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¿Está limpia de sangre la lana de mi jersey? No siempre

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Aunque fue hace miles de años cuando alguien se dio cuenta de que podía vencer al frío cubriéndose con el pelo de las ovejas, el verdadero auge de la industria de la lana llegó en la España de final de la Edad Media de la mano de la oveja merina. 

La lana ya escondía cualidades admiradas: era elástica, suave y resistente, calentaba, refrigeraba, no cogía suciedad y no ardía fácilmente. Pero ninguna lana se podía comparar con la calidad y finura de aquella obtenida de las ovejas merinas.

Tan valorada era que, a pesar de estar prohibida en España su exportación, algunos ejemplares llegaron a Gran Bretaña, Francia, Alemania, e incluso a Australia, ahora primer país en la obtención y venta de lana gracias a la selección genética de esta raza.

A día de hoy, la lana sigue dándonos cobijo ante el frío, ya sea en mantas, alfombras, tejidos, prendas de ropa y un largo etcétera. Pero lo cierto es que esta industria a gran escala exige una alta productividad con un coste elevado, no solo para los animales, si no también para el medioambiente.

La esquila: un proceso necesario y delicado

“La mayoría de las ovejas domésticas no pierden el vello naturalmente y hay que esquilarlas”. Así lo afirma Dave Thomas, del Departamento de Ciencias Animales de la Universidad de Wisconsin.

La esquila es un proceso realizado una vez al año, concretamente en los meses de verano, coincidiendo con el levante propio de la lana del animal. Tal es su importancia que si no se esquilan, las ovejas corren riesgo de sufrir más infecciones, ceguera, obstrucción de las vías urinarias y dificultad para levantarse por el peso del vello. 

Pero la esquila, que hace años se realizaba a mano, puede hacerse ahora con ayuda de una máquina en tiempo récord. Y ahí está la clave: el tiempo. “En la industria de la lana se cobra por el número de animales esquilados, normalmente 200 al día, unas dos o tres ovejas por minuto”, señalan desde RSPCA, la Real Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales.

A sabiendas de que un minuto marca la diferencia, en ocasiones los esquiladores pierden los nervios cuando el animal se revuelve durante la esquila. Así lo demostró PETA, asociación animalista en la que un testigo reunió 11 vídeos de 99 operadores de lana en cuatro continentes (cuidado: las imágenes pueden herir la sensibilidad de las personas lectoras).

“En ellos se revela que los trabajadores en la industria global de la lana golpean, pisotean, patean, avientan y mutilan a las inofensivas y asustadas ovejas”, explican desde PETA.

Modificación genética: un antinatural exceso de lana

Las ovejas, sobre todo las de raza merina, llevan años siendo seleccionadas genéticamente -principalmente en países como Australia- para que tengan una mayor superficie de piel en la que producir mayor cantidad de lana. 

Este exceso de lana hace que miles de ovejas mueran asfixiadas por el peso y el calor de su propio vello. No solo eso, sino que la mayor superficie de piel incrementa el número de pliegues y arrugas en ella.

Esto desemboca en el aumento de la sudoración y un mayor riesgo de sufrir infecciones como la miasis, “una enfermedad de la que mueren alrededor de tres millones de ovejas en Australia”,  según Animals Australia.

Como explican desde la organización AnimaNaturalis, cuando las ovejas padecen miasis, los ganaderos australianos no suelen gastar dinero ni en anestesia ni en medicamento y las mutilan de forma agresiva con una técnica llamada mulesing. 

Afirman también que “sin intervención humana, a las ovejas solo les crecería la lana suficiente para protegerse de las inclemencias del clima, pero el manejo de las características genéticas deseadas comercialmente han logrado que estos animales se hayan convertido en máquinas de producir lana”.

Eso sí, estas prácticas violentas están prohibidas en muchos países. De hecho, en la mayoría se suele prevenir la enfermedad con insecticidas. En el caso de España, entre otros, “si las ovejas se infectan de miasis se tratan con Ivermectina, un antiparasitario”, explica el secretario técnico de la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Merino, Antonio Granero.

Impacto medioambiental

La lana puede ser beneficiosa para el medioambiente ya que, como explica la coordinadora de la asociación Trashumancia y Naturaleza, Concha Salguero, “puede ser empleada en bioconstrucción como material aislante, constructivo o como firme en el arreglo de caminos; como absorbente en derrames de petróleo; como biofertilizante agrario, o en el sector textil”. 

Pero su uso a gran escala provoca un gasto ingente de agua debido a los procesos de lavado que requiere para comercializarse y, además, “supone la generación de aguas residuales con gran carga contaminante”, asegura Maria Luisa Coderch, profesora de investigación del CSIC en el Instituto de Química Avanzada de Catalunya.

Aun así, cabe decir que existen empresas que crean lana ecológica de ovejas criadas en libertad, sin exceso de contaminación ni maltrato animal. Además, la lana es un material amigable con el ambiente: es 100% renovable, biodegradable y requiere de menos lavados que otras prendas. 

¿Cómo puedo saber de dónde viene la lana de mi jersey?

Existen etiquetados como Global Organic Textile Standard (GOTS) o Responisble Wool Standard (RWS) que están exentos del uso del mulesing. En concreto, este último requiere que todos los sitios y productores de lana estén certificados con el cumplimiento de los requisitos sociales, de gestión de la tierra y de bienestar animal.

Aun así, lo cierto es que identificar la procedencia de la lana que usamos a diario no es tarea sencilla, porque, a pesar de lo que ponga en el etiquetado, cualquier ovillo de lana ha podido ser tejido a partir de fibras compradas a granel en Australia, aunque sea producido en otro país.

Pero la tecnología avanza y diferentes empresas luchan por eliminar esta situación. Existen algunas cuyos proyectos intentan replicar el tejido de la lana y también otras preocupadas por comunicar la procedencia de los materiales con los que fabrican sus prendas de ropa. 

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