Es la moda en Silicon Valley, propagada por gurús de la vida sana, que ha aparecido en multitud de vídeos de YouTube e incluso documentales de Netflix. La idea que hay detrás es que las redes sociales como Facebook e Instagram son adictivas porque cada vez que vemos un “me gusta”, nuestro cerebro recibe un chute de dopamina, un neurotransmisor que produce placer, y nos hacemos adictos a él igual que a la cocaína o la heroína.
Según esta explicación, el cerebro desarrolla tolerancia a la dopamina, como ocurre con las drogas, cada vez necesitamos una dosis mayor de redes sociales, y los acontecimientos normales de nuestra vida no nos producen placer.
Por tanto, sigue el razonamiento, es necesario “desintoxicarse” de esta adicción bioquímica haciendo un “ayuno” que incluye abstenerse durante días de todo lo que produzca dopamina, como las redes sociales o los videojuegos, y, en casos extremos, de otras cosas que puedan producir satisfacción, como la comida, el deporte, hacerse selfies, las relaciones sociales, escuchar música o el sexo.
El problema es que la dopamina no funciona así y, según los expertos, estos métodos de desintoxicación, aunque bienintencionados, no sirven para reducir la dopamina ni “desengancharnos” de ella.
El neurotransmisor que te levanta de la silla
La dopamina es un neurotransmisor, es decir, una molécula que sirve para que una neurona pase un mensaje a otra neurona. Actúa en diferentes áreas del sistema nervioso y está implicada en el movimiento, la memoria, el aprendizaje, el sueño y la cognición. Por ejemplo, la enfermedad de Parkinson se produce cuando falta dopamina en una parte del cerebro llamada sustancia negra, y su falta también se asocia a la depresión.
La dopamina es una sustancia muy incomprendida. La gente a veces se refiere a la dopamina como el neurotransmisor del placer, pero en realidad la dopamina no es la causante directa de la sensación de placer o euforia. De hecho, cuando se desactivan los receptores, la sensación de placer y euforia de la cocaína se sigue produciendo sin dopamina.
La función que las investigaciones actuales asignan a la dopamina es la motivación. Según explicó la psicobióloga Mercè Correa ya en 2013 “Se creía que la dopamina regulaba el placer y la recompensa y que la liberamos cuando obtenemos algo que nos satisface, pero en realidad las últimas evidencias científicas demuestran que este neurotransmisor actúa antes, en realidad nos incita a actuar. Es decir, la dopamina se libera para conseguir algo bueno o para evitar algo malo”.
Aquí aparece la primera sorpresa: la dopamina no solo aparece cuando predecimos que algo nos produce placer, para motivarnos a conseguirlo, sino también cuando algo nos produce aversión, para motivarnos a evitarlo. Tanto si un niño corre hacia una chocolatina o huye del brócoli, la dopamina está actuando para que se levante de la silla.
El galardón “Brain Prize” de 2017, el Nobel de la neurociencia, fue a parar a los doctores Dayan, Dolan y Schultz por sus estudios sobre la dopamina y la recompensa. Según sus investigaciones, la dopamina se libera cuando hay un error de predicción, es decir, una sorpresa.
Por ejemplo, si un día en nuestra nómina aparece un generoso bonus que no esperábamos, el núcleo Accumbens de nuestro cerebro tendrá un pico de dopamina. Pero lo mismo ocurrirá si nos han descontado dinero por el cobro de impuestos que no habíamos previsto.
Querer y disfrutar
La otra confusión habitual sobre el mecanismo de recompensa es confundir el deseo de hacer algo con el placer que produce. Las adicciones a determinadas sustancias como el tabaco o el alcohol hacen que las personas “quieran” repetir una conducta aunque ya no les “guste”, es decir, ya no produzca placer. La dopamina se ocupa del deseo de hacer algo, no del placer que se obtiene al hacerlo.
Lo mismo ocurre con los juegos de azar. La dopamina impulsa a los ludópatas a jugar una y otra vez, aunque no están ganando. La expectativa de ganar, la anticipación de una posible recompensa, es la que motiva el comportamiento, no la satisfacción del premio, que puede que nunca llegue.
Precisamente este es el motivo por el que la “desintoxicación de dopamina” no puede funcionar. Evitando aquellas cosas que nos producen satisfacción inmediata, como las redes sociales o los videojuegos, no evitaremos que la dopamina siga aumentando cada vez que deseemos algo. Tampoco lo hará dejar de comer, hacer ejercicio, escuchar música, socializar o dejar de sacarse fotografías con flash (sí, también es una de las recomendaciones).
El creador del término “ayuno de dopamina”, el psiquiatra Cameron Sepah, admite que su idea original ha sido malinterpretada, y no tiene nada que ver con reducir la dopamina ni privarse de las cosas que dan placer. Su propuesta es en realidad gestionar los comportamientos adictivos, restringiéndolos a ciertos periodos de tiempo y buscando alternativas. Los expertos reconocen que este método puede tener beneficios para controlar los comportamientos, pero la mala interpretación puede provocar daños físicos y emocionales.
Cuando dejamos el teléfono, evitamos comer por estrés, o nos alejamos de los juegos de azar, estamos dejando espacio en nuestra cabeza para vivir en el momento presente y disfrutar de nuestras relaciones sociales, de la música, o de hacer deporte. En definitiva no se trata de evitar el disfrute, sino ser más conscientes para poder disfrutar más.
¿En qué se basa todo esto?
- Cocaine craving, euphoria, and self-administration: a preliminary study of the effect of catecholamine precursor depletion. Ansia, euforia y autoadministración de cocaína: un estudio preliminar del efecto de la depleción de precursores de catecolaminas.
- Dopamine regulates the motivation to act, study shows. La dopamina regula la motivación para actuar, según un estudio.
- A Role for Phasic Dopamine Release within the Nucleus Accumbens in Encoding Aversion: A Review of the Neurochemical Literature. El papel de la liberación fásica de dopamina en el núcleo accumbens en la codificación de la aversión: Una revisión de la literatura neuroquímica.
- A neural substrate of prediction and reward. Un sustrato neural de predicción y recompensa