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El verano pasado la popular cantante pop Taylor Swift sufrió un furibundo ataque en redes sociales. El motivo: su jet privado. Swift fue nombrada la máxima infractora de la lista Famosos con las peores emisiones de CO2 de aviones privados en la agencia de marketing y analítica Yard.
Y lo fue con un total de 170 vuelos en un año y emisiones totales de 8.293,54 toneladas de CO2, más de mil veces las de una persona media. Otra famosa, Kylie Jenner, fue coronada como “criminal climática” en Twitter por hacer un vuelo en su avión privado de 17 minutos, en un recorrido que llevaría poco más de 40 minutos en coche.
Más tarde, el representante de Taylor Swift aclaró que “el jet de Taylor se presta regularmente a otras personas”, y esto es en realidad la clave del problema. Solo hay unos pocos millonarios en el mundo que poseen su propio avión privado.
Y sus emisiones, aunque sean enormes para una persona, palidecen frente a las emisiones totales del transporte de los miles de millones de coches y barcos de mercancías del mundo.
Pero, si bien es cierto que los milmillonarios son seres escasos, eso no quiere decir que el uso de aviones privados se limite a ellos, ya que están creciendo en usuarios y popularidad en todo el mundo.
Pequeños, lujosos y contaminantes
Para empezar, los jets privados son más pequeños y menos eficientes. Según la ONG europea Transport and Environment, que lucha por un transporte limpio, un jet privado puede emitir dos toneladas de dióxido de carbono en una hora y es entre cinco y 14 veces más contaminante por pasajero que un avión de línea.
La misma organización ha descubierto que, solo en Europa, las emisiones de CO2 de los jets privados aumentaron un 31% entre 2005 y 2019, superando el crecimiento de las emisiones de los aviones comerciales.
Para empeorar las cosas, el 40% de estos vuelos son con el avión vacío, bien sea en el vuelo de vuelta o desplazándose para recoger a los pasajeros. Con datos de 2019, hay un total de 21.979 aviones privados activos en el mundo.
América del Norte representa alrededor del 71% de todas estas aeronaves privadas, mientras que Europa ocupa el segundo lugar, con aproximadamente el 13%. El negocio de los jet privados está en alza.
Los ricos se han hecho más ricos en los últimos años. Solo en EE UU se calcula que los milmillonarios incrementaron su riqueza en un 70% durante la pandemia. Durante ese tiempo los vuelos privados aumentaron en un 7% y muchos fabricantes no pudieron dar abasto por el aumento de los pedidos de nuevas aeronaves.
Vuelos cortos, vuelos privados
Los vuelos privados en 2021 sumaron 3,3 millones, frente a un total de 21 millones de vuelos comerciales. Teniendo en cuenta que son 10 veces más contaminantes, su impacto no puede desestimarse, pero a cambio, muchos de estos vuelos son cortos, por lo que sus emisiones totales siguen siendo mínimas.
Según la European Business Aviation Association (EBAA), los vuelos privados solo representan un 2% de las emisiones de CO2 de la aviación, que a su vez son un 2% de la emisiones totales, lo que equivale a un 0,04% de las emisiones globales.
El problema en Europa, aunque creciente, no resulta tan acuciante como en EE UU, y sin embargo, es donde es más probable que se regule primero. El Partido Laborista en el Reino Unido fue el primero en sugerir medidas para limitar estos vuelos en 2019, que representan un 6% del tráfico aéreo de aquel país.
El pasado noviembre una treintena de científicos se manifestaron frente a la sede de la empresa aeronáutica Dassault Aviation en Paris, el tercer fabricante mundial de jets privados.
La protesta responde a una campaña internacional denominada Make Them Pay, que reivindica “prohibir los jets privados, gravar a los viajeros frecuentes y hacer pagar a los contaminadores”.
Precisamente Francia es uno de los primeros países que ha anunciado medidas contra los vuelos privados. En una entrevista con Bloomberg, el ministro de Transporte francés Clement Beaune recuerda que “cuando hay una alternativa en tren, cuando hay un vuelo comercial, que emite cuatro veces menos carbono por pasajero que los jets privados, ésa debería ser la opción preferida”. Francia está contemplando aumentar los impuestos para estos vuelos.
Mientras tanto, la regulación avanza en otros aspectos. El pasado mayo, Francia prohibió los vuelos regionales de corta distancia siempre que hubiera un trayecto en tren de menos de dos horas y media.
La misma medida fue anunciada por el Gobierno español en 2021 como parte del plan España 2050 para reducir emisiones. Sin embargo, el Colegio Oficial de Ingenieros Aeronáuticos de España cree que la medida no será eficaz, ya que las emisiones de todos los vuelos cortos solo corresponden a un 0,1% del total.
Algunas empresas como Europair, que aplican el modelo de Uber a la aviación, quieren terminar con ese 40% de vuelos privados vacíos, permitiendo que personas (no necesariamente millonarias) puedan reservar una plaza en un avión privado con otros pasajeros que quieran hacer el mismo trayecto.
Los precios son mayores que en una “low cost”, pero no mucho más que en algunos vuelos comerciales regulares. La cuestión de los vuelos privados parece más política que medioambiental.
Aunque las emisiones sean mínimas, el precio del keroseno de aviación es el mismo para los pasajeros de los jets privados, que no están pagando por las externalidades de las emisiones que producen. Los impuestos directos sobre las emisiones de carbono podrían ser una forma efectiva de conseguir que, la próxima vez, Kylie Jenner vaya en limusina.
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