Si no ves este contenido puede deberse a la carga en tu dispositivo móvil. Haz clic aquí para recargar la página.
La fruta y la verdura son una de las bases nutricionales en una dieta correcta, como por ejemplo la dieta mediterránea. No obstante, el consumo de estos productos en España arroja unos datos preocupantes.
Según la Encuesta Europea de Salud en España del año 2020, “el consumo de fruta a diario en la población de 15 y más años es de un 71,2% en mujeres y un 63,9% en hombres; y el de verduras, ensaladas y hortalizas de un 52,0% en mujeres y un 41,0% en hombres”. Lo ideal sería que todas y todos consumiéramos a diario fruta y verdura.
En concreto, tal como recoge el Informe del Consumo Alimentario en España en 2021, tras la pandemia que nos mantuvo dentro de casa, han vuelto a descender el número de comidas dentro del hogar, y con ellas el consumo de productos frescos. Y ha aumentado el porcentaje de productos comprados en restaurantes o establecimientos de comida rápida.
Mientras que el Informe del Ministerio atribuye a una menor disposición de tiempo para cocinar el descenso del consumo de frescos, la encuesta europea habla del problema de la corta vida de las frutas y verduras una vez compradas como impedimento para hacer su consumo estable a lo largo del tiempo.
Si a ello sumamos que en 2022 la cesta básica de alimentos frescos llegó a encarecerse más de un 60% respecto al año anterior, entre otras causas por la guerra de Ucrania, pero también por un problema de inflación coyuntural; es probable que entre 2022 y 2023 el consumo de frutas y verduras haya descendido respecto a lo que indicaba la encuesta de 2020.
Así, la Asociación de Productores y Exportadores de Frutas, Hortalizas, Flores y Plantas Vivas (FEPEX) aseguraba en septiembre del pasado año, con datos hasta agosto, que “el consumo de frutas y hortalizas frescas en los hogares ha caído un 13% respecto al mismo periodo de 2021”.
En este contexto hay varios frentes donde es más difícil luchar, como son el control de precios y la falta de tiempo, por lo que lo más eficiente es centrarnos en la compra de aquellas frutas y hortalizas que muestren una mejor conservación, especialmente ahora que llega el calor.
Tal vez así pueda reducirse el desperdicio alimentario en los hogares españoles. En datos del Informe del Desperdicio Alimentario en España 2021, que elabora el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, cada español tiró de media a la basura 28,21 kilos/litros de alimentos en el año 2021.
Las frutas y verduras que duran más
La ONG Second Harvest, muy extendida por Estados Unidos y Canadá, se dedica a la recolección de alimentos y su reparto entre aquellas personas que los necesitan y no pueden obtenerlos por su bajo poder adquisitivo.
Para esta organización es fundamental que se le entreguen productos de larga viabilidad para el consumo, es decir que tarden en caducar y estropearse, por lo que valoran más determinadas frutas en función del tiempo que estas duran frescas.
Para elaborar un listado de los productos más longevos se basan en la FAO y sus tablas de conservación, según las cuales las frutas que mejor aguantan son:
- Naranjas: pueden durar hasta 60 días a una temperatura entre 0 y 9ºC y una humedad relativa del 85-90%.
- Manzanas: pueden durar entre 30 y 180 días a una temperatura de entre -1 y 9ºC y una humedad relativa del 90-95%.
- Mandarinas: entre 4 y 7ºC y a una humedad del 90-95%, llegan a 28 días.
- Kiwi: Si se conservan entre 0 y 4º a una humedad del 95% pueden superar los 30 días de almacenamiento.
- Granadas: a una temperatura de 5ºC y una humedad relativa del 95% pueden llegar a durar 90 días.
- Peras: las peras pueden llegar a durar más de 200 días siempre que se conserven como máximo a 0,5ºC y una humedad del 95%.
- Limones: el limón aguanta bien entre 10 y 15ºC y a una humedad del 90-95% durante 180 días.
En condiciones de nevera normal, la mayoría de esta fruta puede durar en el frigorífico entre dos semanas y un mes fresca, siempre en función del estado en que se encuentre previamente.
Por otro lado, no es recomendable dejar la fruta fuera de la nevera cuando la temperatura ambiental supera los 25ºC, con excepción de los plátanos y los aguacates, a no ser que ya estén maduros.
Respecto a las verduras que duran más, incluyen las patatas, el repollo, las remolachas, los nabos, la lombarda, el jengibre, las chirivías, las cebollas enteras, las calabazas enteras, los boniatos y el apio.
Cómo tratar la fruta para que nos dure más en época de calor
1. Saber elegir
Si la vamos a consumir de inmediato o en los próximos días, conviene que la fruta esté madura y lista para comer. En el caso de la fruta de agua, como albaricoques, melocotones, etc.; conviene que esté en plenitud de color, de amarillo anaranjado o rojo fuego en el caso de nectarinas. Además, debe oler.
Si hablamos de sandías, al golpearlas deben retumbar como un tambor. En los melones, el peso debe ser compacto y el color tender a verde amarillento, con las estrías bien marcadas y el botón opuesto al pedúnculo debe estar turgente y ceder un poco ante la presión.
En las fresas y las cerezas el color debe ser el habitual, oler con potencia y no mostrar elementos golpeados o tumefactos. En la piña americana sabremos de su madurez por el olor y al arrancar sin dificultad las hojas de la corona.
Por contra, si nuestra intención es dejar para su consumo en los días siguientes, incluso la semana siguiente, lo sensato es escoger fruta que aún esté un poco verde, y el siguiente paso será saber dónde y cómo guardarla.
2. Llevarla a casa en buenas condiciones
Una vez comprada la fruta, debemos saber cómo transportarla. Debido a que se trata de fruta en pleno climaterio, las distintas piezas estarán emitiendo etileno, una hormona vegetal que acelera la maduración de las piezas colindantes.
Plátanos, manzanas, melones, sandías, peras o melocotones están entre las que más etileno emiten –climatéricas– y, por tanto, puestas en una bolsa de plástico o rafia, con poca ventilación, prometen estropear piñas, frambuesas, fresas, cerezas, nísperos, etc., si el transporte se prolonga más de un cuarto de hora.
La solución es separar los emisores (las climatéricas) del resto de las frutas que no emiten pero maduran al contacto con el etileno –no climatéricas–. Pero aún mejor es hacerse con una bolsa de malla de las que toda la vida se han empleado para transportar la fruta, precisamente porque su ventilación dispersa el etileno.
3. Colocar cada fruta según sus necesidades
El tercer y último paso será guardar nuestra fruta de un modo óptimo. Es decir, donde más nos dure y mejor conserve sus propiedades. El primer lugar en el que pensamos es la nevera, pero este sitio no es apto para todas las frutas ni en todas las condiciones.
Por ejemplo, melones y sandías solo deben entrar en la nevera en el momento de su consumo. La razón es que el frío puede detener la producción de azúcares y un melón que no esté del todo maduro puede sabernos insípido si madura en la nevera. Y lo mismo puede decirse de la sandía. Se guardarán en exteriores en fresco y a oscuras.
En cuanto a nísperos, melocotones o albaricoques, se rigen por la misma norma a no ser que ya estén maduros: en exterior, mejor en sitio fresco, oscuro y ventilado, y cuando maduren, si queremos, las podemos pasar a la nevera. Si queremos que nos duren, es mejor comprarlas un poco verdes que enfriarlas.
Cerezas y fresas, en cambio, sí nos piden nevera, pero principalmente es porque se trata de u tipo de fruta que ya se vende madura y lista para consumir, con lo que soporta mal altas temperaturas.
Y finalmente en un grupo aparte están las que nunca deben ir a la nevera porque se estropean con el frío. A este grupo pertenecen plátanos, piña americana o el aguacate. Para ellos, el paso por el frío puede suponer la ruina de sus propiedades. De nuevo mejor comprar verde y que maduren en casa, lejos del sol directo y las fuentes de calor.
4. Manipular la fruta justo antes de consumir
La fruta solo se manipulará en épocas de calor justo antes de su consumo, poniendo como plazo límite 30 minutos, no más. Por otro lado, por precaución, la lavaremos tanto si vamos a consumirla con piel como sin.
Eso sí, en el segundo caso la lavaremos antes de pelarla, para evitar contaminaciones cruzadas de la piel a la pulpa mientras la pelamos. Asimismo, nos lavaremos las manos antes de pelar la fruta, sobre todo si vamos a elaborar macedonias.
Si no te quieres perder ninguno de nuestros artículos, suscríbete a nuestros boletines