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5 consejos para cuidar tus ojos en verano

Consejos para cuidar tu vista en verano.

Eric Santaona

En verano el sol y el calor son los protagonistas omnipresentes, al menos en España. Muchos ya estamos concienciados de que tenemos que cuidar nuestra piel frente a los rayos solares con cremas y prendas protectoras, pero a veces se nos olvida que los ojos son tan delicados o más que nuestra piel, por eso debemos protegerlos del exceso de radiación solar. Un abuso en la exposición solar puede llegar a producir efectos nocivos en la vista como queratitis (inflamación de la córnea), pterigium y pinguéculas, que son crecimientos anormales benignos de la conjuntiva, o, en los casos más graves, puede llegar a favorecer la aparición de cataratas o, incluso, acelerar la Degeneración Macular Asociada a la Edad (DMAE).

Pero no solo la potente luz del sol y sus efectos adversos deben preocuparnos, sino que también existen otros factores que nos pueden afectar, ya sea por provocar una excesiva sequedad ambiental, y por tanto ocular, como por exponernos a agentes del medio agresivos o a infecciones víricas o bacterianas. Tomar las debidas precauciones en cada uno de los casos es fundamental para evitar sufrir una posible lesión. A continuación, te explicamos algunos consejos para cuidar tus ojos en verano.

1. Limitar la exposición directa al sol

En verano el sol está más cerca y el día es más largo, por lo que aumenta significativamente la potencia de las radiaciones ultravioleta (UV). Hay tres tipos de radiación ultravioleta: A (UVA), B (UVB) y C (UVC). En condiciones normales, los rayos UVC y la mayor parte de los UVB son bloqueados por el ozono de la atmósfera. Solo una pequeña fracción de los rayos UVB y los rayos UVA al completo nos alcanzan, pudiendo ser altamente nocivos para nuestra salud y, en concreto, para nuestros ojos. En España los meses más peligrosos son junio y julio y las horas del día, en las que deberíamos protegernos más, entre las 11 de la mañana y las 5 de la tarde. Además, hay que tener en cuenta que los efectos negativos aumentan cuando nos encontramos en la montaña o junto al mar, ya que superficies como el agua, la arena y o la nieve, aumentan las radiaciones al reflejarlas.

2. Usar gafas de sol adecuadas

Las gafas de sol deberían tener, al menos, dos tipos de filtros. El que bloquea los rayos ultravioleta es el más importante de los dos y debe obstruir este tipo de radiación en un 100%. Es un filtro invisible que no podemos apreciar, por lo que al adquirir unas gafas nunca podemos saber por nosotros mismos si el filtro está ahí o no y por ello debemos siempre usar gafas que procedan de un establecimiento de confianza. El filtro ultravioleta no está únicamente ligado a las gafas de sol, sino que normalmente también lo incorporan las gafas normales de visión. El otro filtro es el que bloquea la luz visible, es decir, el que hace las gafas más o menos oscuras. Este es completamente independiente del otro y está más ligado a las preferencias y necesidades de la persona que las usa que a necesidades para nuestra salud. Las normas de calidad (ISO 8980-3) califican a las gafas en categorías de 0 a 4 dependiendo de la cantidad de luz bloqueada. Las gafas de sol más usadas son las de categoría 3, que bloquean entre el 80 y el 90% de la luz visible.

Hay que tener en cuenta que utilizar unas gafas de sol de mala calidad es casi peor que no usarlas, ya que si, por ejemplo, llevamos unas gafas muy oscuras, con un alto bloqueo de la luz visible y con un mal filtro ultravioleta, nuestra pupila estará más dilatada (por el bloqueo de la luz visible) y sin la protección del filtro ultravioleta, por lo que la posibilidad de daño a nuestros ojos será mucho mayor. Por lo tanto, es importante fijarse en que las gafas que adquiramos o usemos estén debidamente homologadas con el sello comunitario y la referencia de la norma europea (UNE EN 1836).

3. No abusar de los aires acondicionados

El aire frío de los acondicionadores es sumamente seco, por lo que si pasamos mucho tiempo expuestos a ellos acabaremos por notar la sequedad en los ojos, con lo que se nos irritarán y puede que acabemos frotándonos, irritándolos más e iniciando el camino hacia la conjuntivitis. Por eso, es recomendable limitar su uso o, si el calor es muy acuciante, mitigar sus efectos secundarios con humidificadores o aplicándonos lubricantes oftalmológicos.

4. Utilizar gafas protectoras

Las altas temperaturas estivales invitan a refrescarse en las piscinas. Sin embargo, las sustancias químicas que se utilizan para higienizar el agua de estas instalaciones son los causantes de muchas de las conjuntivitis irritativas, víricas o bacterianas, sobre todo en pleno verano cuando la afluencia es masiva y hay que prevenir contaminaciones. Los ojos rojos, el escozor, la sensación de cuerpo extraño, el lagrimeo o la hipersensibilidad a la luz son algunos de los síntomas que alertan de la presencia de estas infecciones oculares. Para evitarlo lo mejor es no compartir las toallas, no usar las toallas húmedas que han pasado un tiempo en el suelo o la hierba y, sobre todo, acostumbramos a usar gafas de nadador, que nos garantizarán el debido aislamiento.

Lo mismo tenemos que hacer cuando realicemos actividades deportivas como jugar al tenis, al fútbol o al baloncesto, en las que hay riesgo de sufrir un balonazo o un codazo. Es difícil pedirles a los niños que se moderen, pero nosotros, si somos practicantes intensos y queremos evitar posibles accidentes podemos usar algún tipo de lente protectora.

5. Extremar los cuidados si se tiene algún problema visual previo

Todas estas circunstancias se pueden potenciar si además sufrimos algún problema visual. Por ejemplo, las personas que tengan que utilizar lentillas deberán cuidar aún más las medidas higiénicas para evitar posibles infecciones y no bañarse en el mar o en la piscina nunca con ellas puestas. De hecho existen gafas graduadas para nadar que pueden ser útiles en estos casos.

Algo similar pasa con las personas que llevan gafas graduadas ya que al verse forzadas a cambiarlas por unas de sol terminan optando por no usar protectores solares, con el consiguiente riesgo.

Una posible solución es adquirir unas gafas de sol graduadas. Sin embargo, otra solución es operarnos la vista para así eliminar la dependencia de gafas y lentillas y poder disfrutar plenamente del verano. La cirugía refractiva láser es, sin duda, una buena opción si lo que queremos es corregir los problemas visuales como la miopía, la hipermetropía y/o el astigmatismo, aunque existen otras alternativas quirúrgicas como el implante de una lente intraocular. En cualquier caso, lo aconsejable es acudir a profesionales que nos realicen un estudio oftalmológico para decidir qué procedimiento es el más adecuado para cada caso.

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