Se estima que la rueda se inventó alrededor del 3500 a.e.c. en Mesopotamia. La maleta es un invento al menos igual de antiguo. Ötzi, la momia de un hombre de hace 5.000 años encontrada en el hielo, tenía los restos de una mochila de cuero en su espalda, y sabemos que los antiguos romanos viajaban con cofres de madera. Lo sorprendente es que a nadie se le ocurrió poner ruedas a una maleta hasta 1970, de cuando data la primera patente.
Las maletas modernas son una maravilla de la tecnología gracias, en buena medida, a la popularización de los viajes en avión. Las restricciones en el peso del equipaje obligan a usar materiales livianos, pero que a su vez deben ser resistentes para soportar el trajín y el trato, no siempre delicado, al que las someten en los aeropuertos.
Maletas rígidas
Las primeras maletas rígidas aparecieron en los años 50 y estaban hechas de fibra vulcanizada, un tipo de cartón endurecido con goma. En los 70 y 80 empezaron a fabricarse con plásticos ligeros y muy resistentes, como el ABS, el policarbonato y el polipropileno, junto con el aluminio.
Las maletas rígidas ofrecen una notable durabilidad y protección, lo que las hace ideales para transportar objetos frágiles debido a su resistencia a impactos, golpes y aplastamientos. También son impermeables, proporcionando una barrera eficaz contra las inclemencias del tiempo. Esto las convierte en las maletas ideales para el equipaje facturado.
Además, su estructura rígida facilita la organización interna y evita que el contenido se desplace, además de permitir un apilado y almacenamiento eficiente. Estas maletas también suelen tener cerraduras más seguras. Sin embargo, de forma inevitable, suelen ser más pesadas que las maletas flexibles, lo que significa que podremos llevar menos cosas en ellas sin superar el límite permitido por las aerolíneas.
Además, la rigidez también implica que no pueden expandirse. Todos tenemos en la cabeza la imagen cómica de alguien que cierra una maleta rígida rebosante con mucha dificultad, solo para luego tener que abrirla en la inspección del aeropuerto, y ver como todos los contenidos salen disparados. El otro inconveniente es guardarla en casa cuando no estemos de viaje, ya que no se pueden plegar, y muchas veces terminan convertidas en un armario dentro del armario.
Maletas flexibles
Una maleta o bolsa de viaje flexible puede estar fabricada con tejidos ligeros y resistentes al roce, como lona, poliéster o nylon. Los tejidos sintéticos son además resistentes al agua. Algunas maletas y bolsas flexibles emplean tejidos reforzados, como el nylon balístico, que proporciona una resistencia superior a la abrasión y los desgarros. En otros casos, pueden tener una capa externa tratada con recubrimientos especiales que repelen el agua y la suciedad.
Además de estos materiales principales, las maletas flexibles suelen incluir componentes adicionales como cremalleras de alta calidad, asas acolchadas, refuerzos en las costuras y esquinas, e incluso ruedas para poder arrastrarlas sin esfuerzo, mejorar la comodidad y la funcionalidad.
Una de las principales ventajas es que el interior de las maletas y bolsas flexibles parece ilimitado. Da la impresión de que siempre hay lugar para poner algo más, comprimiendo un poco los contenidos y forzando las cremalleras. Además, se pueden amoldar para entrar en maleteros del coche o compartimentos superiores del avión.
Esta ventaja se convierte en un inconveniente, especialmente si utilizamos una bolsa flexible como equipaje de cabina. Es fácil llenar la bolsa en exceso y que exceda el peso y, sobre todo, las dimensiones permitidas. Las cajas de medida que hay en la puerta de embarque son las enemigas de las bolsas flexibles. Por otro lado, si utilizamos una gran bolsa flexible como equipaje facturado, los contenidos no están tan protegidos contra golpes, rozaduras y desgarros como en una maleta rígida. No son la solución para transportar algo delicado, como botellas que contengan líquidos.
También son menos resistentes a las inclemencias del tiempo, como la lluvia o la nieve, especialmente si usan materiales no impermeables. Las cremalleras y los cierres son más vulnerables a manipulaciones, y es más complicado cerrarlas con seguridad, ya que será fácil para un ladrón rasgar la maleta para acceder a su interior. Eso sí, en casa, cuando volvamos de viaje, la podremos plegar y guardar ocupando un espacio mínimo.
Maletas semirrígidas
Las maletas semirrígidas combinan lo mejor de los dos mundos: características de las maletas rígidas y flexibles. Se fabrican con materiales como poliéster y nylon para la parte exterior, aportando ligereza y resistencia al agua. Estos materiales están reforzados en el interior con estructura interna de plástico o fibra de vidrio, por lo general en la parte trasera y los laterales, que proporcionan una rigidez moderada y protección contra impactos, manteniendo la forma de la maleta y protegiendo su contenido. La tapa del cierre suele ser más flexible, lo que permite “rellenar” la maleta más allá de sus dimensiones iniciales.
Las cremalleras de alta calidad, resistentes y duraderas, son un componente fundamental a la hora de elegir una maleta semirrígida, asegurando que la maleta se pueda cerrar y abrir fácilmente sin dañar los contenidos. En algunos modelos hay una cremallera adicional que permite expandir la maleta. Esta solución es un arma de doble filo: una maleta de cabina expandida puede superar las dimensiones permitidas, mientras que si expandimos la maleta facturada para poner más cosas dentro, hay más riesgo de pasarse de peso, y tener que pagar un suplemento.
¿Cuál elegir? Dependerá siempre de lo que vayamos a transportar, el medio de transporte, especialmente en el caso de las aerolíneas, y los gustos personales. Las maletas semirrígidas pueden ser una solución para la mayoría, mientras que las rígidas son para quienes necesitan protección extra (y no pasarse de las dimensiones permitidas), las flexibles nos permitirán colocarlas en sitios inverosímiles si seguimos nuestro viaje en autobuses, coches o barcos.