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Gatos, perros o humanos, ¿quién manda en casa?

FOTO: Chendongshan

Eva San Martín

Los gatos no solo reinan en Internet. También se erigen como los reyes de nuestro salón, se apoderan del sofá y les alimentamos con carísimas latitas gourmet y delicado salmón nórdico. Todo a cambio de ese delicioso ronroneo y del amor incondicional que sentimos por ellos... Pero sus compañeros los perros no se quedan detrás: rascamos sus orejas durante horas, les agasajamos con juguetes y dietas perrunas delicatesen y, admitámoslo, muchos duermen en nuestra cama.

Gatos versus perros. La eterna disputa entre gente perruna y gente gatuna probablemente no acabe nunca. Pero sí podemos lanzar un poco de luz para tratar de entender qué piensan ellos, nuestros amigos de cuatro patas, de esta batalla peluda y, sobre todo, de nosotros. Y, de paso, desmontar algunos mitos. En definitiva, resolver de una vez por todas quién manda (de verdad) en casa.

El minino nos trata como si fuéramos gatos: cierto

Desde que los gatos nos acercaron sus adorables bigotes por primera vez, hace unos 10.000 años, los humanos tenemos una historia de amor con estos maestros del ronroneo. Puede parecer mucho tiempo, y nadie duda de que unos miles de años ponen patas arriba la historia de la sociedad humana. Pero, en términos de evolución, resulta un periodo corto para una especie. De hecho, el gato doméstico (técnicamente, Felis silvestris catus) aún puede cruzarse y tener descendencia fértil con su ancestro salvaje (Felis silvestris lybica), un cazador solitario. Aunque muchos de sus comportamientos han cambiado de forma drástica. Y esto nos incluye a nosotros.

Aquí los perros les llevan delantera: su evolución desde el lobo empezó hace al menos 15.000 años (aunque algunos estudios la sitúan incluso antes). Además, tienen la ventaja de contar desde el inicio con un cerebro desarrollado y preparado para la vida social, ya que el lobo es un animal de manada. Aunque los humanos hemos modelado el modo en que los canes ven el mundo, la habilidad para decodificar información social ya estaba presente en el lobo.

Y esto influye en el modo en que se relacionan con nosotros. Mientras que el perro cambia drásticamente su comportamiento tan pronto como ve un humano y juega con nosotros de un modo muy distinto a como lo haría con un congénere, esto no es así en el caso de los mininos. Resulta que los gatos se comportan con nosotros igual que si fuéramos uno de ellos: nos saludan con la cola estirada por encima del cuerpo, se restriegan entre nuestras piernas y, en el sofá, se sientan cerca y nos lamen. Exactamente lo mismo que haría con otro felino amigo.

Los gatos “nos toleran” y los perros nos quieren: mito

No hay dos amores iguales. Pero mientras que pocos dudan del afecto perruno por su humano, la cuestión cambia cuando hablamos de los felinos. Los mininos arrastran una fama de ariscos, distantes, arrogantes y de que solo nos toleran porque somos su servicio y les proveemos de toda clase de mimos y caprichos que les hacen felices. Bromas aparte, lo cierto es que estas afirmaciones tienen más que ver más con el puro desconocimiento de la naturaleza y psicología felina que con la realidad.

Por fortuna, la ciencia ha desmontado algunos de estos mitos tan dañinos. Uno de los estudios claves en este campo es el realizado por un equipo de psicólogos y zoólogos de la Universidad de Oregón, que ha investigado cómo interactúan los mininos con nosotros. Si aún albergabas duda sobre el amor de tu gato, puedes respirar tranquilo: cuando tiene que elegir entre un humano que le quiere, un plato de comida o un juguete, el minino no duda y escoge a su amigo de dos piernas.

Pero el gato no me echa de menos y el perro sí: mito

Los canes no tienen la exclusiva en esto de echarnos de menos. Resulta que los gatos también se ponen tristes cuando estamos fuera de casa demasiado tiempo; en especial, si viajamos y deben quedarse con un cuidador durante algunos días. De hecho, sufren tal cantidad de estrés cuando no estamos que un número cada vez mayor de mininos sufre dermatitis y cistitis (inflamación de la vejiga), unos problemas médicos agravados por el estrés psicológico.

Los gatos no “hablan” con nosotros: falso

No hay duda de que el ladrido resulta una vocalización muy llamativa para captar nuestra atención. Pero aquí los perros tampoco están solos: los gatos aprenden muy rápido cómo reaccionamos cuando ellos hacen un sonido particular. La muestra más frecuente de esto la constituye el maullido, una vocalización característica de los cachorros y que, sin contacto con los humanos, el gato pierde cuando se hace adulto. Si el gato aprende que cuando maúlla capta nuestra atención, lo usará cada vez que quiera que nos acerquemos a rascarle la barbilla.

Los perros sí, pero los gatos no aprenden: mito

Resulta que los mininos son mucho más inteligentes de lo que muchos piensan: un gato no solo aprende sino que conoce qué funciona y qué no con cada persona. No es casualidad que sepa a quién debe despertar a las cinco de la mañana (¡y cómo hacerlo!) para lograr la latita de pollo que tanto ansía a esas horas. Y todo esto lo ha aprendido por sí mismo. Ya tienes la respuesta: la próxima vez que te levantes de madrugada para dar de comer al gato o descubras que tu sillón preferido está ocupado por el perro, ya no dudarás de quién está al mando.

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