Nutri-Score, ¿por qué no convence este sistema de etiquetado de alimentos?

Foto: U.S. Department of Agriculture

Marta Chavarrías

12 de marzo de 2021 22:32 h

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El etiquetado de los alimentos va camino de cambiar para finales de este año. El Ministerio de Consumo anunciaba el pasado 10 febrero la implantación, voluntaria, del sistema Nutri-Score, una etiqueta nutricional basada en una escala codificada de colores y letras

Desde que en noviembre de 2018 el Ministerio de Sanidad anunciara la aparición de este sistema, con el tiempo, y lejos de crear consenso, han surgido varias limitaciones y puntos débiles. Mientras científicos y autoridades lo avalan, nutricionistas y el sector del olivar se muestran contrarios y ya han hecho públicas sus opiniones.

En qué consiste Nutri-Score

Nutri-Score es un modelo de etiquetado frontal (FOPL, del inglés Front-Of-Pack-Labelling) que Francia introdujo en 2017 y a la que le han seguido otros países como Bélgica. Este sistema asigna puntos en función de la composición nutricional por 100 gramos o 100 mililitros de productos. 

La cantidad de nutrientes considerados desfavorables, o nutricionalmente críticos (azúcares simples, ácidos grasos saturados y sodio) y la cantidad de nutrientes considerados “favorables” (proteínas, fibra, porcentaje de frutas, verduras, legumbres, nueces, etc.) se tienen en cuenta y se les asigna una puntuación. 

Esta puntuación final obtenida está dentro del rango de -15 a +40 y el resultado se clasifica en cinco categorías en función de la calidad nutricional (A, B, C, D, E). Este sistema de etiquetado quiere proporcionar así al consumidor información sobre la calidad nutricional general de los productos. 

El método de puntuación fue desarrollado por la Agencia Nacional de Salud Pública de Francia para crear un etiquetado que facilitase la comprensión de la información nutricional de los alimentos. Este tipo de etiquetado permite una rápida comparación de la calidad nutricional entre dos productos. 

Pero desde su propuesta como modelo de etiquetado en España, han ido apareciendo varias críticas y cierto escepticismo hacia esta nueva forma de presentar los alimentos que han terminado por agitar los foros de nutricionistas, en favor y en contra de nutriscore. 

Los puntos débiles que se atribuyen a Nutri-Score

La evaluación que hace Nutri-Score para clasificar los alimentos se basa en un algoritmo que asigna puntos negativos a nutrientes como grasas saturadas, calorías, azúcar y sodio, así como positivos para la producción de frutas, verduras, proteínas y fibras.

Esta escala ha sido criticada por ser demasiado reduccionista y simplista, ya que señala, de forma inherente, a los alimentos como el aceite de oliva o el queso como dañinos por su contenido en grasa. 

Nutri-Score clasifica el aceite de oliva con la letra D mientras que un refresco endulzado con la letra B. A primera vista, la comparación nos da la impresión que el refresco es más saludable que el aceite de oliva. 

Esto se debe a que Nutri-Score tiene en cuenta las calorías por 100 gramos como parte de sus cálculos. Por tanto, este sistema es efectivo cuando se trata de comparar productos de la misma categoría, pero no entre dos categorías distintas.

Otros de los puntos débiles que más se le han criticado a este formato

1. No es compatible con la dieta mediterránea

La Federación de Sociedad de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD) explica, en un documento de posicionamiento, que este sistema “presenta áreas de mejora” porque su “interpretación es compleja”. Inciden, además, en que no es compatible con la dieta mediterránea y que las estrategias deben ir dirigidas a “acercar el consumo de alimentos al patrón tradicional”.

Nutri-Score tiende a discriminar las dietas ricas en aceite, pescados y frutas, como la dieta mediterránea. Esta crítica, sin embargo, ha sido rebatida en un documento de la Universitat Rovira i Virgili (URV), según el cual esto “no es así” porque Nutri-Score clasifica favorablemente los alimentos o “platos bajos en grasos, azúcar o sal, en fibra, frutas y verduras, legumbres y frutos”, como la dieta mediterránea.

2. Otorga al aceite de oliva una mala puntuación

La Interprofesional del Aceite de Oliva Español, que representa a olivareros y cooperativas, industrias, envasadores y exportadores, afirma que el aceite de oliva obtiene una certificación peor que otros alimentos considerados poco nutricionales

No hay diferenciación entre grasas buenas y malas, lo que hace que el aceite de oliva se asigne de manera automática a la zona roja con la letra D. Desde el Ministerio de Consumo ya han anunciado que el aceite de oliva quedará excluido de este sistema para evitar que el algoritmo lo castigue con su clasificación. 

3. Discrimina alimentos tradicionales

La principal crítica a este sistema de semáforos es que simplifica demasiado el contenido nutricional, lo que puede hacer que los consumidores eliminen grupos enteros de alimentos a expensas de su salud. Por ejemplo, usa el consenso actual de que los lácteos enteros son dañinos o etiqueta los refrescos sin azúcar con una B.

4. Puede confundir al consumidor

Los esquemas FOPL son de gran utilidad para elegir productos envasados más saludables, aunque ello no significa que la opción más saludable sea siempre los alimentos frescos y naturales (frutas, verduras, frutos secos, legumbres, etc.). Para el Consejo general de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas, “no debemos caer en el error de enfocar la dieta en alimentos con símbolos verdes en el etiquetado nutricional”. 

Ascensión Marcos, presidenta de FESNAD, reconocía, en un debate online celebrado el pasado 22 de febrero sobre el etiquetado Nutri-Score y sus problemas y oportunidades que, “para que sea efectivo, debe ser comprensible, neutral y adaptado a los hábitos y a las guías alimentarias de la población a la que va dirigido”. 

Como cualquier otro tipo de etiquetado, NutriScore “no es perfecto al 100%”, admiten los expertos de la URV, porque contiene algunas imperfecciones, como el posicionamiento de las bebidas edulcoradas o los productos integrales y no refinados. Cuestiones que, admiten, deben ser abordadas para poder mejorar el sistema. 

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