La ß-lactoglobulina y alergia a la leche
La leche es un alimento rico en calcio con un importante aporte de vitaminas A y D, vitaminas y minerales como potasio y magnesio, hidratos de carbono o glúcidos como lactosa, lípidos y grasas.
Las caseínas suponen el 80% del total y las proteínas del suero representan el 20%; todas, excepto la ß-lactoglobulina, están presentes en la leche de la mujer. Al ser este uno de los primeros alimentos que se introduce en la dieta de un lactante, la alergia a proteínas de vaca (APLV) suele ser una de las primeras que debuta, llegando a afectar a un 2% de la población.
Qué es la ß-lactoglobulina
La ß-lactoglobulina es la principal proteína de suero de la leche de vaca y representa alrededor del 10% del total de proteínas de la leche. Está presente en la leche de las especies de muchos mamíferos y, aunque es la proteína más abundante presente en el suero de leche de rumiantes, es la única que no se encuentra en la leche humana.
Según una investigación publicada en Frontiers, los primeros trabajos sobre la naturaleza de esta proteína mostraron que contiene una buena cantidad de aminoácidos esenciales, por lo que destaca su papel nutricional, sobre todo por ser una fuente importante de péptidos bioactivos.
Pero también existe una gran evidencia de que la alergia a la leche, especialmente en los bebés, se debe a la presencia de ß-lactoglobulina, que se ha identificado como una de las principales proteínas inmunogénicas en la leche de vaca y, por tanto, contribuiría a las alergias a la leche de vaca.
La ß-lactoglobulina, como seroproteína, es termobsensible y la cocción modifica su alergenicidad, lo que explicaría por qué hay una mejor tolerancia a la leche procesada a altas temperaturas.
Los síntomas más frecuentes de alergia a ß-lactoglobulina
La alergia a proteínas de vaca (ALPV) es una reacción adversa del organismo de base inmunológica frente a proteínas de este alimento. Ocurre cuando el sistema inmunitario de una persona alérgica tiene una respuesta inadecuada y no reconoce las proteínas de la leche.
La respuesta inmunológica puede ser de dos tipos:
- Alergia a leche mediada por IgE: es la más frecuente a la leche y se produce a través del anticuerpo llamado inmunoglobulina E (IgE). Es el responsable de reacciones inmediatas, normalmente dentro de la primera hora, tras la ingesta.
- Alergia a leche no mediada por IgE: menos frecuente, se produce por mecanismos inmunológicos distintos.
Las reacciones son diversas y pueden ir de más leves a más graves, en función del grado de sensibilización y cantidad de alimento ingerido. Los más habituales en el caso de la alergia mediada por IgE son:
- Síntomas cutáneos: urticaria, prurito (picor) en la boca, enrojecimiento.
- Síntomas digestivos: vómito, dolor abdominal y diarrea son los más frecuentes.
- Síntomas respiratorios: rinitis o asma son las reacciones más generalizadas.
- Anafilaxia: en los casos más graves, las reacciones anafilácticas en las que pueden participar más de dos órganos, pueden desencadenar colapso vascular.
Cómo evitar la alergia a proteínas de vaca
El tratamiento más indicado es evitar la leche de vaca y otros mamíferos herbívoros, así como todos los alimentos lácteos u otros que contengan proteínas de la leche.
Las proteínas del suero de la leche de vaca, los alérgenos más importantes como ya hemos visto y entre los que se encuentra la ß-lactoglobulina, se encuentran en todos los productos lácteos como:
- Queso
- Mantequilla
- Natas para cocinar
- Yogur
- Helados
- Pastelería
- Kéfir
Las personas con alergia a proteína de leche, además de abstenerse de ingerir estos productos lácteos, deben seguir una dieta exenta de leche de origen animal (vaca, cabra, oveja, etc.), así como alimentos que contengan leche o sus proteínas:
- Batidos, flanes, natillas, zumos de leche
- Papillas de cereales y potitos de leche
- Dulces: chocolate con leche, turrón, algunos caramelos, etc.
- Fiambres y embutidos como jamón o pavo cocido, patés, salchichas, salchichón, chorizo o lomo.
- Alimentos como el pan, numerosas salsas y pastillas de concentrados de caldo, sopas preparadas y algunas conservas de legumbres.
Como reconoce la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), el pronóstico es, en general, bueno y la alergia tiende a remitir con el paso de los años: se estima que a los dos años del diagnóstico de alergia a proteínas de leche de vaca, el 70% de los niños toleran el consumo de lácteos.
Debe tenerse en cuenta que no es lo mismo la alergia a la leche de vaca que la intolerancia. La primera consiste en una hipersensibilidad a las proteínas que contiene; la segunda, como ya aclaramos en este artículo, consiste en una deficiente asimilación de un carbohidrato, la lactosa, que no tiene nada que ver con las proteínas y que suele manifestarse sobre todo con síntomas digestivos como diarrea y dolor abdominal.
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