Parvovirus canino: prevención, síntomas y tratamiento

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Los dueños de perros y otras mascotas podrán asegurar que ver pasar a su amigo peludo por una enfermedad no es plato de buen gusto para nadie y mucho menos si dicha enfermedad puede acabar con su vida. El parvovirus es una de ellas. 

Esta a veces desconocida enfermedad infecciosa de tipo vírica es, además de potencialmente letal, muy contagiosa. Por eso, Alba Pérez, Directora Médica de Vetropia Veterinaria, nos ayuda a conocer sus síntomas para acudir al veterinario ante la mínima sospecha, así como para ser conocedores, entre otros aspectos, de cómo debemos actuar tanto para prevenirla como para evitar el contagio a otras mascotas.

¿Qué es el parvovirus?

Este virus intracelular se replica afectando a diferentes células del cuerpo, pero tiene preferencia por las del sistema digestivo y por las células de la médula ósea, causando problemas a nivel digestivo y provocando una notable bajada de defensas. 

Como explica Pérez, “también hay una forma poco descrita y menos común, pero que existe: el parvovirus con tendencia a miocardio que, cuando se replica, las células cardiacas pueden generar arritmias y el pronóstico es bastante más desfavorable”. 

El parvovirus afecta principalmente a los cachorros que todavía no han completado su pauta de vacunación, pero lo cierto es que ni siquiera los perros adultos están totalmente exentos, sobre todo si no están correctamente vacunados e inmunizados.

De hecho, los expertos ya han descubierto algunas cepas de parvovirus que pueden causar signos más severos en animales adultos. Asimismo, hay algunas razas que sufren síntomas más severos con pronósticos más desfavorables. Estas son el Labrador, Pastor Alemán, Doberman, Rottweiler y American Pitbull y American Stafford. 

¿Cuáles son los síntomas que deben despertar nuestras alarmas?

Los síntomas más inmediatos y frecuentes son los siguientes: “Diarrea líquida muy explosiva, continua y con sangre, muchos vómitos y una apatía completa del animal”, explica la veterinaria. Además de que nuestro cachorro no quiera jugar, también puede presentar fiebre a partir de los 39º. 

Una vez nos hayamos dado cuenta de estos síntomas, debemos llevar a nuestro perro al veterinario. Entonces, en caso de parvovirus se procederá a un ingreso obligatorio. De hecho, según Pérez, “los animales con parvo que no se ingresan no tienen un buen pronóstico y lo más seguro es que fallezcan en casa debido a la deshidratación y a la pérdida de proteínas”.

Si la evolución es favorable, veremos que nuestro perro empieza a mejorar a los tres días aproximadamente y podremos observar que los vómitos cesan y las diarreas empiezan a ser más densas.

Aunque no es una enfermedad asintomática, existe la suerte de que, si el animal tiene cierta inmunidad, “pasemos un parvovirus muy de puntillas, es decir, que el animal tenga un poquito de náuseas y de diarrea pero no llegue a perder del todo el apetito y no tenga síntomas tan severos como un parvovirus potente”, apunta Pérez.

¿Es contagioso?

La respuesta es sí, mucho. Existen varias formas de transmisión: por contacto directo a través de las heces de otros animales enfermos, pues es ahí donde se acumula este virus y la principal vía de contagio; o por contacto indirecto, es decir, a través de un objeto o ambiente contaminado.

Aunque no es contagioso para los humanos, sí lo es para otros animales, sobre todo para otros perros, siendo más difícil contagiarlo a gatos, pero no imposible. El parvovirus en el ambiente puede durar hasta un mes; este es el motivo por el que se tiene que desinfectar correctamente cualquier zona en la que haya habido un caso de esta enfermedad.

Como explica la veterinaria, “un ciclo de lavadora u otras formas de desinfectar no son suficientes, por lo que se aconseja tirar todos los objetos textiles del animal como mantas, camas, juguetes... Todo lo demás debemos desinfectarlo con lejía pura y, por supuesto, intentar que, si tenemos más perros no convivan juntas durante este tiempo: aunque estén correctamente vacunados, tienen mucho menor riesgo pero no están exentos de coger la enfermedad”. 

¿Y cómo puedo prevenirlo?

Existen dos formas imprescindibles. La primera consiste en la vacunación. Los expertos afirman que hasta aquel animal que no sale de casa debe estar vacunado de parvo, porque el virus no solamente está en las heces, sino que también está en la calle y lo podemos entrar a casa en nuestros propios zapatos.

“Lo correcto es empezar a vacunar a los perros a las seis semanas de edad aproximadamente con una primera vacuna puppy, con cobertura para parvovirus y moquillo”, explica Pérez.

No solo eso, sino que debemos completar el calendario con vacunaciones hasta el primer año de edad del animal, que también llevarán cubiertas otras enfermedades como leptospirosis o hepatitis

Además, Pérez afirma que “se aconseja que el animal no empiece a salir a la calle sin tocar el suelo ni relacionarse con otros animales hasta que, al menos, se haya puesto la vacuna de las 12 semanas de edad y aún así con precaución”.

Es muy importante favorecer la adopción, puesto que las protectoras suelen tener muy controlados los brotes de parvovirus y suelen llevar una muchísima mejor pauta de vacunación que los criadores.

La otra forma imprescindible para disminuir la probabilidad de que nuestro perro sufra parvovirus es “evitar la compra de cachorros a países del este, porque vienen hacinados en camiones estresados y cubiertos de heces, cuando uno tiene parvo, lo tienen todos. De hecho, la gran mayoría de cachorritos que tienen parvovirus son animales que han sido comprados a criadores”, explica la veterinaria.

Por lo tanto, es muy importante favorecer la adopción, puesto que las protectoras suelen tener muy controlados los brotes de parvovirus y suelen llevar una muchísima mejor pauta de vacunación que los criadores.

¿Cuál es su tratamiento y las posibles secuelas de la enfermedad?

Como sabemos, al mínimo síntoma de parvovirus es imprescindible llevar a nuestro perro al veterinario. Allí “se mantendrá la deshidratación a raya a través de fluidoterapia intravenosa, antieméticos para controlar las náuseas, limpiezas parasitarias, probióticos y prebióticos para mantener el sistema digestivo, antiinflamatorios, transfusiones de sangre y un largo etcétera”, enumera Pérez, aunque todo dependerá de cada diagnóstico.

Puede ser que los animales no sufran ningún tipo de secuela, pero hay muchos pacientes que se quedan con una enfermedad intestinal a nivel crónico, “lo equiparable a una enfermedad de Crohn o intestino irritable en humano”, explica Pérez.

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