Efraim, lector y socio de eldiario.es, nos plantea el siguiente problema dentro del texto de un correo electrónico: “Últimamente he engordado bastante, entre otras cosas porque he dejado de fumar, por lo que he decidido ponerme a dieta. Además, he empezado por quitarme el alcohol entre semana, sobre todo las cervezas, cambiándolas por otras sin alcohol. He buscado en el mercado y he encontrado algunas que están bastante apetitosas, y suelo beberme de dos a cuatro al día con las comidas o por las tardes. Pues, bien, resulta que ¡he engordado desde que las tomo! ¿Qué explicación tenéis para esto?”
Seguramente en el caso de Efraim sea bastante más común de lo que a priori se podría pensar; hay muchas personas que al dejar el alcohol como consumo diario y sustituirlo por bebidas similares aumentan de peso o al menos no bajan los kilos que desearían. Y es que a pesar de que España es el país de Europa donde más cerveza sin alcohol se bebe -un 14% de la total consumida-, circulan muchos equívocos sobre este producto, tal como explicamos en su día en Cinco equívocos sobre las cervezas sin alcohol que conviene relativizar.
No es solo que las cervezas sin alcohol sean un mundo donde impera la publicidad engañosa o, al menos, ambigua, tal como explicamos en ¿Cuántas cervezas sin alcohol tengo que beber para emborracharme? También en este apartado juega un factor psicológico por parte del propio consumidor, que se ilustraría muy bien por el llamado síndrome del Taxista de Múnich.
Dicho síndrome relata un estudio realizado en dicha ciudad con un colectivo de taxistas a los que les instalaron frenos ABS en el auto, pero a unos se les dijo que sí se los habían puesto y a otros que finalmente no. El resultado del estudio fue, sorprendentemente, que los taxistas que sabían que tenían frenos ABS tuvieron más accidentes que lo que creían que no, incluso que aquellos taxistas que no participaron en la prueba y circularon con sus frenos antiguos.
El motivo de tal paradoja, si tenemos en cuenta que los frenos ABS eran entonces una novedad en seguridad vial, es el exceso de confianza por parte del o la taxista: como sé que llevo frenos más potentes, arriesgo más en velocidad, apuro más la frenada, etc. Es decir que corrían más riesgos y al final terminaron pagándolo. Con la cerveza 0,0 pasa lo mismo, al menos a Efraim y tantos otros: como sé que no tienen alcohol, me puedo beber las que quiera. En un día no se beben cuatro cervezas de hábito, porque es mucho alcohol, pero en cambio las 0,0 no tienen alcohol.
0,0 en alcohol, pero no en azúcares
Con las cervezas 0,0 ocurre lo mismo que con los zumos de naranja, que como son líquidos, no sacian, y como además quitan la sed, pues podemos bebernos tantos como queramos. El problema es otro: su cantidad de azúcar. Ya lo explicamos hace unos años en Zumos de fruta naturales: ¿opción sana o veneno dulce?Zumos de fruta naturales: ¿opción sana o veneno dulce?, el problema es que los zumos son una sopa de azúcares y equivalen a dos o más naranjas, con lo que al bebernos dos, por ejemplo, estamos disparando el consumo de glucosa. Su consecuencia normal, si es algo que combinamos con otros alimentos, es que el excedente vaya a parar a los pliegues de grasa.
Exactamente lo mismo ocurre en el caso de muchas 0,0. Solo tenemos que observar los datos que se aportan en la página Cuantoazucar.com, donde se detalla la composición nutricional de muchos alimentos. En el apartado de las 0,0 se dan las cantidades de algunas de las marcas más populares. Por ejemplo, las Free Damm tienen cinco gramos de azúcar por lata, pero si se miden los hidratos de carbono, alcanza los 15 gramos por lata, buena parte de ellos transformables en glucosa. Las Buckler 0,0 tienen casi seis gramos por lata de glucosa, y las Estrella Galicia superan los 10 gramos por lata. Las Ambar Green 0,0 poseen cinco gramos por lata y las Amstel. Y así con la mayoría.
Por lo tanto, tomar cuatro de estas cervezas al día supone multiplicar por cuatro la cantidad de azúcares libres que ingerimos. En el caso de algunas de ellas implica llegar a los entre 20 y 40 gramos adicionales de glucosa, más si se piensa que los hidratos de carbono que no se cuentan como azúcar son almidón residual que sí puede transformarse en glucosa con la saliva. Esto es entre cinco y diez terrones de azúcar extra diarios que añadimos a nuestra dieta al creer que abusar de las 0,0 no hace daño. Para que nos hagamos un idea...
El problema no es solo nuestro, de todos modos; está demostrado que el sabor dulce de la glucosa es adictivo, con lo que es normal que al cambiar el placer que nos produce el alcohol por otro, encontremos en el azúcar un buen sustituto. Si además creemos que tenemos barra libre en lo referente a nuestra salud, todavía abusaremos más. La solución, sin embargo, no es renunciar a las 0,0, sino ser conscientes de que hay que consumirlas con mesura, así como buscar cervezas de esta modalidad bajas en azúcar, pues las hay pero hay que leer su etiquetado nutricional para encontrarlas.
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