Sustitutos del hielo: ventajas e inconvenientes
En cualquier reunión que tenga lugar durante los meses de calor hay una cosa que no puede faltar y de la que nunca parece haber suficiente: el hielo. Los humanos hemos estado usando agua helada desde hace miles de años. Los egipcios, griegos y romanos utilizaban la nieve y el hielo de las montañas para enfriar bebidas y conservar alimentos. Antes de ser un electrodoméstico, las neveras eran pozos cerrados llenos de nieve para conservar la comida en los meses más cálidos.
La primera máquina para fabricar hielo aparece en 1805 en los Estados Unidos, que se transportaba a lomos de caballos, envuelto en paja, para quien lo necesitara. A mediados del siglo XX aparecen las neveras y pasamos de las barras de hielo a los cubitos. También desaparece la necesidad de tener hielo para enfriar los alimentos y bebidas: basta con ponerlos dentro del armario blanco.
Sin embargo, los cubos de hielo tienen sus inconvenientes. En el caso de las bebidas, a medida que los cubos de hielo se derriten, diluyen la bebida, lo que puede afectar su sabor y su graduación, en el caso de bebidas alcohólicas. Tampoco enfrían de modo uniforme, a no se que se agiten constantemente. Cuando se derriten, se convierten en agua líquida que puede empapar tu comida y las bolsas donde la almacenas. Además, hacer cubos de hielo lleva tiempo y si no tienes suficientes a mano, tendrás que beber tu sangría templada.
Afortunadamente hay alternativas. Estas son algunas de las más comunes y algunas de las más innovadoras.
Acumuladores de frío
Los paquetes para enfriar, también conocidos como acumuladores de frío, paquetes fríos o paquetes de gel, están disponibles en cualquier supermercado y son la opción más habitual para transportar comida y bebida sin miedo a que se inunde de agua el contenedor. Se fabrican con diversos materiales dependiendo de su propósito.
Los más comunes contienen un gel a base de agua con polímeros o sales que aumentan la capacidad del gel para retener frío. Casi todas las bolsas de hielo contienen agua y una cierta cantidad de propilenglicol, una sustancia química utilizada habitualmente para reducir la temperatura de congelación del agua. Es habitual encontrarlo en anticongelantes y descongelantes de aviones. Incluirlo en las bolsas de hielo permite que estas se mantengan blandas por debajo de 0ºC para que se amolden mejor al contenedor o alrededor de un tobillo si lo usamos para enfriar un esguince.
En el pasado, algunas bolsas de hielo se fabricaban con etilenglicol o dietilenglicol, pero se han dejado de utilizar debido a su toxicidad. Afortunadamente, las bolsas de hielo de hoy en día sólo pueden causar un poco de malestar estomacal si se ingiere su contenido. Además suelen contener espesantes, gel de sílice, agentes antibacterianos y colorante azul, sólo por razones estéticas.
Materiales de cambio de fase
Si dejas que se derrita el hielo a temperatura ambiente y pones un termómetro, podrás ver en directo uno de los fenómenos más interesantes de la física: el cambio de fase. El agua líquida que resulta de los cubos de hielo que se funden está exactamente a cero grados, y se mantendrá a esa temperatura hasta que se derrita el último trozo de hielo. Es decir, mientras se derrite el hielo, se mantiene la temperatura constante de fusión del agua.
Utilizando sustancias distintas del agua es posible conseguir que esa temperatura de fusión sea diferente. Estos materiales de cambio de fase (PCM por sus siglas en inglés) se emplean para envíos de productos delicados, desde alimentos hasta medicamentos u órganos para trasplantes. Por ejemplo, puede ser necesario que el producto esté frío, a unos 5ºC, pero que no pueda congelarse, por lo que el hielo de agua podría dañarlo. Al contrario, el producto puede requerir una temperatura constante de -10ºC. Para cada caso hay un material que mantendrá la temperatura deseada durante horas.
Estos materiales se usan en algunos paquetes enfriadores para tratar lesiones o para enfriar equipos electrónicos. También hay aplicaciones sobre tejidos con los que fabricar ropa que mantiene la temperatura corporal.
Paquetes de frío instantáneo
Los paquetes enfriadores están bien, pero precisan congelarse previamente. ¿Qué ocurre si estamos en el campo y necesitamos enfriar una bebida o una lesión y no tenemos hielo? Aquí es donde los paquetes de frío instantáneo pueden ayudar. Estas bolsas están diseñadas para proporcionar frío en cualquier condición, aunque no durante mucho tiempo, sin necesidad de un congelador.
Las bolsas de hielo instantáneo utilizan una reacción química endotérmica, es decir, que absorbe calor. Dentro del envase hay dos bolsas, una con agua y otra con otro producto químico. Si se aprieta la bolsa para romper la vejiga de agua y se agita, se combinan y producen frío. Los productos más comunes son la urea, el nitrato amónico y el nitrato amónico cálcico. La disolución de estos compuestos en agua absorbe calor del entorno y la bolsa se enfría.
El inconveniente es que el frío dura solo unos minutos, dependiendo de la temperatura ambiente. Además, los productos químicos pueden ser tóxicos, por lo que es mejor que la bolsa no se rompa.
Piedras, bolas de acero, varillas enfriadoras
Si no te gusta aguar tu licor con hielo, seguramente habrás oído hablar de las piedras para whisky. Se trata de piedras pulidas, habitualmente en forma de cubos o esferas, que se pueden guardar en el congelador y colocarlas en la bebida para enfriarla sin diluirla. También hay bolas de acero inoxidable, sólidas o rellenas de gel enfriador, y varillas de acero con la misma función.
Todos estos productos aprovechan la inercia térmica, que es la tendencia de un material a resistir los cambios de temperatura. La inercia térmica es la culpable del efecto de isla de calor en las ciudades, ya que el asfalto y los ladrillos de los edificios almacenan calor y lo liberan lentamente durante la noche. Pero al revés, estos materiales también pueden “almacenar” frío y refrescar nuestras bebidas sin aguarlas.
Enfriadores termoeléctricos
En tu bar preferido puede que tengan una caja sobre la barra en la que insertan unas pocas botellas para mantenerlas frías. Hay versiones domésticas que enfrían una sola botella, y son una alternativa (más cara y sofisticada) a las cubiteras llenas de agua y hielo.
Estos dispositivos funcionan mediante el efecto Peltier. Este efecto debe su nombre al científico que lo descubrió en el siglo XIX. Cuando las cargas eléctricas atraviesan las dos piezas metálicas unidas se crea un flujo térmico que envía calor de un lado a otro de la máquina. Mientras un lado se calienta, el otro se enfría. Los enfriadores tienen ventiladores que ayudan a que el aire se enfríe de forma uniforme. Son silenciosos y no vibran, como sí hacen las neveras con compresor, y también tienen un consumo de electricidad muy bajo.
A cambio, no pueden enfriar tanto como el hielo y la mayoría no bajan de los 10ºC, aunque esta es una temperatura de servicio aceptable para el vino.
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