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Mantener la calefacción encendida al mínimo o encenderla y apagarla: ¿cómo ahorras más?

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Martín Frías

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¿En tu casa hay peleas por la calefacción? Además de las preferencias personales sobre la temperatura, es probable que el conflicto venga por las facturas desorbitadas durante los meses de invierno. No es de extrañar. Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), la calefacción supone aproximadamente el 41% del consumo energético total de una vivienda media en España. Sin embargo, hay muchas variaciones.

El gasto, lógicamente, se concentra en las comunidades más frías. Las zonas con clima continental, como el centro de España, que agrupan algo más de un tercio de los hogares, tienen un gasto en calefacción que puede llegar a ser un 53% mayor que la que se hace en la zona mediterránea o atlántica. Esto se compensa, por otro lado, con el mayor gasto de energía en aire acondicionado en esas zonas. 

Los costes asociados a la climatización ponen de relieve el problema de la pobreza energética en España. Según datos de Eurostat recogidos por el MITECO, el porcentaje de la población incapaz de mantener su hogar caliente aumentó del 9,1% en 2018 al 20,8% en 2022.

Cuando el frío intenso obliga a buscar maneras eficientes de mantener una temperatura confortable sin disparar las facturas energéticas, surgen las dudas. ¿Es mejor encender y apagar la calefacción según sea necesario o mantenerla encendida al mínimo de manera continua? La respuesta no es sencilla, ya que depende de diversos factores como el aislamiento del hogar, el tipo de sistema de calefacción y los hábitos de quienes viven en él.

Encender y apagar según la necesidad

Para muchas personas, encender la calefacción solo cuando están en casa parece ser la opción más lógica. Esta estrategia tiene sentido desde el punto de vista energético, ya que evita el gasto innecesario cuando no hay nadie en casa. Sin embargo, existe un punto a considerar: si la vivienda pierde calor rápidamente debido a un mal aislamiento, el sistema de calefacción tendrá que trabajar más intensamente para alcanzar la temperatura deseada cada vez que se encienda. Esto puede generar picos de consumo que, dependiendo del sistema utilizado, podrían no ser tan eficientes como parecen.

En los hogares bien aislados, esta estrategia puede ser más eficiente porque las paredes, suelos y techos conservan el calor por más tiempo, lo que significa que el sistema no tiene que funcionar durante periodos prolongados. Además, programar la calefacción para que se encienda antes de que llegues a casa puede asegurar un ambiente confortable sin desperdiciar energía durante tu ausencia.

Mantener la calefacción al mínimo

Por otro lado, algunas personas optan por mantener la calefacción encendida a una temperatura baja, como 16-18ºC, incluso cuando no están en casa. La idea detrás de esta estrategia es evitar que la vivienda se enfríe demasiado, lo que facilitaría que el sistema alcance una temperatura confortable cuando se suba el termostato. En este caso, el aislamiento de la vivienda vuelve a ser un factor determinante. Si el calor se escapa rápidamente, mantener la calefacción al mínimo podría resultar en un consumo constante que no se traduce en un ahorro significativo.

Sin embargo, esta estrategia puede ser útil en climas extremadamente fríos o en viviendas donde el sistema de calefacción tarda mucho tiempo en calentar el espacio. Es importante calcular si el consumo continuo al mínimo supera o no el gasto de encender el sistema solo cuando es necesario.

Cómo optimizar el consumo

Hoy en día, existen alternativas que pueden ayudar a optimizar el uso de la calefacción y a reducir el consumo energético. Una de las más recomendadas es el uso de termostatos inteligentes, que permiten programar horarios específicos y ajustar la temperatura según las necesidades de los ocupantes. Estos dispositivos también pueden aprender tus rutinas y ajustar el sistema de forma automática, maximizando la eficiencia.

Otra opción para quienes tienen calefacción central son las válvulas termostáticas para los radiadores, que permiten regular la temperatura en diferentes habitaciones según su uso. Por ejemplo, no es necesario calentar un dormitorio vacío durante el día o la sala de estar por la noche. Este tipo de dispositivos puede ayudar a personalizar el consumo de energía y evitar el gasto innecesario.

Por último, siempre es conveniente invertir en un buen aislamiento térmico para cualquiera de las estrategias mencionadas. Esto incluye ventanas con doble acristalamiento, puertas bien selladas, alfombras gruesas y el uso de cortinas térmicas. Un hogar bien aislado conserva el calor por más tiempo y reduce la necesidad de utilizar la calefacción de manera constante.

Estrategias híbridas

En algunos casos, combinar ambas estrategias puede ser la mejor solución. Por ejemplo, puedes programar la calefacción para que se mantenga a una temperatura baja durante las horas en las que no estás en casa y subirla cuando regreses. Esto asegura que la vivienda no se enfríe demasiado y evita el consumo excesivo al encender la calefacción desde cero.

También es útil aprovechar fuentes de calor pasivo, como la luz solar durante el día, abriendo las cortinas para permitir que el sol caliente naturalmente las habitaciones. Por el contrario, por la noche, cerrarlas ayuda a conservar el calor acumulado.

No existe una solución única que funcione para todos los hogares, pero el uso de tecnologías modernas como termostatos inteligentes y válvulas termostáticas, junto con mejoras en el aislamiento, puede marcar una gran diferencia en la eficiencia energética, y en la factura a final de mes.

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