Melón vs. sandía: ¿cuál de las dos frutas del verano gana en valor nutricional?
Sol, playa, helados y… fruta fresca. Difícilmente podríamos imaginarnos un verano sin la presencia en nuestras mesas de dos de las frutas estrella: el melón y la sandía. Son sin duda las dos frutas más típicas de estos meses caluroso porque, al tomarlas, tenemos más la sensación de beberlas que de comerlas. Pocas frutas pueden rivalizar con su atractivo y poder.
Ambas pertenecen a la familia de las cucurbitáceas, igual que el calabacín, la calabaza o el pepino. Buena parte de sus similitudes se explica por ello. Aunque el melón no es tan estacional como la sandía porque podemos encontrarlo prácticamente todo el año, lo cierto es que es entre junio y septiembre cuando el consumo de estas dos frutas se dispara en los hogares españoles respecto al resto del año.
Tanto el melón como la sandía son frutas frescas, azucaradas, ideales para un picoteo saludable e imprescindibles como regeneradoras en los calurosos días de verano. A pesar de su apariencia física distinta que les da no solo el color interno y el de la pulpa, sino también la forma y el hecho de que las semillas del melón no estén dispersas por toda la pulpa (como sí ocurre con la sandía), son muy similares desde el punto de vista nutricional y por su sabor dulce y refrescante, solo con pequeñas diferencias.
Sandía y melón: muy similares en calorías y en contenido de agua
Estas dos frutas llenas de agua y color comparten similitudes en dos grandes apartados: el del contenido calórico y de agua. ¿Qué encontraremos si desmenuzamos 100 gramos de cada fruta? Lo primero que notaremos es que la aportación de agua de ambas es lo que más destaca. Es muy similar, de un 92% en el caso del melón y un poco más (un 95%) para la sandía; de ahí que sean una excelente opción en verano para ayudarnos a mantenernos hidratados, recuperar el agua y los minerales que perdemos con el sudor.
En cuanto al contenido calórico, hay una ligera diferencia, aunque pequeña: mientras que en el melón tendremos unas 28 kcal, para la sandía será un poco menos, 21 kcal. El contenido de azúcar también es similar, aunque se trata de dos frutas poco dulces a pesar del sabor.
Vitaminas y minerales: en qué se diferencian la sandía y el melón
Lo que no es agua es básicamente azúcares, minerales y vitaminas. La sandía es un pequeño tesoro de nutrientes. La Federación Española de Nutrición (FEN) destaca, aunque reconoce que no se pueda destacar ningún nutriente como “fuente” o “alto contenido”, sí destaca su aporte de potasio y vitamina A.
Aunque el valor nutritivo es bajo debido a que más del 90% de su interior es agua, sí es interesante su contenido en vitaminas y minerales. Es cierto que destaca su contenido en carotenoides sin actividad provitamínica –luteína y licopeno, entre los que destaca este último–.
El melón, a diferencia de la sandía, tiene un poco más de fibra y carbohidratos, pero también es una buena fuente de vitamina C, que nos ayuda en la protección de las células frente al daño oxidativo. Según la FEN, 300 gramos de melón sin corteza nos aportan el 75% de la ingesta recomendada de vitamina C.
En el apartado de sales minerales, en el melón destaca una mayor aportación de potasio que en la sandía: una ración de melón cubre un 16% de la ingesta recomendada de potasio, que nos ayuda al funcionamiento del sistema nervioso y de los músculos y a controlar la presión sanguínea. ¿Qué más aporta el melón? Igual que los cítricos como la naranja, nos ofrece una interesante aportación de folatos. También destacan el calcio, el sodio y el fósforo. Sin embargo, y a diferencia de otras frutas, el melón aporta una cantidad de azúcar inferior, en concreto de un 6%.
De los datos sobre las kilocalorías anteriores podemos deducir también que la sandía, a pesar de todo, tiene menos cantidad de azúcar que el melón. Pero ambas tienen un alto poder saciante que hace que se conviertan en un opción ideal para comer entre horas y con ellos consiguen llenarnos sin aportar demasiadas calorías.
Cómo elegir el mejor melón y la sandía más gustosa
Está claro que para disfrutar de todos estos beneficios es clave elegir bien. Y, para ello, lo primero que tenemos que tener en cuenta es que conviene tomarlas en su mejor momento, que es justo ahora y hasta el mes de septiembre. Pero el placer de consumir cualquiera de estas dos frutas puede verse truncado si, al abrirlas, o bien no están del todo maduras o, por el contrario, lo están demasiado. En este caso, todos sus beneficios pierden importancia si no apetece tomarlas.
¿Cómo podemos reconocer cuál es el mejor ejemplar si el interior está escondido bajo una gruesa piel? Para acertar con el mejor melón de todos, y tal y como explicábamos en este artículo, lo primero es presionar con los dedos por toda la superficie para detectar posibles zonas blandas; si las encontramos, no haremos una buena elección.
Otra buena manera de conocer el grado de madurez del melón es presionarlo por los extremos: si se produce una cierta distensión significa que está maduro y a punto para consumir. Si la presión nos da una blandura excesiva, el grado de madurez será alto.
La vista nos ayudará a descartar aquellos ejemplares que tengan grietas ya que pueden ser sinónimo de contaminación bacteriana o fúngica.
¿Y en el caso de la sandía? ¿Nos sirve lo mismo que hemos hecho con el melón? Hay ciertas diferencias para reconocer la mejor sandía. La primera de ellas se basa en el color. Si nos fijamos en la sandía verde, la que tiene pepitas (hay otra variedad sin pepitas que tiene un color más claro con rayas oscuras), debemos localizar una pequeña zona de forma redondeada con un tono amarillento, que es la parte de la sandía que ha estado en el suelo y a la que no le ha tocado el sol. No debe ser ni blanca ni verde.
Otro punto que nos dará pistas es el rabillo, lo que conecta el fruto con la mata. En este caso, debe ser de color verde, que es sinónimo de frescura. Si es de color oscuro significa que no es fresca y que posiblemente haya pasado unas horas por la cámara antes de ser comercializada.
A diferencia del melón, si la presionamos por la parte que ha estado en contacto con el suelo, no debe ser blanda sino dura.
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