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Desodorante de bola o en espray: ¿qué daña menos el medioambiente?

Fto: Internet Archive Book Images

Eva San Martín

Nuestras axilas tienen el tamaño de un papel post-it, pero pocas partes del cuerpo despiertan debates más encendidos. Primero nos preguntamos cómo mantenerlas secas y sin mantenerlas secassin mal olor corporal, después sobre el efecto de los componentes del desodorante sobre la salud. Y, a medida que nuestra conciencia ambiental despierta, el debate se adentra en el terreno de la sostenibilidad. Y nos cuestionamos si el desodorante, además de ser eficaz en su tarea, resulta amable para el planeta.

Nos tomamos muy en serio nuestras axilas: nueve de cada diez españoles recurre al desodorante o usa un antitranspirante de forma regular, según el Euromonitor. Para evitar el sudor y los engorrosos ronchones en la ropa, invertimos 322 millones de euros al año, según la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (Stanpa), y utilizamos 145 millones de unidades de productos antiolor y antisudor de todo tipo, con sus 145 millones de respectivos envases.

Empecemos por aclarar quién es quién en el mundo de la cosmética del bajo brazo. El antitranspirante usa sales de aluminio -como el clorhidrato de aluminio- para taponar temporalmente las glándulas sudoríparas y evitar que sudemos. Sin embargo, el desodorante solo mantiene los olores dudosos a raya: normalmente utiliza aceites esenciales que atacan a las bacterias (agentes antimicrobianos) responsables del molesto tufillo. Porque el sudor por sí solo no huele: es la combinación de las bacterias y la exudación lo que causa el mal olor. Pero no evitará que mojes la camisa.

Aunque somos más bien fieles a los clásicos, y la mayoría confía sus axilas al roll-on (desodorante de bola) o al espray, sin acabar por decantarnos por uno sobre otro, en los últimos tiempos se han añadido nuevos formatos, como la piedra de alumbre -de origen volcánico-, pastillas sólidas y opciones que prometen eliminar el olor de forma “más natural”. Pero todas tienen sus efectos sobre el planeta.

1. Antitranspirantes: contienen aluminio

La peor prensa se la lleva el aluminio de los antitranspirantes. Como ya contamos en este otro artículo respecto al aluminio de las latas de cerveza, el proceso de extracción de la bauxita y su procesamiento para obtener este metal puede resultar energéticamente muy costoso, además de tóxico para los acuíferos. Si no te resignas a abandonar el antitranspirante, te toca vivir con el aluminio, ya que este compuesto está en prácticamente todas las sales usadas para frenar la transpiración. Solución: para evitarlo, hay que cambiarse al desodorante.

2. Desodorantes: mejor sin triclosán

Si echamos la vista al desodorante, el compuesto antibacteriano triclosán se ha ganado mala famacompuesto antibacteriano triclosán por sus potenciales riesgos para el planeta. Aunque las investigaciones aún están en marcha, hay estudios que acusan a este compuesto de interferir con nuestra regulación hormonal y de aumentar la resistencia a los antibióticos.

Estos efectos no solo resultan perjudiciales para la salud, también afectan al medio ambiente: cuando nos duchamos, este antiséptico sale del cuerpo hacia el desagüe, por lo que parte acaba en el agua. Y existen evidencias que lo acusan de resultar tóxico para los organismos acuáticos. Solución: revisa las etiquetas y escoge un desodorante sin triclosán.

O imagina que, en lugar de tu desodorante habitual, después del gimnasio escoges un producto antiolor hecho de bicarbonato sódico, aceite de coco y planta madreselva. Pues bien: un mayor número de gente es exactamente lo que hace buscando un modo menos tóxico de mantenerse fresco.

3. El espray: contamina el aire

Mientras que nos ayudan a controlar el olor, cargan el aire de sustancias contaminantes que escapan aerosol con cada aplicación. Aunque ya no contienen CFC (clorofluorocarbono), que destrozaba el ozono (estratosférico), el desodorante en espray aún resulta la peor opción para la atmósfera. Estos productos suelen contener altas concentraciones de compuestos orgánicos volátiles (COV).

Se trata de moléculas que contribuyen a la formación de ozono bajo o troposférico, un compuesto esencial en la contaminación atmósfera y para crear la boina de polución. Solución: Si nos preocupa la calidad del aire del planeta, mejor evitarlos. En general, el desodorante de bola o en barra resulta mucho más sostenible.

4. Piedra de alumbre o “desodorante de cristal”

La piedra de alumbre se ha popularizado en los últimos tiempos como “desodorante natural”. Se trata de una roca volcánica hecha de una sal doble de sulfato de potasio y aluminio hidratada, que normalmente se comercializa cristalizada en formato sólido. Por eso, para utilizarla, hay que mojarla: así el alumbre se disuelve y libera los iones de aluminio.

El problema: también contiene aluminio. Y respecto a su carácter natural, aunque el alumbre constituye un material naturalmente presente en las rocas, lo cierto es que también puede obtenerse de forma artificial, haciendo reaccionar la bauxita con ácido sulfúrico. A su favor: este tipo de productos suelen estar libres de otros tóxicos, como parabenos (algunos) y ftalatos.

El envoltorio también cuenta

Mejor reducir que reutilizar, y reutilizar que reciclar. Por eso, la piedra de alumbre gana en el frente del embalaje, ya que podemos comprar un trozo de este desodorante dentro de un cartón, lo que nos permite sacar el plástico de nuestro cuarto de baño. También las pastillas de desodorante, hechas de bicarbonato sódico y aceites esenciales, suelen venir envueltas en papel. Y para los más manitas: podemos hacer el desodorante en casa y guardarlo en un viejo bote de conserva.

Además, hay opciones para reutilizar el envase: los desodorantes en polvo o de bola recargables permiten rellenar decenas de veces el mismo envoltorio. Por el contrario, el desodorante de espray también suspende en esta categoría. Aunque sí podemos reciclarlo: el recipiente metálico o de plástico del aerosol va al contenedor amarillo.

Y si es de vidrio, más frecuente en los productos roll-on, al contenedor verde. Los más ecoconvencidos dirán que la forma más directa de reducir el impacto de nuestro desodorante sobre el planeta es usar menos o, directamente, pasar sin ellos. Como si viajar en metro durante la hora punta no fuera ya castigo suficiente.

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