¿Necesita mi perro un pienso diferente en cada etapa de su vida?
A diferencia de antaño, la concepción de que a nuestro perro “solo hay que alimentarlo” ha quedado obsoleta. Igual que los humanos tenemos ciertas necesidades nutricionales conforme avanza nuestra edad, lo mismo ocurre con los canes y cada vez los propietarios somos más conscientes de ello.
Sabemos que es imprescindible aprender a leer el etiquetado en busca de un pienso de calidad para nuestro can -para asegurarnos de que le estamos dando el alimento adecuado-, seguir unos horarios y una rutina de comidas y consultar al veterinario si creemos necesario hacer un diagnóstico en caso de enfermedades en busca de una dieta específica.
Pero, ¿sabemos cuáles son los factores que influyen en las necesidades nutricionales que tiene nuestro perro en cada etapa de su vida? Gemma Baciero, veterinaria y responsable del departamento de Comunicación Científica de Royal Canin nos ayuda a descubrir los aspectos que debemos conocer para brindarles los mejores cuidados alimentarios.
La edad, el tamaño y la salud
Al igual que ocurre con los bebés, las necesidades de los cachorros son muy específicas, pero todas ellas tienen algo en común: deben basarse en alimentos altamente digestibles.
Tras cuatro semanas alimentándose de leche materna, comienza la transición al alimento sólido, cuya textura es recomendable que sea húmeda o formarse a base de una croqueta rehidratable que permita preparar una papilla.
Cuando el cachorro tenga dos meses, adquiere la capacidad de masticar, por lo que pueden tomar las croquetas secas adaptadas a su tamaño.
Eso sí, no todos los cachorros alcanzan la etapa adulta al mismo tiempo, sino que, como apunta Baciero, dependerá de su tamaño: “los desarrollos más cortos e intensos requerirán contenidos energéticos más altos, mientras que para los crecimientos prolongados la energía será menor”.
En la edad adulta también influye el tamaño a la hora de elegir el pienso de nuestro perro, pues es en esta etapa es cuando pueden presentar algunas sensibilidades.
Por ejemplo, los perros pequeños son más propensos a desarrollar problemas dentales como el sarro y a la formación de cálculos urinarios, por lo que se beneficiarán de piensos que favorezcan la higiene dental y una orina más diluida.
Respecto a los perros medianos, “pueden sufrir problemas dermatológicos entre los 1 y 7 años, por lo que se beneficiarán de aceite de borraja, zinc, aminoácidos azufrados, ácidos grasos omega 3 y 6, etc.”, explica Baciero.
Los perros grandes “son más propensos a sufrir problemas articulares, motivo por el que ”los condroprotectores y EPA/DHA con efecto antiinflamatorio serán útiles para ellos“ explica la veterinaria, así como evitar la obesidad y proveerles alimentos altamente digestivos.
Cuando nuestro perro se hace mayor, “en comparación con un perro adulto más joven, en general, las necesidades energéticas disminuyen un 20% debido al menor metabolismo y actividad”, explica Baciero, por lo que necesitarán piensos con menor aporte energético.
Para mantener la masa muscular requerirán un aporte de proteína adecuado y de calidad; para frenar el proceso y sintomatología del alzheimer canino (disfunción cognitiva canina), alimentos ricos en antioxidantes; y para proteger la función cardíaca y renal, nutrientes como la L-carnitina, taurina, EPA y DHA, estos últimos también beneficiosos en el refuerzo articular.
Respecto a las perras gestantes, “en el último tercio de la gestación, a los 42 días, las necesidades energéticas de la perra aumentarán y como el volumen que ocupan los cachorros en su abdomen limita el espacio del estómago, la capacidad digestiva de la madre se reduce”, explica Baciero.
Es aquí cuando se debe cambiar a la madre a una alimentación con alto contenido de energía que permita ofrecer raciones muy concentradas con poco volumen: un alimento de cachorros puede ser adecuado en esta etapa.
Eso sí, debemos tener en cuenta que el cambio de pienso debe hacerse en todos los casos de forma progresiva. Según Baciero, “lo recomendable es sustituir un pequeño porcentaje del alimento por el nuevo cada día, comenzando por un 20-25% e incrementarlo gradualmente los días sucesivos, y así hasta realizar la transición completa, que normalmente puede durar una semana”.
La raza
Está más que demostrado que cada raza puede llevar asociadas algunas particularidades y un mayor riesgo a determinadas enfermedades. En algunos casos, el pelaje o la sensibilidad de la piel se traduce en unas necesidades nutricionales especiales.
Por ejemplo, el Yorkshire tiene un pelo muy fino, con un crecimiento continuo y una piel delicada sometida a menudo a las agresiones de la peluquería. “Otro ejemplo muy distinto es la piel de Pastor Alemán, que tiene un pH más elevado que en otros perros y que favorece la proliferación bacteriana y como consecuencia las infecciones”, explica Baciero.
Según el caso, también se tendrá en cuenta si existe una mayor tendencia a engordar, como en el Labrador, mientras que otros como el Rottweiler son más propensos a ciertos problemas cardíacos.
En muchas ocasiones, los alimentos específicos de raza tienen una croqueta adaptada en forma, tamaño y densidad y textura para facilitar la prensión de la croqueta: “no puede ser igual la de un Maltés que la de un Gran Danés: la mandíbula y la dentadura de cada uno son muy diferentes”, anota Baciero.
Otras razas caracterizadas por ser chatos, como los braquicéfalos como el Bulldog o el Bóxer, tienen dificultades en la prensión de las croquetas del comedero, por lo que aspiran mucho aire al ingerir el alimento. En estos casos también se adapta la forma y el tamaño de la croqueta según sus necesidades.
El olor y el sabor
No a todos nos gustan las mismas comidas y lo mismo ocurre en el caso de los canes, los cuales se guían principalmente por el sentido del olfato, así que el aroma será determinante para que les guste o no el alimento.
Solo hay que fijarse en su comportamiento, “se nota que le gusta porque cuando le pones su ración la come con ganas, se lo come todo si es su cantidad adecuada”, explica Baciero. En cambio, si no le gusta comerá sin mucha gana y buscará o pedirá algo alternativo.
Este olor y sabor adquiere más importancia en su etapa senior, pues “se trata de animales que han reducido sus capacidades sensoriales y detectan peor los olores y los sabores, por lo que -según Baciero- habrá que ofrecerles alimentos muy palatables para que les resulten atractivos”.
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