Los microorganismos que habitan en nuestro intestino han recibido mucha atención en los últimos años porque sabemos que son esenciales para la salud, no solo del propio intestino, aunque esa es su área de acción, sino la de todo el cuerpo.
La microbiota intestinal es un ecosistema complejo de microorganismos que habitan en el tracto gastrointestinal, sobre todo en el colon, el tramo final. Está compuesto principalmente por bacterias, pero también incluye virus, hongos y otros microorganismos. Hoy sabemos que esta colonia de seres vivos microscópicos que nos acompaña es imprescindible para que podamos hacer la digestión y absorber ciertas vitaminas; regulan el sistema inmunitario y la inflamación, protegen de (y causan cuando se alteran) cientos de enfermedades, incluyendo el cáncer, y hasta influyen en la función cerebral, el estado de ánimo y el comportamiento.
Lo primero es distinguir entre los distintos términos:
- Los probióticos son las bacterias saludables o 'amistosas' que viven dentro del intestino y contribuyen a la salud convirtiendo la fibra soluble en compuestos beneficiosos para esta.
- Los prebióticos son un grupo de nutrientes, principalmente fibra soluble, que alimentan a las bacterias beneficiosas del intestino.
- Los postbióticos son los compuestos bioactivos que producen las bacterias probióticas cuando consumen prebióticos.
Los postbióticos incluyen cualquier sustancia liberada por o producida a través de la actividad metabólica del microorganismo que ejerza un efecto beneficioso sobre el hospedador (nosotros), directa o indirectamente. Hablando mal y pronto, los postbióticos son los excrementos y otros desechos que producen las bacterias, pero son unos desechos que necesitamos.
Recientemente, los postbióticos han demostrado ser compuestos beneficiosos que pueden ayudar a mejorar la salud, entre otras cosas, proporcionando beneficios para el intestino y el sistema inmunitario. En realidad, muchos de los beneficios que hasta ahora se atribuían a los prebióticos (la fibra) y los probióticos (las bacterias), los proporcionan en realidad los postbióticos.
La doctora Lorena Calvo, especialista en microbiota y nutrigenética de las clínicas CRES, dice a elDiario.es que “cada vez se utilizan más los postbióticos, frente a los probióticos y prebióticos, gracias a su efecto antioxidante y antiinflamatorio, lo cual aporta grandes beneficios en patologías como síndrome de intestino irritable o diverticulitis, además de proporcionar energía a las células intestinales reforzando la barrera intestinal que, a su vez, ayuda a prevenir una posible disbiosis o intestino permeable”.
Los postbióticos que necesitamos
Uno de los ejemplos más importantes de postbióticos es el butirato. El butirato es un ácido graso de cadena corta que se produce en el colon a través de la fermentación de fibra por parte de determinadas bacterias, en concreto, las del filo Firmicutes, que incluyen los géneros Ruminococcus, Clostridium, Eubacterium y Coprococcus. Estas bacterias convierten la fibra soluble –presente por ejemplo en las legumbres, ciertas verduras y cereales–, que nuestro organismo no puede digerir por sí mismo, en butirato y otros compuestos que sí podemos utilizar.
En concreto el butirato es la fuente principal de energía para las células epiteliales del colon, las que forman la barrera que separa el intestino del torrente sanguíneo. Es fácil comprender que cuando estas células se debilitan, la barrera falla y las sustancias tóxicas de nuestras heces pasan a la sangre, provocando inflamación y trastornos de todo tipo. El butirato es necesario para que esto no ocurra.
Además, varios estudios sugieren que el butirato podría influir en la liberación de hormonas que regulan el apetito, el metabolismo de las grasas y la glucosa, muy importante para trastornos como la obesidad y la diabetes tipo 2, e incluso tener propiedades anticancerígenas, particularmente en el caso del cáncer de colon.
El butirato no es el único postbiótico. Los microorganismos de nuestro intestino generan todo tipo de 'desechos' útiles:
- Otros ácidos grasos de cadena corta.
- Lipopolisacáridos: componentes de las membranas bacterianas que pueden ser tóxicos si pasan a la sangre.
- Exopolisacáridos: forman la 'gelatina' que envuelve a las bacterias.
- Enzimas.
- Plisados bacterianos: mezcla de diferentes componentes bacterianos.
- Sobrenadantes celulares: una mezcla de compuestos producidos por bacterias y levaduras.
- Vitaminas como la vitamina K.
- Aminoácidos como el triptofano.
- Neurotransmisores, como la serotonina.
Aquí surge la tentación de eliminar al intermediario. Si algunos compuestos que producen las bacterias son beneficiosos, ¿por qué no tomarlos directamente como suplementos? Hay algunos estudios al respecto.
Los distintos efectos de los postbióticos
Se ha visto que el butirato puede estimular la producción de células T reguladoras en el intestino. Estas células ayudan a controlar la magnitud de la respuesta inmunitaria y la inflamación. Según la doctora Calvo, “podemos destacar su papel en nuestro estado de ánimo, al intervenir en la formación de neurotransmisores del cerebro como la serotonina. Además, aporta un efecto saciante, al mejorar la absorción de los azúcares que tomamos de los alimentos, evitando así la resistencia a la insulina”.
Otros postbióticos, como los fragmentos de pared celular y el sobrenadante de bacterias sanas, pueden aumentar la producción de mensajeros químicos llamados citoquinas antiinflamatorios, que ayudan a reducir la inflamación y regulan la respuesta inmunitaria.
En un estudio con personas mayores, al administrar diariamente postbióticos procedentes de bacterias muertas se conseguía reducir el riesgo de infección respiratoria y mejoraba la capacidad de producir anticuerpos que ayudan a defender el organismo. Los mismos postbióticos protegieron a los ancianos de otro estudio contra el resfriado común.
Los postbióticos también se están empleando para tratar la enfermedad inflamatoria intestinal (EII), en concreto la colitis ulcerosa o la enfermedad de Crohn. Estas personas tienden a producir menos ácidos grasos de cadena corta, como el butirato. En un estudio con personas con enfermedad de Crohn, tomar 4 gramos de butirato al día durante ocho semanas produjo una mejora de los síntomas y la remisión de la enfermedad en el 53% de los participantes.
Una revisión de estudios con 1.740 niños en total descubrió que la suplementación con postbióticos, en este caso bacterias muertas o inactivas por calor, reducía la duración y los síntomas de la diarrea, y de paso, la faringitis y la laringitis, confirmando el importante papel de estos compuestos en la inmunidad.
Otros postbióticos llamados urolitinas resultan del procesamiento de los taninos, sobre todo los que se encuentran en la granada, las nueces y las fresas. En concreto la urolitina-A tiene propiedades antioxidantes, antienvejecimiento, antiinflamatorias, anticancerígena, puede prevenir la obesidad y regular los receptores de estrógenos.
Aunque estos tratamientos son muy nuevos, los postbióticos están estudiando para el tratamiento de alergias, control del apetito y el peso, prevención de cardiopatías y diabetes, e incluso como prevención del cáncer.
Tomar postbióticos o mejorar la dieta
El estudio de los postbióticos se ha desarrollado porque muchos pacientes toleran estos productos mejor que los probióticos, que son las bacterias vivas. Cuando se consumen probióticos, en teoría se aumenta el número de bacterias beneficiosas en el organismo. Sin embargo, estas bacterias entran en competición con otras bacterias que habitan el intestino, y los efectos son difíciles predecir.
Por otro lado, la idea de utilizar los postbióticos como suplementos es bastante nueva, y todavía hay que determinar si son más efectivos que, simplemente, mejorar la dieta. Si su dieta carece de alimentos que permitan la producción de postbióticos, siempre es posible buscar un suplemento. Aunque algunos de estos postbióticos, como el burtirato, se pueden encontrar a la venta como suplemento, la doctora Calvo nos recuerda que “cualquier persona sana puede tomar alimentos que aumenten la producción de butirato, como ajo, cebolla, plátano o queso curado, sin necesidad de tomar suplementos alimenticios”.
Sabemos con certeza que podemos ayudar a la microbiota tomando alimentos fermentados como el kimchi, el chucrut o el yogur, y alimentos ricos en fibra soluble, como legumbres, cítricos, avena, guisantes, nueces y otros muchos. La doctora Calvo propone una lista de alimentos con efecto antiinflamatorio, probiótico e inmunoregulador para mantener el equilibrio de la microbiota: frutas como granada, plátano, manzana; verduras como cebolla, espárragos, alcachofa, dejar el arroz o las patatas de un día para otro para convertirlos en almidón resistente prebiótico, en general “priorizar el consumo de grasas saludables como aceite de oliva virgen extra, aguacate y semillas”.
*Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.