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Por qué perdemos el apetito a medida que nos hacemos mayores

Darío Pescador

13 de mayo de 2024 01:02 h

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Tengo 82 años y hace ya aproximadamente dos años que no tengo la sensación de hambre. ¿Tengo que preocuparme por esto?

¿Tienes hambre? Si has comido hace poco, puede que no tengas hambre ahora. Si han pasado horas desde tu última comida, seguramente tendrás apetito. Pero esto no siempre es así. A veces, los nervios o el estrés hacen que se nos quiten las ganas de comer, o al revés, nos provocan hambre y la necesidad de picar entre horas. También ocurre lo mismo cuando lo estamos pasando bien o hacemos ejercicio, que a veces hace que se nos olvide comer. 

Todo esto nos indica que el apetito no siempre depende de la comida que ingerimos, sino que lo controla el cerebro. El hipotálamo es el encargado de enviar señales para estimular el apetito. Estas señales pueden desencadenarse por factores como niveles bajos de azúcar en sangre o el estómago vacío, pero también por otras causas. Una gripe o una alergia nos puede quitar el hambre. Los cambios hormonales durante la menstruación pueden estimular o suprimir el apetito. También podemos perder el apetito con la edad.

Por qué perdemos el apetito con la edad

Un fenómeno conocido es que, a medida que envejecemos, las personas podemos perder el apetito. Algunas investigaciones apuntan a que los cambios en la percepción del gusto y el olfato, junto con alteraciones en la regulación hormonal, contribuyen a la disminución del apetito. Así, una persona de 70 años puede consumir hasta un 20% menos de alimentos que una de 26. Al mismo tiempo, las personas mayores estudiadas en una de estas investigaciones tenían un 25% menos de hambre al despertarse, y se sentían un 37% más llenas después de comer, comparadas con las más jóvenes. 

Además, se sabe que las afecciones médicas más comunes en las personas mayores, como los trastornos gastrointestinales o los problemas dentales repercuten en la pérdida del apetito, algo que también está relacionado con las alteraciones en la composición de la microbiota intestinal con la edad. Ciertos medicamentos que se recetan con frecuencia a las personas de mayor edad, como los antibióticos o los opioides, también pueden suprimir el apetito como efecto secundario, o bien pueden afectar a la absorción de los nutrientes o dar un gusto metálico a la comida. Sufrir un cáncer y pasar por un tratamiento con quimioterapia también suele provocar la pérdida de apetito y náuseas. 

Además, los factores psicológicos, como la soledad y el estrés y, en especial, la depresión, así como la pérdida de capacidades cognitivas, agravan aún más los cambios en los hábitos alimentarios de las personas a medida que envejecen. La doctora Cristina Latorre, geriatra, confirma que “hay mucha depresión en el anciano, una depresión que no se manifiesta igual que en adultos jóvenes, muchas veces las inapetencias están relacionadas con un cuadro depresivo”.

El hipotálamo es el encargado de enviar señales para estimular el apetito. Estas señales pueden desencadenarse por factores como niveles bajos de azúcar en sangre o el estómago vacío, pero también por otras causas

Aunque debido al estilo de vida en la sociedad actual hay parte de la población que tiene problemas de salud a causa de una alimentación hipercalórica, cuando las personas mayores pierden el apetito también aparecen complicaciones. La falta de nutrientes, especialmente de proteínas, hace que aumente el riesgo de fragilidad, caídas, fracturas de cadera, úlceras por presión, mayor tiempo en la recuperación después de una visita al hospital, osteoporosis y, finalmente, mortalidad. Las personas mayores que no comen suficiente tienen una peor calidad de vida y un sistema inmunitario debilitado.

Se produce aquí un círculo vicioso. A medida que envejecen y los achaques hacen que las personas mayores se muevan cada vez menos, disminuye su masa muscular, con lo que baja su metabolismo basal (la energía que utilizan en reposo). Tener un metabolismo más bajo hace que pierdan aún más el apetito y se muevan menos, lo que contribuye a una mayor pérdida de masa muscular, mayor debilidad, menor metabolismo y menos apetito aún. Para colmo de males, dormir menos horas y peor, otra de las condiciones habituales a medida que nos hacemos mayores, también está relacionado con tener menos apetito. Para la doctora Latorre, “es una pescadilla que se muerde la cola. Si una persona se mueve poco va a perder fuerza muscular, pero también es verdad que cuando nos hacemos mayores perdemos fuerza muscular porque nos movemos poco”.

Por qué hay que ocuparse de la pérdida de apetito

La pérdida de apetito a medida que nos hacemos mayores puede traer muchos problemas. La primera línea de actuación es nutricional, y aquí las proteínas son lo más importante. Las recomendaciones nutricionales indican una ingesta de proteínas de 0,8 gramos por kilo de peso corporal y día, pero esta es una cantidad mínima para que las personas sedentarias no caigan enfermas, no es la cantidad óptima para muchas personas, sobre todo para las personas mayores

Se calcula que alrededor de un 40% de las personas adultas no llegan al mínimo de 0,8 gramos. En el caso de las personas mayores, los estudios más recientes indican que deberían consumir entre 1,2 y 2 gramos de proteína por kilo de peso y día, es decir, entre un 50% y un 250% más que las recomendaciones mínimas.

Con el descenso del metabolismo y el apetito a medida que envejecemos, también bajan las calorías ingeridas. Las necesidades de energía se reducen entre un 17 y un 20% entre los 20 y los 80 años de edad. El problema es que es muy difícil llegar a esos 1,2 gramos de proteína por kilo y día con una dieta de menos de 1.600 kcal, y virtualmente imposible con una dieta de 1.000 kcal al día.

La dieta de las personas mayores tendría que ser rica en proteínas. En los desayunos, por ejemplo, se debe introducir algo de proteína (...) Una rebanada de pan con tomate, pero con jamón o un poco de atún o salmón ahumado

Además, existe el riesgo de que, lo poco que coman estas personas, esté compuesto de 'caprichos', alimentos con un alto contenido en grasa y azúcar, y muy pobres en proteínas, vitaminas, minerales y ácidos grasos esenciales. Una dieta con un exceso de calorías pero pobre en nutrientes producirá malnutrición, sobrepeso y obesidad, pero no solucionará ninguno de los problemas relacionados con la falta del apetito y la desnutrición. 

La doctora Latorre comenta: “Hay muy pocas personas mayores que digan no a un dulce, pero su dieta tendría que ser rica en proteínas. En los desayunos, por ejemplo, les digo que introduzcan algo de proteína, porque habitualmente toman el café con leche y luego bollería. Una rebanada de pan con tomate, pero con jamón o un poco de atún o salmón ahumado. Que ya desde por la mañana empiecen tomando proteínas”.

El ejercicio físico y el apetito

La falta de actividad física es otro de los factores decisivos. En un estudio de 51 países se encontró que, de media, un 17% de la población no hacía ejercicio de ningún tipo. En el caso de España, el porcentaje se elevaba al 33%. Sin embargo, el porcentaje era menor en las personas jóvenes y mayor en las de edad avanzada, y en todos los casos el porcentaje de mujeres que no hacían ejercicio era mayor que el de hombres. 

Una reciente revisión de estudios encontró que el ejercicio físico en las personas mayores tenía el efecto de regular el hambre y la saciedad, evitando así tanto los peores efectos del sobrepeso y la obesidad, como la pérdida de masa.  

La falta de ejercicio físico, junto con la falta de proteínas en la dieta, es el factor principal en la sarcopenia, la pérdida de fuerza y masa muscular común en las personas mayores. La doctora Latorre advierte que “hay que tomar medidas antes de llegar a ser mayor. Lo deseable sería que mientras somos jóvenes maximizáramos nuestro músculo, mantenerlo en la mediana edad y, en la edad avanzada, minimizar las pérdidas de ese músculo”, concluye. El músculo, de este modo, estaría actuando como un plan de pensiones para nuestra salud física.

La falta de ejercicio físico, junto con la falta de proteínas en la dieta, es el factor principal en la sarcopenia, la pérdida de fuerza y masa muscular común en las personas mayores

Para la doctora Latorre, nunca es tarde para empezar: “Si una persona mayor realiza actividad física, y si come adecuadamente, mejora”, afirma. Además de una dieta rica en proteínas, “tienen que hacer ejercicios de fuerza, por ejemplo con mancuernas o con gomas elásticas para los grandes grupos musculares. Después sería aconsejable que hicieran ejercicio aeróbico tres veces por semana, por ejemplo, caminar a paso vivo (no paseando al perro) o montar en bicicleta”. 

“Como es demasiado tarde es quedándose sentado en una silla y diciendo me siento muy cansado y no tengo fuerza”, dice la doctora Latorre. “Lo que yo veo es que prefieren que tú les mandes pastillas antes que les pongas a hacer gimnasia, pero luego ellos mismos te dicen que están mejor, y estoy hablando de personas de más de 80 años”.

Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.