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TDPM: ¡Bah: solo son cosas de mujeres!

Las víctimas del TDPM, entre un 3% y un 1,5% de las mujeres, son presa de depresiones abismales, agresividad inusitada, instintos suicidas y aislamiento radical entre una y dos semanas antes de menstruar. Después regresan a la normalidad más absoluta y son lo que llamaríamos “mujeres encantadoras” Dándole la vuelta al argumento, algunos podrían decir que mientras sufren el TDPM son “mujeres complicadas”.

En absoluto es así: tanto antes como después del sangrado, en su infierno y en su normalidad, son personas de carne y hueso, madres y profesionales cualificadas que necesitan y reclaman si no una solución a su problema, sí al menos ser escuchadas, tenidas en cuenta, respetadas como enfermas. Por lo tanto, reclaman que el sector de la investigación médica les dé la importancia que merecen.

Tres de estas mujeres, valientes como pocos hombres lo serían, han dado la cara en el reportaje y han puesto su voz en cuatro vídeos, haciendo del TDPM una realidad a la vez que eliminaban la sensación de que es un problema lejano, una cosa de mujeres que deben callarse y esconder como una vergüenza. Las encontramos, cuando nos propusimos escribir el reportaje, gracias a una columna de una de ellas, Marta Soler, en eldiario.es: ¡Qué suerte tengo, no estoy loca!

A partir de ahí contactamos con su grupo en Facebook y conocimos a las personas que vivían detrás de las siglas TDPM. Marta Soler, Marta Sorribas y Daniela Reis se prestaron a encarnar el padecimiento de muchas otras mujeres, sus compañeras, porque decidieron que de una vez por todas la sociedad tenía que saber que existía una enfermedad que se llama TDPM y que puede alcanzar hasta a diez millones de mujeres en el mundo, si no más...

Una de ellas nos comentó por el messenger que al ver los vídeos editados se había quedado profundamente impresionada por oírse relatando su propia castración química. Sabía que miles de personas la verían y escucharían, pero lo que más le asustaba era escucharse a ella misma ante una verdad tan terrible.

Nosotros le mandamos este extracto de un poema de Gabriel Celaya:

“Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,

mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,

fieramente existiendo, ciegamente afirmado,

como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente

los vertiginosos ojos claros de la muerte,

se dicen las verdades:

las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas

que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,

piden ser, piden ritmo,

piden ley para aquello que sienten excesivo.“

Creemos que resume perfectamente el motivo por el que ellas se prestaron a dar su testimonio, y también lo que nos impulsó a nosotros a recogerlo y plasmarlo en el reportaje. Hay que mirar de frente al TDPM, decir exactamente lo que es y hacer que la sociedad lo escuche, que lo asuma y que no lo estigmatice, sino que lo entienda como una enfermedad que debe ser abordada en toda su complejidad.

Ellas, las enfermas, han pedido al Ministerio del Interior que las reconozca como asociación, pero de momento han recibido la callada por respuesta.

El 'tomatazo de toda la vida' -tal como lo refiere un lector-, la 'limitación' de las mujeres, desarreglos pasajeros, histerias... En definitiva: solo un problema de mujeres. Así es como esta sociedad patriarcal y machista tiende a ver algo tan cotidiano como el síndrome premenstrual, que afecta a tres de cada cuatro mujeres, es decir personas de pleno derecho. Por supuesto, al TDPM no lo ven.

Seguimos soslayando la menstruación, su fisiología y sus patologías inherentes como si fuera algo sucio, desagradable y vergonzoso, sobre todo para las que la tienen. Las mujeres son mujeres con y sin la regla; no son princesas de blanco con un aura divina, sino personas normales y corrientes, con las circunstancias derivadas de su condición de hembras igual que los hombres tienen otros condicionantes causados por su condición de machos.

Las mujeres sangran por la vagina cada 28 días y los hombres fabrican esperma continuamente y se convierten a partir de la adolescencia en unos seres obsesionados por el sexo. ¿Y qué? Ya es hora de abordar estos hechos, derivados de la biología de los mamíferos, como una realidad neutra, ni blanca ni negra, de la que además depende la pervivencia de nuestra especie.

No cabe la vergüenza en ninguno de estos apartados. Ojalá lo viéramos ya así, porque va siendo hora. Sin embargo, un telón de doble moral e higiene mental mal entendida se eleva ante nuestra comprensión para evitar que nos adentremos en las particularidades del otro y lleguemos a comprenderle.

Parece que interesa a alguien que las cosas de hombres sigan siendo de hombres -por lo tanto importantes- y las de mujeres sean, ¡bah, solo cosas de mujeres! Este muro rígido e impenetrable es la peor barrera para que nos mojemos no solo con el TDPM sino con el síndrome premenstrual en su conjunto, un condicionante que no discapacita para nada a ninguna mujer ni le impide ser tan competente como el que más.

Si lo superamos, el camino hacia el respeto, la consideración y la actitud de integrar a las enfermas de TDPM será llano y despejado. Si no conseguimos tirar ese muro, estaremos una y otra vez en la primera frase de la entradilla de este editorial: “El miércoles pasado publicamos el reportaje 'Hace menos de un siglo, las mujeres que lo sufrían acababan en el manicomio.”