Los hornos microondas llegaron para simplificarnos la vida: podemos cocinar, recalentar e, incluso en algunos casos, hornear alimentos y gratinarlos. También nos permiten descongelar comida en cuestión de minutos y, en general, nos facilita el trabajo si somos cocinillas sin mucho tiempo para cocinar.
Pero, si no los usamos bien, posiblemente nos habremos encontrado maldiciendo este electrodoméstico porque tenemos que limpiar la salsa de espagueti salpicada o los restos de huevo que hemos cocinado en el microondas. Al introducir ciertos alimentos, estos empiezan a estallar y dejan todo el interior salpicado de comida. ¿Qué tiene este electrodoméstico que hace que algunos alimentos sean más propensos a esto que otros? ¿Por qué ocurre esto? ¿Hay alguna manera de evitarlo?
La presión, responsable de que estallen algunos alimentos
Para entender por qué estallan algunos alimentos es importante entender primero cómo funcionan los microondas. Estos utilizan radiación de microondas, una forma de radiación electromagnética, para calentar los alimentos. Pero, a diferencia del horno convencional, que lo que hace es calentar el aire que los rodea —es decir, transfiere el calor desde el exterior al interior de los alimentos—, las microondas penetran más profundamente el interior.
Lo que hacen las microondas es que las moléculas giren y se golpeen entre sí, creando calor. El agua es una de estas moléculas polares y aquí encontramos buena parte de la explicación. Aunque el calor pueda escaparse, generalmente queda atrapado en el interior, lo que permite cocinar de forma más rápida. Pero si el alimento tiene un alto contenido de agua, esta se expande y se convierte en vapor. ¿Qué ocurre si el alimento está envuelto por una cáscara, como el huevo, o una piel, como las uvas? Esto hará que, al evaporarse el agua del interior, se incremente la cantidad de vapor de agua en el interior y, al no poder salir porque encuentra una barrera, hará presión sobre el revestimiento y acabará estallando.
Otra explicación similar la da el Departamento de Agricultura estadounidense (USDA), según el cual el principal culpable es el agua, que estalla si supera su punto de ebullición. Por tanto, si queremos calentar agua debemos hacerlo con precaución. En el caso de los huevos, el vapor no puede escapar de las claras, por lo que se genera presión. Lo que ocurre es que las microondas ponen en movimiento las partículas de humedad del huevo; la fricción calienta el huevo por dentro y libera vapor, que no puede escapar a través de la cáscara. Si no ha explotado antes, cuando lo cortamos o, peor aún, si lo mordemos, el vapor se libera de forma instantánea y el estallido puede quemarnos.
¿Qué otros alimentos pueden estallar? Hablamos de tomates y salsa de tomate, limones, patatas (a menos que les hagamos agujeros antes de cocinarlas) o berenjenas, así como frutas enteras sin pelar como guisantes o maíz. También las sopas más espesas tienen más probabilidades de salpicar que los líquidos más finos porque el calor se concentra de forma más fácil en un líquido viscoso, lo que permite que las burbujas de vapor se expandan hasta que se forme un estallido.
En el caso de la salsa de tomate, lo que ocurre es que la mezcla de agua y fibra que tiene tiende a retener las moléculas de agua calentada, impidiendo la evaporación hasta el punto en el que el vapor acaba escapándose y estallando hacia las paredes del microondas. También puede ocurrir con cualquier tipo de puré.
Tampoco es recomendable calentar mejillones o almejas con la concha, ya que estallarán en poco tiempo. Incluso sin la concha, los mariscos no son muy adecuados para este tipo de cocción, no solo porque pueden explotar sino porque, al ser ricos en colágeno, una proteína que necesita una cocción suave, corren el riesgo de volverse pegajosos.
Qué hacer para que no estallen los alimentos en el microondas
Aunque encontrar nuestro microondas lleno de sopa o salsa de tomate es algo que no nos gusta, se trata, como hemos visto, de un fenómeno puramente físico que no es, a priori, peligroso. Aunque existen consejos para limitar los riesgos. Algunas formas de hacerlo son más obvias que otras, pero no menos importantes:
- Colocar los alimentos en el centro del microondas para que el calor se distribuya de manera uniforme. Debemos tener presente que los bordes contienen puntos calientes que son más propensos a hacer que el agua de preparaciones como sopas se conviertan en burbujas de vapor explosivas.
- Cocinar sopas espesas o guisos a una potencia menor y revolviéndolos de vez en cuando. Usar potencias más bajas nos permite extender el tiempo de cocción, lo que garantiza que el calor tenga la oportunidad de transferirse a las partes internas de los alimentos como salchichas sin cocinar demasiado el exterior o causar una explosión de vapor.
- Realizar un pequeño corte en la piel de tomates, uvas o guisantes para evitar que el calor se concentre en el interior y no pueda salir.
- No es aconsejable tapar el recipiente con una tapa hermética, ya que el vapor se acumulará debajo y lo expulsará de forma violenta. Sí podemos tapar el bol con un plato pequeño, lo que no evitará la explosión, pero sí evitará tener que limpiar las paredes del microondas.
- Agujerear las tapas de plástico cuando las introducimos en el microondas. De esta forma, le damos al vapor un camino y una vía de escape para que salga y no explote el recipiente.
- Remover las salsas con frecuencia nos ayudará a que no estallen porque de esta manera se disipa el vapor y evitaremos salpicaduras.
Debemos tener presente que, cuanta más comida pongamos en el microondas, más probable será que haya puntos fríos que no se calienten tan bien. Podemos evitarlo cortando la comida en trozos más pequeños, dividiéndola en porciones más pequeñas y planas o calentándolas a intervalos, removiendo de vez en cuando para calentar uniformemente. Por ejemplo, en el caso de los espaguetis, es mejor si hacemos un círculo en el centro del plato.