Cinco juegos para estimular la memoria de los adultos mayores

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Es normal que, con el paso de los años, se produzca un cierto deterioro de la memoria. Pero es posible ayudar a que ese deterioro no sea tan importante. Del mismo modo en que la actividad física contribuye a mantener el cuerpo en condiciones saludables, hay algunas actividades y hábitos muy simples que propician que el cerebro se mantenga “en movimiento” y, por lo tanto, en buen estado.

Algunos de esos hábitos son:

  • usar el reloj en el brazo contrario a donde siempre se lo ha llevado;
  • realizar ciertas tareas con la mano opuesta a aquella con la que siempre se han realizado (sostener un vaso, usar el mando a distancia, cepillarse los dientes, etc.);
  • vestirse con los ojos cerrados;
  • hacer trayectos diferentes para visitar lugares habituales como la casa de familiares o amigos, una tienda, un bar, etc.

Todas esas son formas de romper la rutina y hacen que el cerebro deje de funcionar de manera automática. De ese modo se estimulan las sinapsis, es decir, las conexiones neuronales.

También el ejercicio físico contribuye con la salud mental. De entre once actividades corporales analizadas por científicos de Estados Unidos en 2003, bailar resultó la más beneficiosa para la memoria entre personas de entre 75 y 85 años de edad, y no deportes clásicos como la natación, el tenis o el golf.

Esto se debe a que el proceso de aprender los pasos de la danza y ajustar la coordinación rítmica propician el desarrollo de nuevas conexiones neuronales. El mismo estudio examinó también el papel de ciertas actividades intelectuales en la salud de la memoria, y concluyó que tres de ellas eran muy positivas: leer, tocar instrumentos musicales y jugar juegos de mesa.

Dado que los juegos tienen beneficios en este sentido, a continuación se enumeran cinco que estimulan la memoria y funcionan como un entrenamiento cerebral para los adultos mayores, y por lo tanto mejoran su calidad de vida.

1. Juego de las parejas

Este es el más conocido de los juegos para ejercitar la memoria. De hecho, también es llamado “juego de la memoria” o “memotest”, entre otras denominaciones. Consta de un buen número de fichas (o cartas), cada una con una imagen; todas estas imágenes vienen por pares: hay dos fichas por cada ilustración. Por el dorso, en cambio, son todas iguales.

El desarrollo del juego es simple. Se mezclan todas las fichas y se colocan sobre la mesa, cara abajo. Por turno, los jugadores dan vuelta dos de ellas: si las imágenes coinciden, el jugador se las queda; si no, las vuelve a girar y las deja donde estaban.

El objetivo, por supuesto, es recordar dónde están esas imágenes para poder dar con ellas cuando, en un turno siguiente, aparezca su pareja. Se trata de un juego que gusta mucho a los niños pequeños, y los que se comercializan en las tiendas están apuntados a esas edades.

Pero los adultos también pueden divertirse con él, además de ayudarles a mantener su cerebro en forma. En todo caso, se pueden añadir ciertas reglas para incrementar el nivel de dificultad, como jugar con un máximo de tiempo o de oportunidades en las que se pueda fallar.

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2. Crucigramas y otros juegos con palabras

Los juegos con palabras también son de gran ayuda, ya que el lenguaje es un elemento clave en el funcionamiento de los “engranajes” cerebrales. En este sentido, las posibilidades son múltiples. Por un lado están las sopas de letras; el Scrabble -en sus múltiples versiones, tanto en formato físico como en la web y en aplicaciones para móviles y tabletas- y los crucigramas, pero también los salen en los periódicos o en revistas.

Por el otro, hay juegos como las “palabras encadenadas”. Dos o más personas deben decir algún vocablo, por turnos, de modo tal que la primera sílaba de cada uno coincida con la última sílaba del término anterior. Por ejemplo: si el primer jugador dice “som-bra”, el siguiente puede decir “bra-sa”, el otro “sa-bor”, luego “bor-di-llo”, etc.

Otra propuesta puede ser partir de una sílaba y pensar palabras que comiencen por ella, que terminen así o que la tengan en el medio. Una opción más para jugar con las palabras: el llamado “nombre, apellido, cosa, animal”, que también recibe nombres como “stop”, “basta”, “alto el fuego”, “tutti-fruti” o “bachillerato” (y que cuenta desde hace años con su versión comercial, bautizada como Scattergories).

Se trata de establecer categorías, como las que dan nombre a la actividad (nombre, cosa, animal) pero que pueden ser también muchas otras, incluso del ámbito privado de quienes juegan (“sitios a los que hemos ido de viaje”, “objetos que hay en esta casa”, etc.).

A partir de la elección de una letra, el desafío es hallar una palabra para cada categoría que comience con esa letra. Por ejemplo, con la letra C: “Carlos”, “Caravajal”, “cuchillo”, “cabra”…

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3. Sudokus y otros juegos matemáticos

Los sudokus se popularizaron hace años y se han convertido en una presencia permanente en muchas publicaciones, algo así como la versión numérica de las palabras cruzadas. Los hay de diversos niveles de dificultad, lo cual permite que muchas personas puedan acceder a ellos.

Pero también existen otros juegos matemáticos, mucho más simples, que pueden ser resultar entretenidos y más apropiados para personas más mayores o con más dificultades. Uno de ellos consiste en que un familiar u otra persona que acompañe a la persona mayor proponga algunos productos típicos de la compra (como pan, pescado o leche) y les atribuya un precio a cada uno.

Luego le hará preguntas: ¿cuánto gastaré si quiero comprar una barra de pan y un pescado?, ¿cuánto si quiero un pescado y dos litros de leche?, ¿cuánto me darán de vuelta si compro tres barras de pan y pago con un billete de veinte? Esos cálculos simples pueden ser muy valiosos para personas que llevan mucho tiempo sin ejecutarlos.

El Centro de Prevención del Deterioro Cognitivo, dependiente de la Comunidad de Madrid, ha publicado una serie de cuadernos de ejercicios, con muchas actividades y propuestas de esta clase, destinadas a ejercitar la memoria y la actividad intelectual de los adultos mayores. Los cuadernos se pueden descargar gratis desde su sitio web.

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4. Puzzles

Armar puzzles es una afición compartida por miles de personas en todo el mundo. Casi todas ellas lo hacen por el placer que encuentran en ello, por su carácter lúdico y el desafío que representa. Pero resolver rompecabezas también ofrece muchos otros beneficios, y la memoria resulta muy beneficiada.

A mayor cantidad de piezas, más trabaja el cerebro en procura de encontrar las relaciones entre las imágenes y recordar los fragmentos vistos con anterioridad para saber en dónde pueden encajar. Por ello, la tarea de descifrar y armar un puzzle es una actividad estupenda para la salud cerebral.

Además de favorecer la memoria, los rompecabezas ayudan a desarrollar la paciencia y a relajarse, y por lo tanto sirven para aliviar el estrés y la ansiedad.

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5. Un diario autobiográfico

Escribir no es, en rigor, un juego. Pero también se puede afrontar como una tarea lúdica, un pasatiempo divertido que ayude a ejercitar la mente. En general, la escritura de un diario siempre contribuye con la memoria, pero no se trata aquí solo de un registro de los días, sino de un diario autobiográfico.

Algo así como escribir las propias memorias: una serie de notas en las cuales la persona relate sus experiencias y acontecimientos del pasado.

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Para alguien “en la última etapa de su vida, mirar hacia atrás constituye buena parte del presente”, afirma Arthur Kleinmann, psiquiatra y catedrático de Harvard, en su libro The Illnes Narratives: Suffering, Healing & The Human Condition (“Las narrativas de la enfermedad: el sufrimiento, la salud y la condición humana”).

“Esa mirada retrospectiva sobre los momentos difíciles de la vida -añade el especialista- es tan fundamental para la última etapa del ciclo vital como lo es soñar para los adolescentes y los adultos jóvenes”.

De este modo, proponerse la escritura con una cierta regularidad (una nota por día, o una a la semana, etc.) permite trabajar la memoria al esforzarse por recuperar los hechos del pasado, pero también es un modo de dar un sentido a la vida, hallar un significado en la propia historia.

Algo que constituye, por otra parte, un trabajo menos de “recuperación” que de creación, ya que, como asegura el escritor británico Julian Barnes en su novela Hablando del asunto: “El relato de nuestra vida no es nunca una autobiografía; es siempre una novela”.

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