de calor y humedad. Estos pacientes pueden sufrir un agotamiento por calor y un golpe de calor con solo estar sentados en una casa o un automóvil sin aire acondicionado o estar al sol demasiado tiempo en días de mucho calor”. Tales riesgos alcanzan a pacientes con problemas cardiacos de cualquier edad, pero son mucho mayores en personas cuya edad supera los 65 años.

4. Limitar las bebidas alcohólicas o azucaradas

Las bebidas alcohólicas pueden saciar la sed, pero aunque suene paradójico también contribuyen con la deshidratación. Esto se debe a que el alcohol inhibe la acción de una hormona llamada arginina vasopresina, también conocida como “hormona antidiurética”, que es la responsable de mantener el equilibrio de los líquidos corporales. Con esa hormona inactiva, el riñón libera más agua de la necesaria: se puede perder, en forma de orina, el equivalente al doble y hasta el triple del agua ingerida con la bebida. El consumo diario de cerveza -añade la SEGG- tiene una influencia negativa para el estreñimiento crónico.

Por otra parte, las bebidas azucaradas (refrescos, zumos envasados, bebidas energéticas, etc.) aumentan el riesgo de padecer sobrepeso y obesidad, además de otros perjuicios del exceso en el consumo de azúcar. Y la obesidad es una de las condiciones preexistentes que pueden propiciar una patología por calor. En suma, para saciar la sed, sobre todo en los días de mucho calor, ninguna bebida es mejor que el agua.

5. Extremar los cuidados en las horas de más calor

El calor es el principal factor de riesgo de deshidratación y también de otras patologías. Si bien el sistema de termorregulación del cuerpo humano es muy eficiente (su temperatura central no varía más de 1 ºC, aun cuando el cambio ambiental pueda ser de 25-30 ºC), se deteriora con los años, y los adultos mayores pueden sufrir sus disfunciones. El aumento del calor ambiental puede incrementar en hasta 6 veces las necesidades de agua: si no se bebe, la deshidratación será inevitable.

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