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¿Es realmente malo endulzar el café de la mañana con azúcar, miel, panela o sirope de agave?

Foto: Pexels

Jordi Sabaté

17 de mayo de 2022 12:44 h

Victoria, socia y lectora de eldiario.es, nos escribe el siguiente texto en un correo electrónico: “Hola, llevo tiempo usando el sirope de agave para endulzar el café, los yogures y mis cereales de avena del desayuno, y realmente no sé si estoy haciendo el tonto, porque he leído algunos artículos que me parecen respetables, entre otros el vuestro, donde se previene contra este edulcorante. Podría sencillamente echar un poquito de miel, o una cucharada de panela, que sé que son parecidos al azúcar y quizá sería más sano…

De todos modos, cuando leo artículos contra los edulcorantes, azúcar incluido, no puedo dejar de pensar en si realmente tan malo echar un poco de estos en el café o el yogur, ya que de ser así, seríamos millones de personas las que estaríamos enfermas ya de diabetes. ¿No?“

La pregunta de Victoria es interesante porque es un tanto tramposa en tanto en cuanto requiere de una respuesta compleja. Para empezar, estrictamente no es bueno endulzarse el café cada día con sirope como dice hacer Victoria. Tampoco añadírselo al yogur; ni panela ni miel ni azúcar. Ahora bien, como matiza ella, “un poquito” es menos malo que abundante, y si fuera “eventualmente” sería mejor que “cada día”.

Es decir que en este tema son importantes los hábitos y las proporciones, porque aunque todos los azúcares libres son desaconsejables, las cantidades diarias pueden definir la línea entre la salud y la enfermedad. Así, endulzar a diario el café o el yogur matutino con una ligera aportación de estos elementos puede ser perfectamente tolerable desde el punto de vista del índice glucémico, de modo que nuestro páncreas no se vea estresado.

Ahora bien, si esta adición de sacarosa, la realizamos también con el café de media mañana y el sumamos el de la tarde, damos un par de pasos más hacia un hábito poco saludable. Aún así, si añadimos estos edulcorantes con contención, podemos seguir dentro de un cierto margen en el que nuestro metabolismo no se vea agredido.

El poder adictivo del dulce

El problema es que estos hábitos no suelen venir solos, sino que se acompañan de otros en los que entran los azúcares ocultos, que son los que están presentes en distintos productos normalmente industriales y no vemos. No hay que olvidar que existe un debate abierto sobre el poder adictivo del azúcar de mesa, del cual se discute si es más adictivo que la cocaína.

En todo caso nadie discute que genera dependencia, y producto de esta seguramente se explique el hecho de que Victoria nos añada al café y el yogur, en su texto, los cereales del desayuno, uno de los productos que más azúcares ocultan en su etiquetado nutricional. Es decir que dichos cereales seguramente comporten más azúcar que el que le pueda aportar el sirope, la miel, la panela o el azucarero.

En este caso hemos pasado del paradigma del añadido sostenible de sacarosa, glucosa o fructosa, a un hábito realmente insano como son estos cereales, en los cuales a los hidratos de carbono que contienen hay que añadir los azúcares añadidos, del todo innecesarios en lo referente al aporte de energía, pues con lo hidratos hay suficiente, pero que disparan el índice glucémico y estresan al páncreas.

A este respecto, son varios los científicos que ponen en relevancia que las personas que añaden azúcar al café, o cualquier otro edulcorante, son claramente más propensas a incluir azúcares ocultos en su dieta de manera inconsciente, que las personas que no toman el café endulzado, que no suelen ser consumidoras asiduas de productos dulces.

El problema de los azúcares ocultos

Si a esto le añadimos que algunos expertos calculan que el 75% de los azúcares de nuestra dieta son ocultos, la posibilidad de que Victoria nos confiese finalmente que además de endulzar con sirope los cereales también toma chocolate con leche, bollos, helados o refrescos endulzados, aunque sea eventualmente, es alta.

La razón de esta correlación parece que no es otra que el poder adictivo del azúcar, que hace que, al probar un alimento que contiene azúcar, tengamos una sensación positiva y por tanto nos sintamos atraídos hacia él. Además, la glucosa hace bajar los niveles de leptina, la hormona de la saciedad, con lo cual, tras probar el producto querremos más.

Adicionalmente la fructosa -la sacarosa es un disacárido formado por una molécula de glucosa y otra de fructosa, que se disocia en ambas en el estómago- hace subir los niveles de otra hormona, la ghrelina. La ghrelina hace que sintamos hambre, por lo que junto a la bajada de la leptima, nos generará una sensación de insaciables ganas de comer cosas dulces.

Y este proceso se genera de manera inconsciente al probar muchos productos que contienen azúcares ocultos, desde una agua tónica hasta la salsa de tomate, algunos jamones cocidos y por supuesto los cereales del desayuno, las pizzas, etc.

De todos modos, se debe destacar que la adicción al azúcar, aunque se cree que evolutivamente es un proceso de adaptación de la época en que éramos cazadores nómadas, se puede dominar. La manera es desentrenar, o desincentivar nuestro paladar de los sabores dulces y acostumbrarlo a los amargos. Por ejemplo, un buen modo de empezar es tomar el café sin azúcar ni ningún otro edulcorante, ni siquiera aquellos que no hacen subir nuestro índice glucémico. O si no, limitar la cantidad de café que ingerimos.

Respuestas para Victoria

Por último, la primera respuesta a Victoria, y al titular del artículo, es que si bien no es necesariamente malo endulzar el café matutino con azúcar, miel, panela o sirope de agave, sí es peligroso. Y ello es debido a la elevada capacidad que tenemos de engancharnos al dulce y la tolerancia elevada de nuestro cuerpo a este sabor, que hace que cada vez queramos más.

De ahí deriva la correlación comentada entre personas que endulzan su café y de paso consumen un montón de productos que contienen azúcares ocultos. Por otro lado, respecto a que de ser malo endulzar el café y el yogur, habría millones de enfermos en el mundo, presumiblemente se refería a diabetes. La respuesta es que en efecto, en los últimos treinta años la diabetes se ha disparado en el mundo en correlación directa con la adición de azúcares ocultos en los más diversos productos. Y lo más preocupante es que precisamente se está disparando la diabetes infantil.

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