Para comenzar, aclarar que el Tratado Transatlántico de Libre Comercio e Inversión (TTIP) que negocian los Estados Unidos y la Unión Europea no es ninguna suerte de pacto con el diablo que busque el fin de la libertad y la democracia en Europa. Se trata más bien de un intento de abrir los mercados de ambos continentes recíprocamente y derribando todo tipo de barreras proteccionistas que hasta ahora han existido.
Los negociadores de la parte europea calculan que la firma del TTIP podría suponer solo para España un aumento adicional del PIB anual del 0,7%, además de 350.000 puestos de trabajos en los primeros cinco años. En este sentido, la ventaja del TTIP para las empresas europeas sería el libre acceso a un gran mercado en igualdad de condiciones con las americanas. Aunque parece que sobre dicha igualdad hay bastante desacuerdo por el momento.
El problema de este especie de 'Comunidad Económica Atlántica' es que las empresas americanas esperan acceder a nuestro mercado a ser posible en las mismas condiciones con que lo hacen es los Estados Unidos. Y ahí está la fuente del conflicto: no se tiene la misma concepción vital, social ni económica en Europa que en Norteamérica.
La Unión Europea es mucho más garantista en determinados temas de consumo que los Estados Unidos, donde las leyes comunitarias se ven como excesivamente celosas y proteccionistas; incluso como impedimentos a la extensión del libre comercio. En consecuencia, y según han revelado las recientes filtraciones por parte de Greenpeace –ya que la negociación se lleva en estricto secreto–, se sabe que hay ciertos puntos polémicos donde el TTIP se ha estancado.
Se cree que los desacuerdos concernientes a estos puntos polémicos difícilmente podrán ser sorteados, por lo que se augura la muerte de este tratado, al menos de momento. A continuación, y a tenor de lo filtrado, explicamos diez de los aspectos en los que nuestro consumo cambiaría de forma significativa, incluso sorprendente.
1. Champán y Jerez 'made in USA'
Tal como suena. Uno de los puntos donde las negociaciones no parecen avanzar es en la venta en Europa de las imitaciones americanas de 17 calificaciones de vinos europeos semi protegidas, entre las que está el vino de jerez, el champán, el madeira, el oporto o el tokay húngaro. En los Estados Unidos, que no reconoce denominaciones de origen, está permitida su elaboración y venta siempre que se respete el método; de hecho elaboran champán californiano desde el siglo XIX. Pero Europa ha pedido que se respete en su territorio su política de producciones locales.
Los Estados Unidos se ha negado a hacerlo y por lo tanto, si el TTIP se aprobara, podría vender sus versiones de estos vinos en Europa con el etiquetado equivalente y quizá con niveles de exigencia menores a los que actualmente tienen estos vinos para merecer su denominación. Es posible que llegaran a la tienda y sobre todo la gran superficie a precios mucho más competitivos y en consecuencia progresivamente socavaran la sostenibilidad de las bodegas de producción más minoritaria.
2. Adiós a las denominaciones de origen
Esta consideración viene a raíz de que los Estados Unidos incluso aboga porque se elimine el tratado de vinos de 2006, por el cual se comprometía a respetar el etiquetado de las denominaciones de origen de los vinos Europeos en suelo Estadounidense y a no vender bajo estas etiquetas sus productos. Para los americanos las denominaciones de origen son un tipo de proteccionismo que impide el libre comercio.
Si se firmara el TTIP tal como quiere los Estados Unidos, se podría vender 'vino rioja americano' en nuestras grandes superficies sin el mayor problema y a precio muy competitivo. En consecuencia, ya no tendría sentido fijar un protocolo de elaboración en referencia a la tradición, el medio ambiente y la localización, cuyo objetivo no era tanto proteger una determinada economía como favorecer la preservación de un producto con sus calidades.
3. Nos venderían cosméticos prohibidos actualmente
Hay más de 1.000 cosméticos legales en los Estados Unidos que en Europa no están permitidos por varias razones: desde que han sido testados en animales vivos a que contienen algún producto que pueda ser nocivo para un determinado grupo de personas. El TTIP permitirá la venta de estos productos en suelo europeo gracias a modificaciones de las normativas, que se volverán menos garantistas.
La idea es no prohibir por defecto cualquier producto que pueda causar problemas aunque sea a una minoría de personas, y en cambio aumentar el etiquetado con advertencias clarificando los posibles problemas que puede crear el componente peligroso. Este es el modo de hacer norteamericano, con el cual además el fabricante se previene ante posibles demandas de los consumidores.
4. Menor control de los pesticidas usados en la agricultura
Se ha sabido que otro de los apartados en los que hay estancamiento es en el uso de pesticidas en la agricultura con menos regulación que la actualmente existente en la Unión Europea. En los Estados Unidos se tolera legalmente una gama mucho más amplia de pesticidas, por lo que productos tratados con ellos, en Europa actualmente no se pueden vender.
Si se firmara el TTIP ahora, estos productos podrían comercializarse en suelo europeo sin tener en cuenta que puedan llegar trazas de estos pesticidas Para ello, recíprocamente, pues los agricultores europeos así lo pedirían, se debería rehacer la legislación en materia de pesticidas para ampliar en rango legal. Una derivación de este cambio serían las consecuencias ambientales que pudiera tener.
5. Aumento de las sustancias peligrosas derivadas de tratamientos industriales
El caso de los pesticidas no es el único; como ya se ha dicho, la intención de los Estados Unidos es que la legislación europea cambie en materia medioambiental para volverse más flexible o laxa, como se prefiera. Esto afectaría también al uso en procesos industriales de determinados componentes que están permitidos al otro lado del Atlántico pero que aquí se consideran peligrosas.
6. Hola a los combustibles altamente contaminantes
Un ejemplo de lo explicado en el párrafo anterior son los combustibles procedentes de tierras bituminosas. Son un tipo de carburante industrial muy contaminante que los Estados Unidos explota y vende a países del tercer mundo como fuente de energía basura. Ahora pretende poder comercializarlo también en Europa gracias a los cambios legislativos que produciría el TTIP de ser finalmente firmado.
7. Multinacionales lejos del control estatal
Otro de los puntos que genera polémica y que ha trascendido, aunque ya se sabía un poco de él, es el derecho de una empresa a querellarse ante un tribunal, formado por árbitros de la empresa privada y no por jueces, por un contencioso con un estado o cualquier otra institución pública local. Es decir, las empresas intervendrían de este modo en la creación o existencia de normas o leyes que puedan afectar a sus productos.
La Unión Europea acepta este tipo de tribunales, que ya existen en otros tratados que los Estados Unidos tiene con diferentes países, como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, pero quiere que dentro del TTIP haya más peso de funcionarios estatales y menos de árbitros privados, algo que en América no se vería con buenos ojos.
8. Un lineal inundado de transgénicos
Con independencia del juicio moral que nos merezcan los organismos genéticamente modificados, lo cierto es que media un abismo legislativo entre Europa y los Estados Unidos respecto a los transgénicos. Mientras en Europa muchos países los prohiben abiertamente, al otro lado del Atlántico los usan sin mayor problema dada su mejor productividad y la consiguiente competitividad de precios que comportan.
Para los Estados Unidos los transgénicos son un tema que no se puede negociar, pues prohibirlos en suelo europeo comportaría limitar mucho el rango de productos -agrícolas y no- que se pueden exportar, ya que son ampliamente usados. Para Europa aceptarlos significaría convencer a la mayoría de la población de sus supuestas bondades y su ausencia de peligros.
9. Adiós al productor local en las grandes superficies
Lo que no admite dudas es que el producto genéticamente modificado está optimizado desde el punto de vista económico y por tanto puede presentar un precio mucho más competitivo. Si una multinacional de la alimentación decide vender un homólogo transgénico de un producto agrícola local -ya ni hablamos de ecológicamente cultivados-, podrá hacerlo a un precio mucho más bajo. En consecuencia, los productores locales podrían hacerse económicamente poco competitivos y acabar por desaparecer.
10. Mayor dificultad para conseguir servicios públicos locales
Como consecuencia de la capacidad que el TTIP otorgaría a las empresas para querellarse contra cualquier organismo local, desde algunos ayuntamientos se teme que el tratado les quitase mucho margen de maniobra en asuntos como la recuperación de algunos servicios municipales ahora privatizados -como por ejemplo el agua en Barcelona-, la adquisición de terrenos privados para hacer vivienda social o bien la gestión de la recogida de basura con criterios que no fueran los meramente económicos.