Una obra que dura ya 14 años y otras formas de enloquecer durante una reforma

Tom Hanks en 'Esta casa es una ruina' (1986).

Juanjo Villalba

10 de diciembre de 2024 22:13 h

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“Soy una loca de las reformas, pero es un hobby ruinoso”, contestó Mar a la petición de participación para este artículo. En los últimos años, esta profesional del mundo audiovisual que vive en Barcelona, pero que nació en Palma de Mallorca, ha realizado las reformas de dos pisos, uno en cada una de estas ciudades, y reconoce que ha sido una época “interesante” de su vida. “Siempre hay imprevistos. Cuando abres las paredes ves cosas que estaban ocultas a simple vista y que tienes que arreglar. Pero no te queda otra que tener paciencia y ser flexible”, aconseja.

El caso de Mar, aunque especialmente intenso, es solo uno entre los muchos que se dan cada año en España. Según datos de la Asociación Nacional de Distribuidores de Cerámica y Materiales de Construcción (Andimac), se estima que durante el año 2024 se habrán renovado en nuestro país 1,8 millones de viviendas, un 1% más que en el 2023. Eso son muchas obras, muchas llamadas y muchos plazos que cumplir, muchos clientes indecisos y muchos profesionales de diferentes gremios involucrados.

Las reformas domésticas son, además de un sector que aporta millones de euros cada año al PIB de nuestro país —factura en torno a los 20.000 millones de euros al año, en cifras de Andimac en 2021—, uno de los que más sentimientos y quebraderos de cabeza provoca. Volverse 'un poco loco' cuando hacemos obras en nuestro hogar o futura vivienda es algo de lo más común y seguro que muchos de los lectores lo saben de primera mano. 

Es normal que una reforma nos genere estrés. Esto se debe principalmente, según opina Jordi Isidro, psicólogo especializado en trastornos de ansiedad y director del centro Cedipte-Psicología, “a la sensación de pérdida de control y de que están invadiendo nuestro espacio. Porque realmente es así: están tocando y removiendo nuestros objetos”. De acuerdo con el psicólogo, “somos animales territoriales y sentir que nuestro alrededor está cambiando y se está alterando, provoca interferencias en nuestro sistema emocional y una lucha interna que acaba generando estrés. Racionalmente, sabemos que es por el bien de la casa y nuestro, pero emocionalmente nos sentimos invadidos”.

Siempre hay imprevistos. Cuando abres las paredes ves cosas que estaban ocultas a simple vista y que tienes que arreglar. Pero no te queda otra que tener paciencia y ser flexible

Cara a cara con el caos

Tras años de vivir en su piso en Barcelona, Nacho y su pareja decidieron hace algún tiempo darle un lavado de cara, renovando completamente la cocina y el salón. Para ello, contrataron a un estudio de decoración para que se ocupara de todo, desde el diseño a la dirección de la obra. Una solución que resulta algo más cara, pero que, en teoría, suele evitar algunos dolores de cabeza. 

“Siempre recordaré el primer día de la reforma”, explica Nacho. “Me fui a trabajar por la mañana con la casa en orden. Cuando volví por la noche, la cocina, que ocupa la parte central del piso, había desaparecido hasta los cimientos y la mayoría de los muebles estaban arrinconados y cubiertos con plásticos. Absolutamente todo estaba cubierto de una gruesa capa de polvo. Fue impresionante”.

“Durante unas semanas la parte habitable del piso se redujo al dormitorio y al baño adjunto”, continúa. “Al principio fue muy agobiante. Con el paso de los días nos fuimos organizando: comíamos en la cama y cocinábamos en una plancha eléctrica, lo que le dio a todo un cierto aire de acampada. Lo recuerdo como una pequeña aventura, aunque a ratos fue un infierno”.

Promesas incumplidas

A Nacho le fue bien contratando a una empresa para que se ocupara de todo, pero esto no siempre es así. Eloísa renovó una casa en Sevilla y para hacerlo contrató a un estudio de arquitectura que acababa de abrir y que estaba gestionado por unos conocidos. “Queríamos hacer una reforma muy sencilla con la idea de actualizar el piso y alquilarlo”, recuerda. “El estudio se vendía como lo más moderno de Sevilla, lo más top, aunque realmente no tenían experiencia”.

El proyecto que prepararon era muy ambicioso, pero esa ambición no se traducía en su agilidad para avanzar con las obras. “Todo era lentísimo. Tardaban mucho, pero mucho, para cualquier cosa, así que al final el proyecto lo acabó haciendo mi suegra, que había sido arquitecta y les dijimos a ellos que siguieran ese plan”, recuerda.

Al principio fue muy agobiante. Con el paso de los días nos fuimos organizando: comíamos en la cama y cocinábamos en una plancha eléctrica, lo que le dio a todo un cierto aire de acampada. Lo recuerdo como una pequeña aventura, aunque a ratos fue un infierno

“El caso es que tardaron meses en arrancar la obra y luego no seguían los planos que les habíamos dado”, continúa. “Tuvimos incluso que hacerles derribar un muro que habían construido sin nuestro consentimiento, así que los tuve que despedir e incluso se quedaron con un dinero que no les correspondía. Al final, con la ayuda de un albañil de toda la vida y la supervisión de mi padre, la obra se terminó”.

Esta casa es una ruina versión euskaldun

Las cosas pueden ir todavía peor. Por ejemplo, en el caso de Mikel, que emprendió junto a sus dos hermanos la reforma en profundidad de la casa familiar, situada en su pueblo natal en Euskadi, y que data del siglo XV. “A priori la cosa parecía sencilla”, explica. “Lo principal era restaurar el tejado y reforzar algunas partes de la estructura de madera. Como se suele hacer en este tipo de obras, pedí ayuda a un arquitecto para que se ocupara de la parte técnica y legal, y a un albañil conocido del pueblo para lo demás. Según él todo iba a ser sencillo y rápido: nada más lejos de la realidad. Mientras estaban desmontando el tejado, la casa se vino literalmente abajo”.

A partir de entonces, Mikel se encontró con un sector que le decepcionó bastante. “Arquitectos, albañiles, todos me decían que no pasaba nada. Parecía que, a pesar de todo, las cosas irían bien. ¡Sorpresa! No fue así. El albañil pronto nos dijo que hacían falta muchos más gremios como, por ejemplo, herreros para hacer las vigas de hierro, que nos dieron un plazo de tres años. Hubo que acondicionar váteres portátiles y vestuarios para los trabajadores. Como era de esperar, el presupuesto de la obra se agotó y mis hermanos y yo, tras mil discusiones y noches en vela, tuvimos que ponernos a trabajar a pie de obra”.

Pedí ayuda a un arquitecto y a un albañil conocido del pueblo. Según él todo iba a ser sencillo y rápido: nada más lejos de la realidad. Mientras estaban desmontando el tejado, la casa se vino literalmente abajo

Por suerte para ellos, esta versión euskaldun de Esta casa es una ruina, tras catorce años de obras, parece cercana a terminarse. “Junto con mis hermanos hemos ido haciendo todo: electricidad, fontanería, pintura, albañilería, jardinería… Un larguísimo camino de la mano de innumerables tutoriales de YouTube. Al final, hemos aprendido mucho y estamos muy orgullosos de todo el trabajo, pero a costa de nuestra cartera y de nuestra salud. Mi hermano pequeño, por cierto, ahora se dedica profesionalmente a las reformas gracias a todo lo que aprendió”.

Aprender a vivir en el caos puede ayudar

La adaptación de Mikel a los problemas resulta, como mínimo, admirable. Muchas personas hubieran abandonado al enfrentarse a una situación tan adversa, más aún no siendo la residencia principal. Pero, tal y como afirma Jordi Isidro, “la reacción depende de la personalidad de cada uno. Hay personas que se adaptan más fácilmente al desorden que otras, incluso hay personas que están más cómodas en el caos que en el orden”. 

En general, explica el psicólogo, desde que somos pequeños, buscamos el orden en las cosas. Los niños colocan sus cubos en orden geométrico, intentan crear estructuras, juntan colores… La naturaleza tiene un orden y las personas intentamos reproducirlo, es lo que se llama homeostasis, que es el mecanismo por el cual la naturaleza siempre busca el equilibrio y la estabilidad.

Los efectos a nivel familiar también son importantes, señala el doctor. “El hecho de estar alterados, inquietos, irritables, de dormir peor, tiene un impacto en la convivencia familiar”, asegura. “Pueden hacer aumentar los conflictos, las discusiones y las tensiones con las personas con las que convivimos. También por el hecho práctico de que nos cuesta más encontrar las cosas, estamos más desorientados y tardamos más tiempo en hacer nuestras actividades diarias. Todo se vuelve más lento y más complejo”.

Planificación y comunicación

Desde el Gremi de reformes d'interiors de Cataluña, su presidente David Albert Castellví, reconoce que su sector es complejo y que la existencia de problemas ocultos, la falta de disponibilidad de ciertos materiales, las complicaciones en la coordinación entre distintos profesionales o los trabajos de acabados finales una vez ejecutada la obra, suelen ser los problemas más habituales. En su opinión, la clave para gestionar estos problemas es “la comunicación constante y transparente”, explica. “Es importante mantener a los clientes informados desde el inicio de la reforma sobre la evolución y posibles contratiempos y, en caso de que surjan, explicar de manera clara el motivo y las alternativas disponibles”.

Según Castellví, para evitar problemas es esencial “hacer una buena planificación antes de empezar cualquier trabajo, trabajar con proveedores de confianza y contar con profesionales cualificados en todas las áreas”. Algo, esto último, que no siempre es sencillo. “Me fue muy complicado encontrar buenos profesionales en Mallorca”, explica Mar. “Porque estos, evidentemente, priorizan las grandes reformas en casoplones (casi siempre de alemanes) y para las obras pequeñas te dan un plazo de un año de espera”.

Me fue muy complicado encontrar buenos profesionales en Mallorca porque estos, evidentemente, priorizan las grandes reformas en casoplones (casi siempre de alemanes) y para las obras pequeñas te dan un plazo de un año de espera

Un proyecto personal

“Paciencia, paciencia y paciencia”, recomienda Mar a las personas que estén pensando emprender una reforma. “Al final, vale la pena, pero hay que ser consciente de que habrá muchos imprevistos y ser capaz de encontrar otras opciones si no podemos hacer nuestra idea inicial”.

En ello coincide Mikel, que subraya también la importancia de conseguir buenos profesionales. “Pide recomendaciones, busca, compara… Seguramente estarán muy ocupados y te darán plazos largos, pero quizá es mejor esperar”, apunta. 

Desde el punto de vista del psicólogo, para manejar la frustración y la tensión de una obra “hemos de aceptar que los imprevistos forman parte de la vida y más en una renovación”, explica. “Como mecanismo para gestionar mejor el estrés sería muy saludable alargar los días que nos prometen los profesionales contratados. Por ejemplo, si nos dicen que tardarán dos meses, contar con que serán tres, de esta manera evitaremos ver los retrasos como un fracaso”. Isidro recomienda también “tomarse la obra como un reto personal y del grupo familiar, como una aventura. También tener paciencia y tomárselo con humor, lo que nos ayudará a relativizar los problemas que vayan surgiendo”, concluye. 

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