Majos en persona, monstruos en Internet: ¿por qué la gente se vuelve mala en redes sociales?

Darío Pescador

25 de marzo de 2022 23:26 h

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Según un informe de Plan Internacional, casi el 60% de las niñas y adolescentes sufren acoso online, una de cada cuatro siente que su integridad física está en peligro y casi la mitad están de acuerdo en que el acoso que sufren en las redes sociales es más intenso que el que sufren en la calle. 

Pero no se trata solo de los adolescentes. Los insultos son habituales en Twitter o Facebook, incluso entre personas que ocupan puestos de responsabilidad y tienen una gran visibilidad pública. Uno de los motivos es que el propio medio favorece la confrontación. 

El octubre pasado Frances Haugen, una exempleada de Facebook testificó ante el senado de Estados Unidos denunciando que el algoritmo que decide qué noticias y contenidos mostrar a los usuarios de la red seleccionaba aquellos más extremos, y que la empresa ponía “sus beneficios por encima de controlar el discurso de odio”. Lo mismo ocurre en Twitter, donde según varios estudios, los tuits con contenidos más negativos y agresivos, tanto de la derecha como de la izquierda, tienen más probabilidades de ser compartidos

Pero hay algo más que algoritmos dedicados a maximizar el número de clics. Los estudios han comprobado que nuestro cerebro funciona de otra forma en redes sociales y nuestra personalidad cambia y se vuelve menos humana. 

El doctor Jekyll y Mr. Twitter

Seguramente, todos conocemos a alguien que tiene una doble personalidad. En persona son afables y de trato cortés, y sin embargo se convierten en una hidra en los comentarios de Facebook o Twitter. Resulta que hay un nombre para ese fenómeno: el efecto de desinhibición en línea. 

Este efecto fue formulado por le psicólogo John Suler en 2004 y se traduce en la “reducción o el abandono de las restricciones e inhibiciones sociales que se encuentran en la comunicación normal cara a cara cuando se utilizan comunicaciones electrónicas a distancia”. Es decir, en Internet nos sentimos libres para portarnos mal con otras personas. Las causas de este fenómeno, según Suler, son variadas:

  • Anonimato: en las redes sociales es fácil permanecer anónimos y que la gente no sepa quienes somos en realidad, y de esta forma no hay responsabilidad sobre nuestros actos.
  • Invisibilidad: cuando visitamos un sitio web o una red social, y solo miramos, somos como fantasmas. Las herramientas de control de tráfico contabilizan nuestra visita, y quizá nuestros hábitos, pero no saben quienes somos. Esto permite a la gente visitar sitios donde se habla de temas cuestionables y se incita al odio, porque no se sienten observados.
  • Asincronía: la comunicación en redes sociales no se produce en tiempo real. Las respuestas pueden llegar horas o días más tarde. Esta falta de sincronía permite a las personas enviar mensajes hirientes y eludir una respuesta inmediata, es el equivalente online a atropellar a alguien y huir. 
  • Introjección solipsísitica: este tecnicismo impronunciable se refiere a que en las redes sociales no tenemos una idea de la voz ni el aspecto de la persona que envía un mensaje, con lo que nuestro cerebro tiende a formarse una imagen de esta persona en su cabeza, e incluso mantienen conversaciones con este adversario imaginario durante el resto del día.
  • Imaginación disociativa: la gente en Internet y redes sociales puede llegar inconscientemente a la conclusión de que todo es un juego y los comentarios que leen son personajes del ciberespacio, a los cuales no se les aplican las mismas normas de respeto y consideración que a los seres humanos que encuentran en el mundo real.
  • MInimización del estatus y la autoridad: en las interacciones reales el estatus se comunica mediante la ropa, el lenguaje no verbal y el entorno, esto nos hace comportarnos humildemente con el director del banco o la catedrática, pero esas señales no existen en Internet y las personas se sienten libres de dirigirse de igual a igual y minimizar los méritos de los demás. aunque no dispongan de conocimientos suficientes que justifiquen esta actitud.
  • Diferencias individuales y predisposiciones: loa personalidad e incluso los trastornos mentales subyacentes influyen en la falta de contención en las redes sociales. Las personas más emocionales tendrán comportamientos más abiertos pero también más agresivos que las que tienen mayor autocontrol.
  • Cambios entre constelaciones intrapsíquicas: con este trabalenguas, Suler se refiere a que en Internet las personas tienden a liberar los aspectos más profundos de su personalidad, e incluso a sentir que son “más ellos mismos” que en el mundo real, donde tienen que “representar un papel”. 

Todas estas causas hacen que sea más probable que sucumbamos a nuestros impulsos y nuestras emociones negativas en las redes sociales, donde no hay consecuencias, que en persona, donde nos lo pensamos dos veces antes de enojar a nuestros amigos o familiares. 

Esto también hace que las peleas en Internet se trasladen a la vida real, y que el “ultraje moral”, tan fácil de provocar en las redes sociales, rompa amistades y divida familias. Una situación que solo ha empeorado con la pandemia, que ha forzado a muchas persona a mantener relaciones virtuales. 

También hay personas que se alimentan psicológicamente del conflicto en las redes: los famosos trolls. En un estudio del popular foro online Reddit se descubrió que estas personas especialmente hirientes, que experimentan un retorcido placer al manipular y sacar de quicio a la gente, suelen corresponder a la llamada “triada oscura” de los rasgos de la personalidad: maquiavelismo, psicopatía y narcisismo, combinado con Schadenfreude, una palabra alemana que significa disfrutar del mal ajeno. Estas personas suelen ser más pesimistas, más infelices y menos estables que la media, se entregan con más rapidez a la ira, se ponen más rápidamente a la defensiva y atacan a los demás en un intento de mantener el control.

Pocas personas somos inmunes a estos efectos de la comunicación en Internet sobre nuestras personalidades, y como suele ocurrir, el primer paso es hacerlo consciente y preguntarse, ¿le diría esto en persona? Si la respuesta es no, quizá sea mejor no apretar el botón de enviar.

* Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.

¿En qué se basa todo esto?