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Muchas personas siguen utilizando acondicionadores de pelo bajo la promesa de que se trata de un producto que repara el cabello de posibles roturas y heridas. De hecho, no pocas marcas promocionan sus productos como “reparador de cabello” o “reparador de pelo”.
Lo cierto es que el uso de este término no siempre es correcto y puede provocar confusión entre los consumidores puesto que, en realidad, nuestro cabello es solamente un filamento de una proteína llamada queratina, que se organiza en forma de una especie de esponja longitudinal, capaz de absorber líquidos y grasas para mantenerse terso e hidratado. Pero se trata de una sustancia muerta que ningún producto puede reparar o restaurar.
Lo que sí hace el acondicionador, también conocido como suavizante, es devolver temporalmente la turgencia al cabello, y, en general, a nuestro pelo darle un mayor volumen y sedosidad.
Lo logra merced a dos ingredientes principales de todo acondicionador o suavizante de cabello: una base humectante, de alguna sustancia grasa que se encuentre convenientemente mezclada con agua como sucede, por ejemplo, con las cremas hidratantes.
Y por otro lado, un tensioactivo catiónico, que es una sustancia capaz de cargar positivamente todos y cada uno de nuestros cabellos de manera que entre ellos se repelan y así no puedan quedarse apelmazados, dando una sensación de volumen y suavidad.
Acondicionadores comerciales: poco ecológicos
De este modo, los acondicionadores de cabello o suavizantes se conforman con una pasta humectante mezclada con el tensioactivo. La pasta humectante suele ser algún tipo de silicona hidratada, que se pegará al cabello perdiendo su agua pero quedando fijada en su estructura.
Los tensioactivos catiónicos más empleados en cosmética son las sales de amonio cuaternario como el cloruro de alquil trimetil amonio o la estearamidopropil dimetilamina.
Son sustancias inocuas, incapaces de afectar a nuestra piel del cuero cabelludo ya que su pH es neutro y no son alergénicas, tal como destaca este informe de la OCU sobre suavizantes de ropa, que utilizan los mismos productos. Es más, en los suavizantes de ropa el problema está en los aromatizantes, algo que no se utiliza en los acondicionadores de cabello.
Pero los productos comerciales que se emplean en los suavizantes sí tienen consecuencias sobre el medio ambiente o, al menos, corren el riesgo de tenerlas. Por un lado, la base humectante suele ser creada con siliconas, un compuesto sintético que se degrada lentamente y, por tanto, deja residuos en el medio una vez nos lo quitamos del pelo.
De hecho, las siliconas no solubles en agua acaban formando capas hidrófobas que se pueden pegar a la piel de los animales impidiendo la transpiración. Por no citar cuando en lugar de siliconas se utiliza aceite de palma.
En cuanto a los tensioactivos catiónicos, el problema es todavía mayor. Los que se emplean generalmente tardan un tiempo en degradarse y pueden pasar al medio acuático a través de los excedentes que nos aplicamos y que se van con el agua de la ducha por el desagüe.
Son sustancias con una gran capacidad antimicrobiana y de hecho pueden matar a las bacterias que suelen degradar la materia orgánica en las potabilizadoras, o bien puede suceder que superen los distintos filtros que se apliquen para capturar sustancias nocivas y pasen a ríos, lagos y mares.
Los tensioactivos catiónicos son capaces de adherirse a la membrana de los organismos unicelulares y destruirla, con lo que llegando a un medio natural pueden dejarlo sin vida unicelular.
No en vano se los ha utilizado en los hospitales como desinfectante. Adicionalmente, tienen actividad hemolítica en organismos pluricelulares; es decir que son capaces de destruir, por ejemplo, los glóbulos rojos de los peces si se presentan en grandes cantidades y son ingeridos por estos.
Por tanto, está claro que los acondicionadores de cabello comerciales, si bien no todos muchos de ellos, pueden ser una mala idea de cara al medio ambiente, sobre todo si se usan en exceso y el excedente, como nos suele pasar, viaja por el desagüe. Afortunadamente, fabricar un acondicionador para el cabello casero y sostenible no es imposible.
Cómo fabricar un acondicionador casero y sostenible
Hay muchas fórmulas para fabricar acondicionadores de cabello. Lo básico es que contengan un tensioactivo catiónico biodegradable. La buena noticia es que el vinagre es uno excelente. Por lo tanto, nos bastará con algún humectante natural capaz de impregnar el cabello y mezclarse bien con el vinagre.
De buenas a primeras, hay que decir que la mayonesa casera —o una variante avinagrada de esta— puede ser un excelente acondicionador para el cabello. El razonamiento químico de ello está en que la mayonesa es una emulsión de aire, agua, proteína y grasa perfecta para retener también el vinagre con su carga positiva.
Algunas personas recordarán que sus madres y abuelas batían yemas de huevo con aceite e iban añadiendo vinagre y limón hasta conseguir una pasta con la suficiente consistencia que se untaban el pelo y dejaban secar. Posteriormente, se aclaraban el pelo con agua y les quedaba sedoso.
Otra fórmula más moderna se puede lograr con aguacate, medio plátano, un huevo y 2 cucharadas de aceite de oliva virgen extra. Pero, aunque leamos en muchas páginas de internet que las mascarillas de aguacate son muy nutritivas por sus vitaminas y sustancias antioxidantes, siempre debemos recordar que el pelo es un trozo de materia muerta a la que ni las vitaminas ni los antioxidantes del aguacate, ni de ninguna otra fruta, pueden reanimar.