Si no ves este contenido puede deberse a la carga en tu dispositivo móvil. Haz clic aquí para recargar la página.
Que los perros comen algo menos en verano es un hecho que cualquier persona que conviva con uno de ellos puede constatar. En este fenómeno confluyen dos circunstancias ambientales importantes. En primer lugar, las altas temperaturas influyen en el descenso del apetito del perro, como también el de los gatos y, en general, el de la mayoría de los mamíferos. También nosotros tenemos un apetito más liviano en esta época.
Por otro lado, hay que tener en cuenta el aumento de horas de sol del verano, un fenómeno que ya viene desde la segunda mitad de la primavera y que incide sobre el metabolismo del perro, haciendo disminuir su apetito de un modo preventivo. Aunque se conoce poco este mecanismo regulatorio, también presente en la mayoría de mamíferos, se piensa que está relacionado con los menores requerimientos calóricos de la estación, ya que debido al calor los perros se vuelven mucho más sedentarios, algo también fácilmente detectable.
Así, su tendencia natural es a no engordar en verano comiendo más de lo necesario, pues el aumento de peso y la consiguiente grasa incrementan el calor corporal y dificultan su regulación, algo que ya de por sí es difícil en animales de pelo como los perros, que no pueden transpirar y solo intercambian el calor por la lengua y las almohadillas de las patas.
Es por ello que notaremos a partir de junio que nuestro can parece más fatigado y menos voraz a la hora de acercarse al plato de pienso. En parte es por el calor, pero si lo tenemos en casa con el aire acondicionado puesto, su falta de hambre será la misma. En cambio, a partir de septiembre, cuando los días comienzan a hacerse cortos y el calor empieza a dar tregua, notaremos que nuestra perra o perro recupera el nervio y el hambre.
El apetito sí importa
Aunque esta pérdida de apetito sea normal, en algunos casos no es conveniente porque tanto el metabolismo como las necesidades de cada perro son distintas y, además, intervienen la salud y la edad en la que esté. Así, un perro enfermo necesitará tener una buena y correcta alimentación y su pérdida de apetito veraniega puede ir en contra de su recuperación.
Del mismo modo, un cachorro necesitará comer para mantener su crecimiento y una eventual y pronunciada pérdida de hambre en verano puede lastrar su desarrollo en la etapa más importante de su vida, por lo que deberemos procurar que coma lo suficiente y de un modo correcto. Y lo mismo sucederá con un perro de edad avanzada, en el que su alimentación especial debe mantenerse, por ejemplo, para tener el aporte necesario de vitaminas, de ácidos grasos omega-3, de calcio y fósforo para los huesos y otras necesidades que es importante cubrir.
En resumen, aunque no debe alarmarnos que nuestro perro o perra coma menos en verano, sobre todo si está sano y no se encuentra en una edad vulnerable, no está de más tratar de incentivar su apetito para que la bajada de peso no sea pronunciada en exceso, o al menos para que la pérdida de hambre no derive en una pérdida de los requerimientos nutricionales básicos.
Consejos para que tu perro coma en verano
Ante todo, mucha agua
En verano es fundamental para el perro tener agua cerca, igual que nosotros. O un poco más importante, porque ellos no regulan de un modo tan sofisticado como nosotros la pérdida de agua corporal. Si a ello sumamos que normalmente los perros comen pienso seco, que suele ser el más sano para ellos pero que absorbe gran cantidad de agua, comprenderemos que es tanto más importante que el perro disponga de mucha agua cerca.
Disponer de agua abundante les permite estar bien hidratados y, por lo tanto, combatir mejor el calor mediante la pérdida de la misma. Y cuanto menos calor tenga el perro, más dispuesto estará a comer. Mucho mejor si este agua está fría, ya que le permitirá regular internamente mejor la temperatura y tener una mayor disposición al apetito, pues no estará tan agobiado por el calor. Un truco fácil es añadir cubitos de hielo al bol del agua. Es especialmente importante que la tenga disponible después de comer.
Mezclar pienso seco y húmedo
Los piensos húmedos o patés tienen un porcentaje de agua bastante más alto y pueden hacerse más apetecibles al perro; de hecho, pocos se resisten a ellos. El problema es que son comparativamente más caros y engordan. En un caso extremo, podríamos alimentar al perro de pienso húmedo durante esta estación, aunque muy probablemente aumentaría de peso y luego nos costaría volver a acostumbrarlo al pienso seco.
En tales circunstancias, una opción interesante es llenar el bol con tres cuartos de pienso seco y un cuarto de pienso húmedo que esté bien triturado y que mezclemos a conciencia con el pienso seco, de manera que todas las bolas queden bien impregnadas. Esto le da un sabor más apetecible al pienso seco y puede lograr que nuestro amigo peludo haga un esfuerzo por comerse todo el plato. De todas formas, si no se termina el plato, tampoco debemos preocuparnos: recordemos que es normal que se racionen ellos mismos en esta época. Otra alternativa es disminuir proporcionalmente la relación.
Mezclar fruta con el pienso
La fruta tiene la gran ventaja de que es fresca, sobre todo si antes la hemos guardado en la nevera, es muy rica en agua y también en azúcares, que en una medida moderada les encantan a los perros. Si no queremos pasarnos con el pienso húmedo, podemos probar con añadir piezas de fruta al pienso seco, cortaditas en trozos y bien mezcladas, de manera que tenga que rebuscarlas.
La fruta contiene azúcar, fibra y agua y además es refrescante. Hay que evitar las uvas y las pasas por su alto contenido en azúcar pero peras, manzanas, plátanos, ciruelas, etc., les gustan y no les sientan mal. Es obligatorio quitar las pepitas y ser conscientes de que la fruta no puede sustituir completamente al pienso.
Cambiar los horarios
Se trataría en este caso de usar el hambre del perro de modo que pasen el máximo de horas entre comida y comida. Así, en lugar de dejarle el bol con el pienso siempre en su sitio, lo dejaríamos vacío y solo le daríamos de comer bien al amanecer o bien unas horas después de la caída del sol. Los motivos son dos: por un lado, que el calor sea bastante menor cuando coma y por el otro, que probablemente el hambre habrá vencido a la pérdida parcial de apetito. Además, la ausencia de luz solar puede jugar a nuestro favor.
Probar con los helados
Una manera entretenida, al menos para él, de comer durante las horas de calor puede ser fabricarle helados con agua, yogurt y frutas. Basta con hacer la mezcla y ponerla en el congelador. O bien polos con caldos de carne y pollo bajos en sal; a nosotros nos puede parecer extravagante, pero es un modo de que ellos ingieran alimentos y se hidraten a la vez.