Si vives con un gato o con un perro, es probable que te hayas sorprendido con una conducta que, a ojos humanos, puede resultar extraña. Pero, tanto para tu perro como para tu felino, manipular la comida con el cuerpo, y que las croquetas acaben en el suelo, supone un comportamiento más que natural e instintivo. Aunque los motivos que mueven a cada especie a sacar su comida del plato son diferentes.
Mi perro tira las croquetas
Si tu perro saca la comida del plato, “es muy probable que, en ese momento, no quiera comer; y lo que hace es reproducir el comportamiento canino de enterrar la comida para consumirla más tarde, exactamente el mismo movimiento que realiza cuando entierra un hueso”, explica la etóloga canina Virginia Rueda.
Lo más común es que el perro empuje su comida fuera del plato con la cabeza. “Le va dando golpecitos al cuenco con el morro, como si lo empujara, para sacar el pienso”, anota Rueda. Ya lo sabes: o tu perro no tiene demasiada hambre en ese momento o la comida que se encuentra en el plato no le es muy atractiva ni apetecible.
En consecuencia, hace lo que haría un can en la naturaleza: la mueve de sitio y la saca del plato para enterrarla o guardársela para después, con un movimiento que imita el gesto de enterrar un hueso. Este comportamiento es muy habitual en las clínicas veterinarias, cuando el perro está hospitalizado o debe quedarse en la jaulita.
Mi gato saca la comida del plato
Si tu felino saca su comida del plato, hay muchas posibilidades de que no utilice su hocico, sino sus patas. Para los gatos, como para el resto de felinos, manipular su comida con las patas es un comportamiento natural. De hecho, forma parte de su rutina de alimentación.
No obstante, si tu gato saca las bolitas del cuenco cada vez que se acerca a comer, es probable que el plato no sea del todo del agrado de tu felino. A los gatos les gusta comer en cuencos poco profundos a la vez que anchos. Es decir, platos que no les estrujen sus muy sensibles bigotes cada vez que intentan alcanzar una croqueta.
La ciencia del comportamiento felino ha documentado esta hipersensibilidad de los bigotes gatunos. En su base, los bigotes gatunos están unidos a unos receptores especializados que detectan el movimiento, y que les permite notar las corrientes de aire más suaves o adentrarse en espacios estrechos sin quedar atrapados, entre otras proezas felinas.
Pues bien, esta extrema sensibilidad explica, al menos en parte, según la ciencia, por qué tu gato prefiere comer de un plato plano antes que de otro hondo y estrecho que le aplaste los bigotes al acercarse a su comida.
Hay más: un cuenco demasiado profundo obliga a tu felino a agachar más la cabeza, y a casi ocultarla dentro del plato, perdiendo la visión de 360 grados que tanto valora para sentirse seguro.
Solución: recurre a un plato plano. O, mejor, olvídate del cuenco y, en su lugar, reparte el puñado de croquetas de la ración que le toque por el suelo (limpio). Este gesto tan sencillo no solo es más amable con la fisionomía de tu felino, ya que no estrujará sus bigotes al comer. Repartir las croquetas de tu gato por el suelo también le permite expresar su comportamiento natural de exploración, una garantía de bienestar felino y también un paso esencial para hacer feliz a tu compañero de ronroneos.
Tu felino busca un lugar seguro para comer
Si utilizas un cuenco doble de comida para gatos, con un recipiente para la comida y otro adyacente para el agua, también hay muchas posibilidades de que tu felino prefiera sacar sus croquetas y comérselas en otro sitio. A los gatos no les gustan los cuencos de comida doble.
Y la razón es evolutiva: su antepasado, el gato africano Felis silvestris lybica, es un cazador solitario, que nunca comerá y beberá de lugares adyacentes, porque el riesgo de contaminación cruzada es más elevado. Y ello implica un peligro para su supervivencia.
Aún hay otra razón que puede explicar por qué tu gato utiliza sus patas para sacar la comida del plato. Los felinos salvajes (y nuestros gatos aún conservan muchos de sus comportamientos) cazan en un lugar y comen en otro diferente, que consideran más seguro. Los 10.000 años de historia que han pasado desde que el gato nos acercó sus adorables bigotes por primera vez tampoco han bastado para borrar ese comportamiento natural en nuestros felinos.