¿Nos está perjudicando la limpieza excesiva?

Foto: Arlington County

Marta Chavarrías

El sistema inmunológico necesita trabajar. Pero no siempre dejamos que lo haga. Desde finales del siglo XIX, cuando el médico alemán Robert Koch admitió que ciertas bacterias pueden causar enfermedades, la limpieza y la desinfección han dado un salto importante y han mejorado indudablemente las condiciones de higiene. Pero ahora, en pleno siglo XXI, esto quizás no es tan beneficioso porque se podrían haber traspasado algunos límites. La reconsideración de las medidas higiénicas hace que se replantee si en realidad algunas de ellas son excesivas. No encontrar un equilibrio puede llegar a ser perjudicial porque no todos los microbios son malos.

¿Un mundo ultra-desinfectado?

En los últimos años, algunas investigaciones han llegado a la Hipótesis de la Higiene, que refleja un mundo moderno y ultra-desinfectado. Demasiada limpieza puede estar causando que desarrollemos alergias, asma, enfermedades inflamatorias del intestino y otros trastornos autoinmunes. La falta de exposición a bacterias, virus y alérgenos impide el desarrollo normal del sistema inmunológico.

Esta hipótesis, introducida por primera vez a finales de los años 80 por David P. Strachan, epidemiólogo del British Medical Journal, responde al descubrimiento de que en casas de niños con hermanos mayores había menos casos de fiebre del heno (alergia propia de la primavera y el verano que se produce por la inhalación del polen de algunas plantas) porque los hermanos mayores habían expuesto a los más pequeños a los gérmenes. Para los expertos, el sistema inmunológico de un niño necesita educación, igual que cualquier otro órgano del cuerpo humano. Por tanto, los defensores de la hipótesis admiten que la exposición temprana a microbios ayuda en la educación del sistema inmunológico.

Lo corrobora, por ejemplo, un estudio publicado en The Journal of Allergy and Clinical Immunology, según el cual en los entornos urbanos, los niños con mayor exposición a alérgenos y bacterias durante su primer año tenían menos probabilidades de tener sibilancias recurrente y sensibilización alérgica. Los expertos llevan tiempo afirmando que se ha creado un vínculo entre el aumento de la higiene y las condiciones alérgicas. Es decir, se está entrenando mal al sistema inmunológico.

Un estudio sobre la prevalencia del asma en los distintos países del mundo revela que los más ricos tienen entre 20 y 60 veces más casos de asma, rinoconjuntivitis y eczema que los países menos desarrollados. Y como este, otros resultados similares que han demostrado que el sistema inmunitario ha evolucionado con bacterias. La eliminación de estos microorganismos interfiere con su correcto funcionamiento. No solo se han eliminado los “enemigos”, también aquellos que son beneficiosos.

Cuánta suciedad es saludable

El exceso de cualquier cosa no es bueno. Lo mismo sucede, por tanto, con la higiene. Cuando esta se convierte en una obsesión, pueden aparecer problemas. Una higiene correcta consiste en mantenerse alejado de las enfermedades, pero no en estar libre de suciedad ni obsesivamente limpio. Aunque es evidente que los avances médicos y las mejoras sanitarias han eliminado muchas de las enfermedades que en el pasado podían llegar a ser letales, también lo es que “estresan” el sistema inmunológico que nos mantiene sanos.

En lugar de confiar en nuestras defensas naturales del cuerpo, hemos pasado a recurrir a jabones antibacterianos, desinfectantes para manos y antibióticos que se recetan muchos casos sin necesidad, lo que ha contribuido a un aumento de la resistencia a los antibióticos, uno de los desafíos globales más importantes a los que se ha llegado, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Los dermatólogos están cada vez más convencidos de que ciertas prácticas de higiene, excesivas, son perjudiciales. Usar el jabón con demasiada frecuencia hace que la piel pierda la capa de grasa que la protege. Además, y según la Academia Española de Dermatología y Venerología (AEDV), el contacto prolongado o repetido con agua debido a una higiene excesiva puede conducir, a largo plazo, a la deshidratación de la piel.

Un problema que ha crecido en los últimos años es el de la piel atópica. Según el estudio Piel sensible en Europa, publicado por la Academia Europea de Dermatología y Venereología, los casos de piel atópica se han multiplicado por tres. En España, el 31% de los habitantes tiene la piel sensible, de los cuales más de la mitad es atópica.

La ducha ideal, la que respeta nuestro pH (que oscila entre 5.5 y 6) y no es agresiva es, según los expertos: máximo una ducha diaria de no más de cinco minutos, con agua tibia (entre los 25ºC y los 30ºC), mejor solo con agua y, si es con jabón, un gel suave que es recomendable aplicar solo en las zonas que más se ensucian (axilas, genitales y pies), no es necesario usar esponja.

Por otro lado, los jabones antibacterianos son aquellos que interfieren en el crecimiento y la reproducción de las bacterias. El problema está en que tienen compuestos como el triclosán y el triclocarbantriclosán que, a diferencia del alcohol o el cloro, dejan residuos. En teoría, este residuo prolonga el efecto antibacteriano y proporciona una protección más duradera contra las bacterias. En estudios en animales, el triclosán ha demostrado que altera el funcionamiento de algunas hormonas en el organismo.

La limpieza estricta es importante en entornos como hospitales. Pero en los hogares, usar esterilizadores de mano de manera rutinaria pueden llegar a dañar las bacterias buenas que habitan en la piel. La limpieza con jabón normal después de jugar en un parque o en el jardín es completamente suficiente. 

Guardería y animales, aliados de una mejor salud

Catarros, otitis, bronquitis y diarreas son algunos de las infecciones que se producen durante el primer año de incorporación a la guardería. Estos forman parte del desarrollo normal del niño porque permiten que se activen sus defensas y mejore, a la larga, su sistema inmunitario, según reconoce la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPAP). Y los animales también les ayudan.

Según un estudio publicado en JAMA Pediatrics, los niños con perro en su primer año de vida tienen un 13% menos probabilidades de desarrollar asma cuando son mayores, en comparación con niños sin perro. Aunque la evidencia de estos beneficios es inconsistente, aseguran los expertos, sí demuestran que las mascotas ayudan a reforzar su sistema inmunológico. Una posible explicación sería que, al pasar con perros que pasan la mayor parte del día en el exterior, el sistema inmunológico del niño se ve estimulado y madura más rápido que el del resto de niños. 

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