1. Hay muchos menos turistas
Génova ('Zena' en ligur, el dialecto de la región), es una ciudad más famosa por su puerto de mercancías, el segundo de Europa tras el de Marsella, que por su valor turístico. Como ciudad es poco conocida y menos apreciada, tal vez porque atraviesa su paseo marítimo una autopista estéticamente imperdonable, o quizás porque su estructura de calles estrechas, que se repliegan en circunvalaciones alrededor de varias colinas, la hace parecer una ciudad gris, obrera y miserable. Nada más alejado de la realidad; puertas adentro Génova esconde tesoros que merecen mucho la pena.
En Venecia, al contrario, la belleza es evidente en sus fachadas, más allá de los tesoros que escondan los palacios. El problema es que todo el año rebosa turistas, incluso en ferragosto, cuando el calor y la asfixiante humedad apenas nos permiten movernos por sus laberínticas callejuelas. Para colmo, la isla es punto de salida de numerosos cruceros que recorren el Adriático y llegan a Grecia. En cambio Génova, tal vez exceptuando el verano, apenas recibe visitantes, por lo que puede descubrirse sin prisas y sin agobios, disfrutando de su escondido y discreto encanto, tropezándonos con hermosas iglesias e impresionantes palacios fundidos con el ambiente portuario de la ciudad.
2. Es una ciudad viva con un centro vibrante
Venecia es la ciudad muerta de turismo por antonomasia, un parque temático que cada día se parece más al escenario de un hotel kitsch de Las Vegas y menos a la capital de la Serenissima república que viera nacer a Marco Polo y dominaría durante siglos la mitad oriental del Mediterráneo. Génova, que también fue durante siete siglos una no menos rica Serenissima república y vio nacer a Colón, tiene muchos tesoros. Ahora bien, enseñarlos no es su principal modelo de negocio, a diferencia de la capital del Veneto.
Es por tanto una ciudad que no vive de cara al turismo y que conserva un casco antiguo perfectamente capilarizado, lleno de vida y pequeños comercios, muchas veces con una solera fascinante. Desde tabernas que llevan cincuenta o sesenta años con la misma decoración pero siguen llenas de paisanos, a confiterías donde se sirve un café ristretto incomparable o carnicerías incrustadas dentro de palacios con espléndidos mármoles. Encontraremos comercios encantadores, como la popular expendeduría de especias (llamada simplemente La Droguería), que sigue preparando filtros de amor desde hace doscientos años.
O la fábrica de dulces de la familia Romanengo, donde se siguen elaborando los gocce al rosolio, que vienen a ser unos minúsculos caramelos de colores que explotan en la boca como si se tratara de un invento culinario moderno, solo que la familia los viene haciendo desde 1780. O la chocolatería Crema de Cacao, donde han inventado unos bombones con sabor a pesto, la conocida salsa, originaria de Génova. También se puede visitar La Barbería, una antigua peluquería de caballeros estilo art decó italiano que conserva su original y exclusivo mobiliario de la época.
Por otro lado, basta con atravesar el umbral de muchos de los vetustos edificios de Génova para darse cuenta del esplendor que esconden. Algunos de ellos incluso han sido absorbidos, o alquilados, por comercios locales o franquicias, a cambio de respetar el patrimonio que recogen. Así, podemos probarnos ropa de moda al lado de majestuosas estatuas del siglo XV, o comer un menú casero bajo frescos perfectamente conservados del siglo XVII o XVIII.
3. Se come mejor y más barato
Mientras la oferta gastronómica de Venecia está muy condicionada por la demanda y la presión turística, la de Génova va destinada a la clientela local. En Venecia hay algunos buenos restaurantes, pero la media de la ciudad es discreta y disparada de precio. Difícilmente se podrá encontrar en Venecia comida típica italiana, exceptuando las pizzas y la pasta con tomate, y se pagará por ella mucho más de lo que vale.
En cambio en Génova son frecuentes las trattorías centradas en la clientela de los medios días. No es una ciudad barata, es cierto, pero la excelente relación calidad precio se nota tanto en los más discretos locales como en los más sofisticados. Además, una pizza de Génova le da mil vueltas a cualquiera de las de Venecia por simple hecho de que el paladar genovés es muy exigente en cuestión de comida. No hay que olvidar que es la ciudad donde nacieron la salsa pesto y la focaccia. La mayoría de restaurantes cuentan con la garantía de estar recomendados en Tripadvisor y/o Yelp.
4. Los aperitivos en sus bodegas son especiales
Quizá por la cercanía con el Piemonte, Génova tiene criterio con los vinos y en sus tascas llenas de sabor se pueden tomar desde los clásicos combinados a los aguardientes locales, excelente barolos a buen precio o refrescantes frascati romanos. De todos modos, es toda una experiencia pasar un rato en estos pequeños locales que combinan el café, a veces la bollería, y los licores. Algunos de ellos son verdaderamente bellos y elaborados pero en otros lo que asombra es el buen ambiente de la parroquia.
5. Tiene atractivas vistas del puerto y la ciudad
Génova se encuentra enclavada en la rocosa costa ligur, caracterizada por escarpados riscos y colinas en pendiente que caen hasta el mar. Durante el siglo XX la ciudad creció mucho, absorbiendo diversos valles, pueblos pesqueros y colinas que antes eran términos rurales. El centro histórico se desenvuelve en torno a la llamada Spianata Castelletto, una meseta de poca altura que se asoma a los puertos, tanto el antiguo como el comercial. Desde ella, a la que se accede mediante un servicio de ascensores, se disfruta de magníficas vistas de la ciudad y del enorme puerto de Génova. Es un tipo de perspectiva que en Venecia nunca podremos tener a no ser que nos subamos a una de las torres de la plaza San Marcos.
6. Es una ciudad con un clima más cálido en invierno y menos asfixiante en verano
Génova tiene aproximadamente dos grados más de temperatura media anual que Venecia. Mientras que en la primera se sitúa en los 15 grados, en la segunda baja hasta los 13 grados. Sin embargo, los inviernos ligures son bastante más cálidos que los venecianos. Por contra, los veranos no son tan sofocantes ya que corre la brisa marina con frecuencia.
7. Los palacios de la vía Garibaldi son increíbles
Hacia mediados del siglo XVI, la nobleza genovesa decidió trasladarse de la vieja a una nueva zona, creando un magnífico barrio señorial: así nació la Strada Nuova (actualmente vía Garibaldi), conformada por impresionantes palacios, hoy muchos de ellos sedes de empresas. Sin embargo, al ser Patrimonio Universal de la Humanidad, algunos pueden visitarse y disfrutar de su lujo y su esplendor, a veces mareante.
Entre los edificios más que se asoman a la vía merece la pena visitar el Palacio Blanco, el Palacio Rojo y el Palacio Municipal, sede del Ayuntamiento. El Palacio Blanco toma su nombre del color de la piedra con la que fue construido en 1565 por Niccoló Grimaldi. El edificio, de estilo clásico, acoge la Galería de Palacio Blanco. También en el caso del Palacio Rojo, el color de la piedra da el nombre al edificio.
En él tiene su sede la Galería del Palacio Rojo. La riquísima colección comprende esculturas clásicas; un Retrato de Pisanello y uno de Bordone, el Ecce Homo de Caravaggio, así como algunos retratos de Van Dyck. Además posee obras de Tiziano, Tintoretto, Strozzi, Cambiaso o Palma el Joven, a lo que hay que añadir jarrones chinos, muebles espléndidos, monedas y cerámicas ligures.
8. Tienes a un tiro de piedra algunos de los pueblos costeros más bonitos de Italia
La costa ligur es mágica, con enormes rocas salpicadas de pinos que caen a plomo hasta el agua, donde se asientan encantadores pueblos de pescadores con casas pintadas de vivos colores. Aunque hoy están reconvertidos muchos de ellos en atracciones turísticas, siguen valiendo la pena. Tenemos algunos que han devenido urbanizaciones de lujo, como Portofino, pero otros son todavía auténticos y asequibles.
Entre estos están las Cinco Tierras, es decir los pueblos de Manarola, Riomaggiore, Corniglia, Vernazza y Monterosso al Mare. Se puede acceder a ellos mediante el Tren de las Cinco Tierras, que hace una ruta exclusiva por ellos, parando en cada uno. Los billetes para el tren se pueden adquirir en la oficina de turismo de Génova. Ahora bien, si no queremos salirnos de la ciudad siempre podremos acercarnos a Bocadasse y tomarnos un vino, un encantador pueblo pescador que la ciudad ha absorbido pero no cambiado, y que se encuentra a unos cinco kilómetros siguiendo el paseo marítimo.
9. Puedes alojarte en Airbnb sin problemas
A diferencia de Venecia, la oferta hotelera en Génova no es muy boyante, principalmente porque el turismo que tiene suele ser de crucero o de paso, que está unos pocos días en la ciudad de camino a algún pueblo de la costa. Sin embargo, hay una nutrida oferta de apartamentos y habitaciones en Airbnb que nos permitirá sentirnos como en casa durante nuestra estancia. Vueling e Iberia tienen vuelos directos a Génova desde Barcelona.
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