¿Por qué a los gatos no les gusta mojarse?
Los gatos pueden comportarse de modos “extraños” para un humano desentrenado o no familiarizado con el comportamiento felino. “A mi gato no le gusta mojarse y se enfurece, bufa y saca las uñas en cuanto intento meterlo en la ducha”, es un comentario frecuente en las consultas de comportamiento felino.
Pero lo cierto es que entender a los gatos muchas veces es tan sencillo como preguntar a sus genes. Porque la fobia que experimentan la mayoría de los gatos hacia el agua está más que justificada: tu felino tiene un miedo ancestral a mojarse.
Como hemos contado numerosas veces en esta columna gatuna, todos los gatos domésticos (también el minino que dormita hecho una rosquilla en tu cama) descienden del gato árabe o norteafricano salvaje, técnicamente llamado Felis silvestris lybica; un hermoso animal que sigue habitando en desiertos como el Kgalagadi.
Estos primos salvajes de nuestros gatos domésticos y caseros (todos ellos, Felis s. catus) llevan decenas de miles de años habitando territorios donde encontrar masas extensas de agua (en forma de pantanos o lagunas) resulta complicado, un bien escaso.
En consecuencia: nunca han tenido que aprender a nadar. Sencillamente, nadar o disfrutar de los baños nunca ha supuesto una ventaja evolutiva.
El miedo de los gatos por el agua es también físico
El nulo placer que la mayoría de los gatos sienten por el agua se extiende, además, a motivos físicos: la sensación de tener el cuerpo empapado les resulta desagradable. Sus pelajes ligeramente grasientos no repelen el agua tan fácilmente como lo hace nuestra piel; por lo que a los gatos les cuesta volver a secarse o recuperar la sensación térmica cálida que tanto les gusta.
Es más: para tu gato, la agilidad y la ligereza de movimiento resultan dos cualidades importantes. Y en el agua, o cuando están empapados, su movimiento se ralentiza y dificulta. Todo lo contrario de lo que quiere un gato feliz y seguro.
La ducha borra el olor de tu gato (y lo necesita)
Existe otro motivo por el que la mayoría de los gatos odian el agua y, mucho más, la ducha: sus feromonas. Estas moléculas actúan como mensajes químicos individuales, únicos e intraespecíficos: es decir, tanto tu felino (como otros gatos) las decodifican y reciben la información que aportan. Pero ni tú ni ninguna otra especie las huele.
Estas moléculas químicas (feromonas) son secretadas, mayormente, por las glándulas localizadas en la cara de tu gato: sobre todo, en la barbilla, en la zona detrás de los bigotes y las zonas de pelo más escaso que tiene debajo de las orejas.
Pues bien: cuando tu felino se acicala, además de limpiarse, lo que hace es recubrir su cuerpo con estas feromonas únicas e identificativas: está creando y cubriéndose con su marca olorosa de identidad felina.
Cuando duchas a tu gato, todos estos mensajes químicos que informan acerca de quién es, se borran. Por entendernos con un símil humano: sería como si al bañarnos, nos quedáramos ciegos de repente.
A algunos gatos sí les gusta el agua, ¡y hasta nadar!
Esto ni significa que algunos gatos no puedan aprender a disfrutar de los baños (o, a tolerarlos), si los enseñamos con cuidado y, mejor, desde que son muy pequeños. Pero aceptémoslo: la inmensa mayoría de los gatos huyen de la ducha y prefieren quedarse secos.
Como ya te contamos hace unos meses: lo cierto es que tu gato no necesita ducharse. Tu felino ya dedica un tercio de su tiempo despierto a la exhaustiva tarea de acicalarse: una concienzuda limpieza para la que utiliza sus dientes y su lengua, una poderosa herramienta de higiene cubierta de espinas rígidas y queratinosas.
Aceptémosolo: no hay esponja ni ducha humana que supere esto. Pero no todos los gatos evitar nadar o mojarse. A los gatos de raza Van, que viven en el lago Van, en el este de Turquía, sus madres felinas les enseñan a bucear cuando son cachorros. Y otros gatos (bastantes) muestran fascinación por el chorro de agua que cae de un grifo medio abierto.
Algunos gatos meten la pata en el grifo o empiezan a beber de él. Pero no significa que se bañen: solo los más intrépidos y juguetones (sobre todo, si aprendieron de cachorros), llegan a mojarse.
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