Antes de la democratización del ascensor, los edificios de vivienda plurifamiliar se organizaban jerárquicamente de forma inversamente proporcional a su altura. Es decir, la riqueza de los espacios, sus dimensiones, calidad material y grado de detalle disminuían a medida que transcurría la escalera desde la entrada en planta baja hasta la azotea. De ese modo, los vestíbulos, donde se rompía el umbral entre el espacio público y el privado, eran siempre una de las estancias más representativas y nobles del edificio.
Etimológicamente, la palabra vestíbulo proviene de la diosa romana Vesta, encargada de proteger el hogar y de ahí se obtiene al término latín vestibulum (el lugar de Vesta). En las domus de la Antigua Roma se disponía una estatua o imagen de Vesta en este espacio intermedio entre el exterior y el interior para proteger del fuego la casa a la que se accedía. El vestíbulo, que cuenta con múltiples sinónimos como portal, recibidor, hall, foyer, antesala, atrio o entrada, es el lugar que conecta la calle con la intimidad del espacio doméstico y constituye uno de los elementos arquitectónicos más fascinantes por lo versátil, universal y presente que ha sido a lo largo de la historia.
El vestíbulo es el lugar que conecta la calle con la intimidad del espacio doméstico y constituye uno de los elementos arquitectónicos más fascinantes por lo versátil, universal y presente que ha sido a lo largo de la historia
Esplendor modernista
El barrio barcelonés de la Dreta de l’Eixample, construido mayoritariamente a principios del siglo XX para alojar a la burguesía de la ciudad en pleno auge de industrialización de Catalunya, es un ejemplo perfecto del paradigma de organización de vivienda vertical donde la proximidad con la vía pública era uno de los motivos de mayor atención para los arquitectos. Cogiendo como referencia el modernismo, movimiento de referencia entre la sociedad acomodada de aquellos años, podemos leer perfectamente en un simple paseo por la calle cómo funcionaba esta estratificación cualitativa en altura.
Desde la acera, observamos cómo el acceso a estos edificios se lleva a cabo a través de portaladas de más de cuatro metros de altura custodiadas con grandes puertas de madera, a menudo con relieves tallados artesanalmente. A continuación, el espacio del vestíbulo, generoso en amplitud y altura, se ornamentaba con baldosas vidriadas, mármoles, detalles de piedra esculpidos, barandillas de fundición, molduras, artesonados o lámparas majestuosas presidiendo el espacio central.
La escalera arrancaba desde una posición predominante y con una dimensión contundente que solía estrecharse pasado el primer descansillo. El primer piso, el Principal, que pertenecía a las familias más adineradas, contaba con un techo más alto y en la fachada, mientras que en el resto de plantas asomaban balcones descubiertos, se colgaba una galería de vidrio cerrada que permitía exponerse ante la ciudad desde una posición más reservada y distinguida.
El resto de pisos se desarrollaban de forma más o menos homogénea y variaban de nuevo cuando llegaban a la última planta. Las buhardillas eran lugares denostados, con poca altura libre y nula decoración que recibían un tratamiento muy diferente al que nos connota hoy en día el término del ático. A modo general, podemos considerar que los edificios modernistas se relacionan con la ciudad de una forma extrovertida y epidérmica, exponiendo sus mejores atributos en la fachada y las zonas comunes cercanas a la calle como alarde, pero también, como gesto deferente con la ciudad.
Las buhardillas eran lugares denostados, con poca altura libre y nula decoración que recibían un tratamiento muy diferente al que nos connota hoy en día el término del 'ático
El vestíbulo moderno
Despojada la arquitectura de la ornamentación y del trabajo de artesanos virtuosos, encontramos ejemplos posteriores a partir de la década de los cincuenta donde empiezan a sacar la cabeza algunos destellos de modernidad arquitectónica en España. Hay docenas de ejemplos de edificios plurifamiliares excelentes donde el vestíbulo mantiene un protagonismo central y se convierte en un elemento reconocible e identitario del conjunto.
Probablemente, uno de los casos más míticos, recuperado recientemente por C. Tangana, “El Madrileño”, en su videoclip de Los Tontos, es el de las Torres Blancas de Sáenz de Oiza en Madrid. Sus cilindros de hormigón de más de 80 metros de altura, con balcones que se superponen y se hunden, y que son ya un icono del skyline de la ciudad, atesoran en su planta baja un vestíbulo de aires expresionistas que nos traslada a una especie de mundo onírico donde se da lugar a un oxímoron: una gran pesadez ingrávida.
Volviendo a Barcelona, también abundan casos de accesos a edificios modernos que podrían museizarse por la sutileza y originalidad de su diseño interior. Un nombre propio que destaca con fuerza cuando nos referimos a este tipo de portales es el de Antoni de Moragas. Este arquitecto catalán, que construyó sobre todo entre 1950 y 1970, se encargaba de proyectar grandes edificios de vivienda donde él mismo ejercía el papel de promotor y de constructor. Pensaba el detalle de todas las zonas comunes y diseñaba los timbres, las manillas de las puertas, los buzones, las lámparas y hasta los motivos geométricos de los alicatados.
Sobre los vestíbulos de Moragas hemos hablado con la arquitecta Carlota de Gispert, socia de Cierto estudio. De Gispert y sus compañeras recibieron el encargo de reformar un piso en uno de los numerosos edificios que Moragas levantó en Barcelona. Nos cuenta que tanto el vestíbulo como los rellanos del inmueble les sorprendieron gratamente y que tuvieron en cuenta sus propiedades a la hora de plantear la reforma interior del apartamento:
“Cuando vimos la calidad de la paleta material de las zonas comunes del edificio decidimos llevarlas al interior del piso. Combinamos sobre todo la madera, en un tono más oscuro del que se utiliza hoy en día de forma más habitual, piezas cerámicas, vidrio translúcido texturizado y el mármol verde como recurso que encintaba las nuevas aperturas y los cambios entre el pavimento nuevo y el original”, explica De Gispert y añade que el proyecto de Cierto estudio se centró en conservar los materiales y elementos que estaban en buen estado y en preservar la esencia de la época en la que se construyó con ligeras intervenciones para actualizarlo.
Otro edificio que cuenta con una gran generosidad espacial en sus zonas comunes (el vestíbulo, los patios, las pasarelas elevadas o la cubierta) es el Walden 7 del Taller de Arquitectura de Ricardo Bofill. Tras la masiva colmena cerámica que supone su morfología exterior, se encuentra un vacío interior altísimo, con azulejos y paredes azules que conforman un espacio místico, una columna de aire que se eleva hasta al cielo por donde van zigzagueando balcones, puertas y ventanas. Con razón, por los aledaños del Walden 7 es frecuente encontrarse turistas y estudiantes de arquitectura en busca de un vecino que les abra la puerta principal y les permita perderse por el universo utópico que dibujaron Bofill y sus colaboradores.
Muerte del vestíbulo (y del portero)
En la actualidad, los vestíbulos de las nuevas promociones de vivienda tienen como denominador común la falta total de cualquier atributo o cualidad que sea digna de destacar. Son espacios de una neutralidad y practicidad absoluta: conducen de la calle al ascensor, sin rodeos. Paredes blancas de yeso, luces demasiado claras e inclusive con tonos azules, suelos de gres o sintéticos, buzones metálicos del Bauhaus, arrimaderos de pintura plástica, ningún elemento de mobiliario o decoración y para más inri, eso sí, alguna que otra planta artificial.
En la actualidad, los vestíbulos de las nuevas promociones de vivienda tienen como denominador común la falta total de cualquier atributo o cualidad que sea digna de destacar
Tras la desazón que produce la imagen descrita, no hay que pensar que los arquitectos se han vuelto de golpe inútiles. Básicamente, han cambiado los baremos de inversión de los promotores y de todo el mercado inmobiliario en general. Hoy en día el precio para comprar o alquilar un piso está estrechamente relacionado con su ubicación, superficie de metros cuadrados y número de habitaciones. El resto de factores a tener en cuenta son secundarios y, entre ellos, la belleza de su vestíbulo está tristemente en la cola. Por ese motivo, muy pocas promotoras hoy en día van a invertir una partida generosa de dinero en el diseño de las zonas comunitarias en vez de gastárselo en sacar una habitación más de la chistera, en poner una pequeña charca en la cubierta o en rascar un par de metros útiles de más detrás del hueco del ascensor.
La extremaunción del vestíbulo, por desgracia, va acompañada. En su lecho de muerte también encontramos la figura del portero y la portera de toda la vida. Ya hace tiempo que muchas ciudades españolas vienen advirtiendo del peligro de la desaparición de esta profesión debido a los recortes de presupuesto de las comunidades de vecinos. Con la nueva tendencia arquitectónica de los no vestíbulos, se constata cómo se prescinde definitivamente de su servicio ya que el espacio que estaría destinado a la portería se sustituye por un minipiso, un minicomercio o una lavandería de autoservicio (no vaya a ser que no se rentabilice hasta la última pulgada de superficie construida).
La supresión de los porteros y porteras que cuidan del vestíbulo y el resto de espacios servidores, que atiende a la vecindad y las visitas, que gestiona el correo y tantas otras tareas de la lista de servicios de gran valor que llevan a cabo, condena el futuro de los edificios plurifamiliares a los designios de la creciente especulación. Su figura desaparecerá y su sueldo, no obstante, estará igualmente grabado en el aumento de precio de nuestros alquileres e hipotecas para ir a parar a las arcas del mismo fondo de inversión que ha creído que era una buena idea colocar un muro vegetal de plástico para hacer la entrada más amable a falta del saludo de una voz humana.
Atisbos de resurrección y reinvención
Pese a que hayan cambiado las reglas del juego, todavía quedan arquitectos talentosos que saben sacar partido frente a tendencias alienantes y destructivas. Es el caso del estudio MAIO, que reinterpreta el vestíbulo tradicional de un bloque de viviendas cualquiera del barrio del Eixample de Barcelona y lo adapta a las contingencias contemporáneas. El resultado es un espacio semiabierto que, en contraposición con la claridad formal de la fachada y de los apartamentos que contiene, despliega un juego geométrico y de colores que le confieren una identidad poética muy singular. De ese modo, el vestíbulo vuelve a ser el espacio más significativo del edificio, al menos a nivel estético, y también un reclamo para asomarse a curiosear y admirarlo cuando se camina por la calle.
“Para proyectar el vestíbulo partimos de la representatividad y la entidad que tenía este espacio en la historia 'pequeño-burguesa' del barrio. Nos planteamos tres objetivos: que fuera un lugar de encuentro para la comunidad, que enlazase con el patio del interior de la isla y que estuviera abierto por una cuestión climática. Este último punto es clave para entender nuestra propuesta ya que gracias a esta decisión conseguimos ventilación natural en todas las dependencias interiores. Las formas geométricas no son recursos caprichosos si no que responden al cumplimiento de diferentes requerimientos de la normativa. Por otro lado, todos los mármoles que utilizamos son nacionales y tienen un precio bastante asequible.”
Nos planteamos tres objetivos [en la reinterpretación del vestíbulo]: que fuera un lugar de encuentro para la comunidad, que enlazase con el patio del interior de la isla y que estuviera abierto por una cuestión climática
Siguiendo la misma línea, MAIO acaba de finalizar otro proyecto de viviendas en Sant Feliu de Llobregat donde también ha resuelto magistralmente el espacio del portal sirviéndose de estrategias atípicas. Con muros curvos y sinuosos que conducen a un jardín posterior y con una tonalidad monocromo gris claro en todos sus elementos, apuestan de nuevo por un vestíbulo enigmático que le otorga un distintivo arquitectónico a un conjunto de viviendas sociales muy contenidas en presupuesto.
Más allá del Pladur y las tiras de luz LED, aún hay esperanza.