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Usar bien las mascarillas, importante para cuidar tus ojos

Incluso en verano debe conservarse la mascarilla.

Cristian Vázquez

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La mascarilla es, desde el comienzo de la pandemia de COVID-19, un complemento habitual para estar en casi cualquier sitio que no sea nuestra propia casa. Si bien pareciera no faltar demasiado para que se pueda relajar su uso en exteriores, todo indica que en sitios cerrados su utilización será necesaria durante bastante tiempo más.

Están claros los beneficios del uso de mascarilla, pero es sabido que también genera algunas incomodidades. Una de las principales -además de las posibles dificultades para respirar- es el empañamiento de las gafas. Y aunque existen algunos trucos para contrarrestarlo, es difícil eliminarlo por completo.

Las gafas se empañan por el aire del aliento, que soltamos al respirar por la nariz o por la boca y que sale por los huecos que a menudo quedan entre la piel y la parte superior de la mascarilla, a los costados de la nariz.

Esos huecos, de hecho, se debe procurar que no existan, pues el ajuste de la mascarilla es tan importante como el material del que está hecha. Un estudio reciente, realizado por investigadores de Estados Unidos, comprobó que una mascarilla de alto rendimiento (como las N95, KN95 o FFP2) mal ajustada a la cara no funciona mejor que una de tela básica.

El caso es que ese aire de la respiración tan molesto para quienes usan gafas también llega a los ojos. Y en todo este tiempo de pandemia se ha revelado como causa (o agravante) de algunos problemas en esa parte del cuerpo. Así lo afirma Carlos Palomino, jefe del servicio de Oftalmología del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid.

Ojo seco, alergias y otros problemas

Durante la pandemia aumentó la cantidad de casos de ojo seco, una patología también llamada queratoconjuntivitis seca y que aqueja a entre el 15% y 30% de la población española. Una de las principales causas de ese incremento es el aire que sale por la parte superior de la mascarilla al respirar y reseca la superficie del ojo.

No es la mascarilla el único factor de la pandemia que ha venido a agravar este problema. También influye el teletrabajo y, en general, el mayor tiempo de exposición a pantallas: cuando fijamos la vista en el ordenador o el teléfono, la frecuencia de parpadeo disminuye y la capa de lágrimas que recubre el ojo se evapora más rápido.

Los síntomas más comunes del ojo seco son: sensación de ardor o escozor, cansancio visual, enrojecimiento del ojo, molestias como la sensación de que se tiene un objeto extraño en el ojo, etc.

Pero además, al reducirse las defensas que la lágrima brinda al ojo, este queda más expuesto a otras posibles patologías, como conjuntivitis, queratitis, orzuelos o alergias. Y estas últimas, aunque lo peor de esta “temporada de polen” ya haya pasado, pueden seguir dando problemas.

Sobre todo, si se tiene en cuenta que cada vez somos más alérgicos. Algo originado sobre todo por dos factores. Uno de ellos es la contaminación, que genera partículas que aumentan la respuesta del organismo a los pólenes, y además propicia que estos desarrollen unas “proteínas del estrés” que los hace más fuertes.

El otro factor es el cambio climático, que ha prolongado los tiempos de polinización de las plantas, haciendo que los periodos en que las personas alérgicas sufren síntomas sean ahora más extensos.

Todo esto da como resultado que los ojos estén más expuestos a posibles problemas, y en particular a las alergias, en estos tiempos de pandemia. Como contrapartida, las alergias respiratorias en general tuvieron menos incidencia, tanto el año pasado como el actual, gracias al uso de la mascarilla.

Formas de proteger los ojos

Algunas de las técnicas para prevenir el ojo seco causado por el uso de la mascarilla, y de esa forma reducir la incidencia de las alergias, son las mismas que para evitar que se empañen las gafas. Como se ha explicado, ambos problemas tienen el mismo origen: una mascarilla mal colocada.

Lo principal es tratar de que la parte superior de la mascarilla quede lo más ajustada a la cara que sea posible. Es decir, que no queden esos pequeños huecos (llamados “chimeneas”) a los lados de la nariz.

Las mascarillas de alto rendimiento y las quirúrgicas cuentan con una parte metálica, que debe ir en la parte de arriba, precisamente para poder ajustarla a la forma de la cara. Aun así, no todas pueden “sellarse” de forma correcta.

“No es suficiente asumir que un solo modelo de mascarilla se ajustará a la mayoría de la población”, explicó Eugenia O’Kelly, autora del citado estudio sobre la importancia de esta cuestión. Incluso las pequeñas diferencias anatómicas (forma y tamaño de las mejillas, la nariz, etc.) hacen que un mismo cubrebocas se adapte mejos a unas que a otras personas.

Por supuesto, las mascarillas caseras, de tela, carecen de la parte metálica y en general dejan esos espacios abiertos en los costados de la nariz. Otra manera de evitarlos es utilizar esparadrapo hipoalergénico para pegar la tela a la piel y evitar así los huecos. Una solución incómoda y algo dolorosa al momento de quitarla.

También se pueden hacer pequeños nudos en las bandas que se pasan por detrás de las orejas, para lograr que la mascarilla quede más ajustada, aunque de esta forma es más fácil reducir los posibles huecos de las partes laterales e inferior de la mascarilla que de la superior.

Los oftalmólogos especialistas en ojo seco y blefaritis (inflamación de los párpados), recomiendan también el uso de lágrimas artificiales, unas gotas que permiten lubricar los ojos y ayudan a mantener la humedad aconsejable en su superficie. Aconsejan en particular las lágrimas en gel, “alternando con otras que tienen algún componente lipídico”.

En cualquier caso, si se advierten picores o molestias en los ojos o un aumento de la sensación de cansancio ocular, siempre conviene una consulta con el oculista para que descarte otras posibles afecciones.

De hecho, el ojo seco también puede tener muchas otras causas, desde la edad, la menopausia y enfermedades autoinmunes hasta falta de omega 3 en la dieta y el uso de lentes de contacto. En la consulta, el especialista podrá indicar la manera más apropiada de tratar el inconveniente.

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