Aunque son muchos los factores que pueden dañar nuestro sistema auditivo, su degeneración y las posibles enfermedades que pueda sufrir dependen principalmente de la genética y la edad. Los mayores inconvenientes se presentan principalmente “en los niños, con la otitis de repetición o las vegetaciones, y en los adultos o ancianos debido a la presbiacusia”, explica a elDiario.es el otorrinolaringólogo Luis Lassaletta, presidente de la Comisión de Otología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello.
Pero además de estos factores en ocasiones inevitables, en el día a día hay otros muchos actos cotidianos que dañan nuestro sistema auditivo, como la exposición continua al ruido o los malos hábitos de higiene. Estas malas prácticas, explican Ainhoa Escalonilla e Irene Moreno, logopedas en Clínica Áurea, “son motivo, sobre todo, de la falta de concienciación sobre los problemas auditivos, contribuyendo así al deterioro de la audición con el paso del tiempo”.
Abuso de auriculares, cascos y tapones
En datos de GAES, uno de cada cinco adolescentes padece pérdida auditiva por escuchar música demasiado alta. En ocasiones esto es debido al uso excesivo de cascos y auriculares durante tiempo prolongado y a intensidades altas: “Para evitarlo, generalmente recomendamos la regla 60-60: no usar estos dispositivos más de 60 minutos al día a más del 60% de su volumen máximo”, explica Lassaletta.
Por ejemplo, en el caso de aquellos dispositivos con sistema de colocación intraural, el equipo de logopedas de Clínica Áurea afirma que “pueden aumentar el riesgo de infecciones de oído si no se limpian adecuadamente o si se comparten con otras personas”.
Respecto a los tapones para dormir, el otorrino recalca que “el factor más importante es el material del que están hechos, ya que algunos de silicona o materiales similares pueden descomponerse y desprender fragmentos en el oído, cuya extracción inadecuada puede acarrear problemas serios”.
Los tres expertos coinciden en que lo más recomendable es hacerlos a medida, pues “si los tapones no se ajustan bien en tamaño y forma al oído o si se usan durante mucho tiempo sin limpiarlos o cambiarlos, pueden provocar irritación, inflamación o infección”, explican las logopedas.
No introducir objetos en el oído
Ni pinzas ni horquillas ni ninguna otra herramienta: si algo recalca Lassaletta es que “no debemos introducir nada en el oído”. Si necesitamos extraer algo, debemos acudir inmediatamente a un especialista, “ya que si se complica la extracción esto puede tener consecuencias nefastas para el oído: laceraciones, heridas, sangrado e incluso perforaciones timpánicas”.
En esta recomendación también se incluyen los bastoncillos: “No debemos utilizarlos ya que pueden producir irritación y desplazamiento de la cera hacia la parte interna del canal auditivo”, explican las logopedas. Además, como comparten en la web del Colegio Nacional de Ópticos y Optometristas, haciendo referencia a una investigación del Nationwide Children's Hospital de Columbus, son muchas las visitas a urgencias derivadas de heridas ocasionadas por el uso de bastoncillos.
Higiene inadecuada
Como explica el otorrinolaringólogo, “solo debemos limpiar los oídos si tenemos problemas o alguna anatomía difícil y siempre con asesoramiento profesional, si no no es necesario realizar ninguna higiene específica”.
En todo caso, como apuntan las logopedas, podemos optar por “limpiar solo la parte exterior, con el agua que cae al tomar una ducha o pasando una gasa por la oreja o simplemente secándola con una toalla, siempre sin apretar ni insistir demasiado sobre el agujero del oído y, sobre todo, sin introducir la toalla ni ningún otro objeto en él”.
No tomar precauciones en verano si es necesario
Es en verano cuando “debemos tener un poco más de cuidado con nuestro sistema auditivo en el caso de los niños, si tenemos un conducto auditivo estrecho con tendencia a que no salga en el agua o si tenemos los oídos operados. En estos casos sí debemos evitar la entrada de agua con el uso de tapones”, explica el otorrino.
Además, como explican ambas logopedas, “los cambios bruscos de presión también pueden provocar graves daños, por lo que debemos realizar inmersiones graduales”.
Por último, debemos recalcar que no es normal sentir dolor, ardor o problemas de audición después de nadar, por lo que en esos casos será necesario consultar a un profesional.
Contaminación acústica: no a los ruidos excesivos
La Organización Mundial de la Salud ha abordado en varias ocasiones este problema universal, aplicando normas para hacer frente a la creciente pérdida de audición debido a la contaminación acústica. La exposición prolongada a niveles altos de ruido puede provocar una serie de patologías y problemas en la salud auditiva: “Desde pérdida de audición por exposición al ruido hasta tinnitus, entre otros”, anotan las logopedas de Clínica Áurea.
Hay dos vertientes que relacionan los ruidos altos y constantes, los gritos y la música elevada, tanto en contextos laborales como de ocio, con problemas de salud.
Por un lado, “están directamente relacionados con el deterioro auditivo, pero también tienen como consecuencia la dificultad de conciliar el sueño, relacionando así estos aspectos con insomnio y, en casos extremos, también con problemas psicológicos”, explica el otorrinolaringólogo.
Malos hábitos de consumo
Aunque el otorrino afirma que el ruido es el principal problema para nuestra salud auditiva, también recalca que, aunque con un impacto menor, “hay otros malos hábitos como una mala dieta o el consumo de tabaco o alcohol que pueden deteriorar la audición”.
Por ejemplo, como explican las logopedas, “la ingesta de alimentos ricos en grasas saturadas, sal y azúcares refinados puede afectar al oído; productos como el té, chocolate, cacao y todos sus derivados, las bebidas energéticas y los refrescos de cola producen excitación y pueden originar los problemas subyacentes que desembocan en ese molesto timbre intermitente en el oído”.
Por ello, los expertos recomiendan beber suficiente agua para mantener una buena hidratación, ya que la deshidratación puede afectar la función auditiva. Por otro lado, “el consumo de alcohol –continúan las logopedas– puede dañar las células ciliadas del oído interno, por lo que los sonidos no se envían al cerebro, provocando pérdida de audición”.