El pasillo ha muerto, vuelve el 'enfilade': ¿por qué están cambiando nuestras casas?
En Especies de Espacios (Espèces d'espaces, 1974), a través de una serie de reflexiones, el autor francés Georges Perec analiza diversos lugares en los que ha vivido, desde los más íntimos y domésticos, como la cama o la habitación, hasta los más vastos y colectivos, como la ciudad o el país. El autor examina de qué manera estos espacios influyen en nuestra percepción del mundo, identidad, relaciones, comportamiento y experiencias. A partir de sus recuerdos más cotidianos, Perec, con su estilo de escritura único, va desgranando con listas y descripciones meticulosas la naturaleza de los espacios e invita a reflexionar sobre la relación inevitable que establecemos con el entorno que habitamos.
“1. Todo apartamento está compuesto de una cantidad variable, pero limitada, de piezas;
2. Cada pieza tiene una función particular.
Parece difícil o parece incluso irrisorio poner en duda estas evidencias. Los apartamentos están construidos por arquitectos que tienen una idea muy precisa sobre qué debe ser una entrada, una sala de estar ('living-room', recepción), una habitación de los papás, una habitación del niño, una habitación de la criada, un pasillo, una cocina o un cuarto de baño. Todas las piezas se parecen poco o mucho: sólo son unos cubos, digamos que son unos paralelepípedos rectangulares; y por lo menos siempre hay una puerta y, todavía a menudo, una ventana“.
Si tuviéramos que hablar de nuestra residencia, lo más probable es que inicialmente distinguiéramos entre dos categorías principales: casa o piso. En el caso del segundo, nos referiríamos primero a sus características cuantitativas, como su tamaño (superficie en metros cuadrados útiles) y el número de habitaciones. Luego, entraríamos a detallar sus atributos cualitativos, como la luminosidad, la ventilación, la altura de los techos, los materiales de acabado, la orientación y el tipo de instalaciones. En último término, quizás nos aventuraríamos a comentar las particularidades de su distribución interior sin una idea demasiado formada que vaya más allá de la reivindicación de añadir o tirar un tabique. La compartimentación de los pisos, que es lo que observamos nítidamente cuando vemos el dibujo en planta, es de hecho uno de los factores más definitorios de las posibles virtudes o defectos de nuestra vivienda. No obstante, en general existe un conocimiento muy limitado a la hora de efectuar una lectura compleja de lo que implica la división interior de un apartamento.
Aunque Perec sostenga que “los apartamentos están construidos por arquitectos que tienen una idea muy precisa de sus espacios”, la realidad es que, en muchas de las promociones de vivienda que se construyen hoy en día, los arquitectos son simples ejecutores al servicio de las pautas que dictan las inmobiliarias y el mercantilismo más burdo. La banalidad que impone el mercado promueve un tipo de vivienda mínima que busca reproducir de forma barata y en miniatura el estándar del piso burgués.
El valor de un piso se determina en gran medida por sus metros cuadrados y número de habitaciones, incluso cuando ello lleva a una sobrefragmentación absurda más parecida a la escenografía de un vodevil que a un hogar donde llevar una vida cómoda y plena
Como resultado, nos encontramos con frecuencia ante apartamentos con distribuciones laberínticas que incorporan el mayor número posible de dormitorios para poder ser comercializados a precios inflados y engañosos. Los anuncios en los portales inmobiliarios se basan en criterios que priorizan exclusivamente la cantidad, pasando por alto las cualidades del espacio habitable. El valor de un piso se determina en gran medida por sus metros cuadrados y el número de habitaciones, incluso cuando esto conduce a una sobrefragmentación absurda que se asemeja más a la escenografía de un vodevil que a la de un hogar en el que se pueda llevar una vida cómoda y plena.
La evolución de la vivienda: la muerte del pasillo
El síntoma más evidente de la evolución de la vivienda se encuentra en su notable reducción de tamaño. Sin entrar en detalle sobre las posibles causas de este cambio (especulación, crisis de 2008, cultura del ladrillo, burbuja inmobiliaria…), la realidad es que en la actualidad resulta difícil encontrar promociones de obra nueva que ofrezcan apartamentos de más de 100 metros cuadrados sin ser catalogados como de “alto standing”. Anteriormente, incluso los pisos de protección oficial solían contar con dos baños, una cocina independiente con fregadero adjunto, una terraza lo suficientemente grande para ubicar una mesa y al menos tres habitaciones. En contraste, hoy en día, con suerte, se construyen apartamentos con dos dormitorios, un solo baño, sin bañera –por supuesto–, con una cocina que resulta ser un mueble integrado en el salón-comedor y con la lavadora ocupando un módulo entre los armarios.
Aunque los pasillos hayan estado siempre en entredicho, su presencia la asociamos a casas espaciosas que requieren un elemento de comunicación y conectividad
Por otro lado, en medio de esta síntesis de lo que consideraríamos la evolución hacia el hogar mínimo, destaca la evidencia de otro fenómeno: ha desaparecido el pasillo. Aunque los pasillos hayan estado siempre en entredicho, su presencia la asociamos a casas espaciosas que requieren un elemento de comunicación y conectividad. Bien sea para ordenar el acceso de una serie de habitaciones o para ligar dos espacios alejados, los pasillos han formado parte de nuestra experiencia habitacional y seguro que más de uno ha celebrado jugar en él cuando era pequeño o, en contraposición, ha lamentado perder varios metros de su piso en una pieza que no integra ningún uso determinado.
Sobre el fascinante y ambiguo mundo de los pasillos, el doctor en arquitectura Santiago de Molina ha escrito en su blog varias reseñas que tratan de indagar sobre la anatomía de esta especie de habitación estrecha y alargada. En una conversación con elDiario.es, De Molina se remonta al origen del pasillo para ayudarnos a comprender cómo llegó a fosilizar en nuestras viviendas. “El pasillo nace a finales del siglo XVII, con el fin con el que lo conocemos ahora, aunque con la salvedad de que, en su origen, pretendía también evitar la interferencia entre los señores de la casa y el servicio. El pasillo es un espacio que, paradójicamente, comunica y segrega al mismo tiempo, y de ahí nace una poderosa fuente de posibilidades que ofrece a la hora de distribuir”.
El pasillo es un espacio que, paradójicamente, comunica y segrega al mismo tiempo, y de ahí nace una poderosa fuente de posibilidades que ofrece a la hora de distribuir
Hay una frase famosa del gran arquitecto Jose Antonio Coderch que decía que un pasillo puede llegar a ser un salón. Por otro lado, el imaginario común asocia el pasillo más bien a un lugar angosto y oscuro que hay que recorrer con el funcionalismo más absoluto. “Los pasillos han sufrido una lenta pero evidente regresión. Desde mediados del siglo XX ya no ofrecen ninguna experiencia sustanciosa para el habitar doméstico irremediablemente cada vez más empequeñecido. Los pasillos mal proyectados son solo auténticas máquinas de escupir puertas, almacenes de puertas, que son los únicos muebles de esos tubos”, apunta De Molina.
La recuperación de la enfilade como alternativa
En arquitectura, una enfilade es una sucesión de habitaciones alineadas y comunicadas entre sí. Las puertas que permiten acceder a cada habitación se sitúan a lo largo de un eje continuo y por lo tanto es necesario recorrerlas de forma encadenada para llegar a ellas. El sistema de comunicación de la enfilade triunfa durante el barroco, aunque existía ya en la arquitectura de los palacios renacentistas y en las famosas villas del arquitecto Andrea Palladio. La enfilade la solemos encontrar en museos y otros edificios públicos, ya que facilita el flujo de grupos de personas y traza recorridos continuos con visuales que se van enlazando.
Partiendo de estos ejemplos, huelga pensar que su escala es poco propicia para pisos, especialmente si estos son pequeños. Sin embargo, existe una nueva corriente arquitectónica que ha recuperado este sistema para resolver promociones de vivienda protegida con resultados prodigiosos. Se trata por ejemplo del estudio barcelonés Peris+Toral Arquitectes. Marta Peris, José Toral y su equipo de arquitectos han llevado a cabo diversos proyectos de edificios plurifamiliares donde han ido explorando diversas variaciones de vivienda que se adapten a los estilos de vida emergentes.
“La democratización de la casa pasa por nuevos modelos habitacionales que no son los de la familia tradicional tal y como la conocíamos. Ya no tiene sentido reproducir un piso con un dormitorio principal tipo suite si luego va a vivir en él un grupo de jóvenes”, nos cuenta José Toral. En su obra de 85 pisos de protección oficial en Cornellá (Barcelona) para la promotora pública del IMPSOL, terminada en 2021, Peris+Toral propuso una distribución interior del todo disruptiva a partir de piezas cuadradas de 3,60x3,60 metros organizadas en enfilade que conformaban apartamentos de 78 metros cuadrados con la cocina en el centro y con puertas dobles más anchas de lo habitual. El resultado consiste en una malla de espacios idénticos y consecutivos, donde la compartimentación de la vivienda pierde toda jerarquía y no aparece ningún espacio residual.
La democratización de la casa pasa por nuevos modelos habitacionales que no son los de la familia tradicional. Ya no tiene sentido reproducir un piso con un dormitorio principal tipo suite si luego va a vivir en él un grupo de jóvenes
“Ante el reto de distribuir viviendas relativamente pequeñas, nuestro objetivo es que se perciban tan grandes como sea posible. Con la estrategia de Cornellá, conseguimos darles esta amplitud visual y flexibilidad a todas las habitaciones. Esto fue en parte gracias al riesgo que asumió el promotor público, que creemos que tiene la responsabilidad de dar ejemplo y permitir estos cambios. Con el promotor privado, en cambio, tenemos poco margen para escapar de muchas convenciones que siguen muy arraigadas en el mercado, aunque obsoletas entre la sociedad”, añade Toral.
La vivienda sin jerarquía
Retomando de nuevo la frase de Perec, quizás el futuro de nuestros hogares pasa por el hecho de que los arquitectos abandonen una idea muy precisa de qué y para qué son cada uno de los espacios que proyectan. Ante la disminución del tamaño de los pisos, la versatilidad de las habitaciones puede ser un factor multiplicador de su superficie desde un punto de vista funcional. Este fenómeno está ya muy presente en las casas japonesas, donde una habitación, conformada por una suma de tatamis, se reprograma diariamente según la actividad y el momento del día, con mobiliario que se dispone y se guarda constantemente. Esta idea de flexibilidad y porosidad en el habitar está intrínseco en la forma de vida japonesa, tal y como señala Marta Peris, doctora en arquitectura con la tesis La casa japonesa a través del cine de Yasujiro Ozu (UPC, 2016).
Parece una cuestión de tiempo que un nuevo prototipo de vivienda, con una sintaxis de espacios donde no se diferencien las zonas servidoras y servidas, gane presencia en los próximos años. Esta desjerarquización y desprogramación pasa fundamentalmente por situar la cocina abierta como elemento nuclear y quitarle metros al salón para dárselo a las habitaciones. Con ello se obtiene un damero donde la vida colectiva gana terreno y se reformula el concepto de la intimidad.
Ante la disminución del tamaño de los pisos, la versatilidad de las habitaciones puede ser un factor multiplicador de su superficie desde un punto de vista funcional
“La habitación física ya no es el lugar donde guardamos nuestros secretos y las cosas que no queremos compartir. Por lo contrario, es en la relación con el media y con los dispositivos tecnológicos donde desarrollamos esta faceta más íntima. La privacidad ha sido uno de los aspectos que más ha moldeado la configuración de nuestras casas, desde la habitación única de la Edad Media, las habitaciones conectadas, la aparición del pasillo y hasta la habitación individual”, explica Toral.
Queda demostrado que la disección de la distribución interior de un piso no es tarea fácil. En la disposición de un pasillo o en su ausencia se plantean dos modelos de vida, dos cosmogonías arquitectónicas con las que cualquier arquitecto se ha topado en el momento que ha intentado abstraer con una línea recta la representación de un muro. Citando a Santiago de Molina: “Debemos al pasillo y a la enfilade dos de las formas de comunicar seres humanos más sofisticadas que ha dado la arquitectura a la civilización occidental, dos modos de colocar puertas entre estancias que esconden dos momentos históricos, pero también dos formas de relacionarse. La enfilade se recorre en compañía, en el pasillo, por el contrario, avanzamos en solitario”.
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