Platos de cristal o cerámica esmaltada, vasos, copas, tazas de cristal y en especial los cubiertos, pueden sufrir las señales del deterioro del paso de los años y los lavados inadecuados, especialmente cuando las aguas de lavado son duras (ricas en cal) y hemos utilizado detergentes agresivos, como es el caso de los lavavajillas.
En tal caso, ni siquiera empleando abrillantador en este último aparato logramos el brillo que tuvieron en sus inicios. ¿El motivo? Es muy simple: la cal, las manchas de grasa y el óxido pueden dejar una huella sobre sus superficies que a veces se antoja indeleble, aunque tal vez no lo sea. La cal y la grasa matan el brillo y no se eliminan con facilidad con un detergente normal por mucho que frotemos.
En cuando al óxido, ennegrece nuestra cubertería de acero inoxidable debido a que el acero lleva de un 10% a un 12% de cromo, que es el que protege realmente de la oxidación al hiero. Esta capa de cromo, conocida como “capa pasivadora” sí tiene gran afinidad por el oxígeno y se oscurece al reaccionar con él. Y lo mismo sucede con la cubertería de plata, que oscurece con el tiempo en contacto con el oxígeno.
Devolver el brillo a los vasos y platos
Dejando claro que toda pérdida de brillo relacionada con la abrasión por detergentes, arañazos o aguas en exceso calientes no se podrá revertir totalmente, siempre hay un margen de mejora si tenemos en cuenta que la retirada de la cal de la superficie del plato ayudará en gran manera. Para ello, primero deberemos asegurarnos de la retirada de cualquier incrustación de grasa y restos de alimento.
En un barreño, o en la pica del fregadero, dejaremos durante toda la noche los platos, tazas, copas y vasos que queramos recuperar con agua tibia con un chorro de lavavajillas. Al día siguiente los iremos retirando uno a uno y secando con papel de cocina, de manera que se eliminen todos los restos.
Una vez realizada esta operación procederemos a trasladarlos a otro barreño con agua en solución de vinagre blanco -conviene evitar el normal por las posibles tinciones- y sal. Los dejaremos sumergidos en remojo de una a dos horas y luego procederemos a secarlos con papel de cocina, frotando un poco para ganar brillo.
Aclarar el color de la cubertería
Para aclarar el color de la cubertería practicaremos una operación muy similar, aunque con algunas variantes al final. El primer paso será, de nuevo, asegurarnos la eliminación de cualquier resto de comida o de grasa apegada a la superficie. Para ello dejaremos la cubertería en remojo toda la noche en agua tibia y jabón.
Al día siguiente sacaremos los cubiertos uno a uno y los secaremos con un paño seco o papel de cocina. Seguidamente, para recuperar su aspecto libre de arañazos, untaremos todas las piezas en aceite de oliva frotaremos con fuerza de nuevo con un paño seco o papel de cocina, hasta que pierdan completamente el tacto aceitoso.
Seguidamente, en el caso de cubiertos de plata, los rociaremos con una pasta de bicarbonato y agua, procurando que queden bien rebozados, para después secarlos enérgicamente con un trapo seco, eliminado el bicarbonato y con él posibles restos de manchas y óxidos que oscurezcan la superficie.
En el caso de cubiertos de acero inoxidable es más eficaz usar vinagre blanco que bicarbonato. Para ello deberemos pasar cada pieza por un trapo empapado en vinagre blanco frotando fuerte durante un rato, para luego secarlos con otro trapo, de modo que nos llevemos la cal y recuperemos el máximo brillo.
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