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Eyaculación precoz: ¿trastorno psicológico o problema social?

Foto: Pexels

Elisabeth G. Iborra

Cualquiera podría pensar que la supuesta existencia de una eyaculación femenina, que aclaramos en este artículoque aclaramos en este artículo, es susceptible de dudas pero que la eyaculación precoz masculina se antoja una verdad incuestionable. Pues no: la sexualidad siempre es un campo sujeto a la investigación y a replanteamientos de conceptos, de tratamientos médicos e incluso de enfoques psicológicos.

Partiendo de esta base, nos encontramos con que Alfonso Antona, psicólogo y antropólogo experto en terapia sexual y salud reproductiva, conocido ya por cuestionar todo lo establecido, niega la mayor: “la eyaculación precoz no existe; es una construcción social que ya ni los manuales de salud mental de referencia recogen”.

Sin embargo, el urólogo experto en medicina sexual y problemas de próstata Eduard García Cruz responde que “la eyaculación precoz existe, eso es indudable, pero sobre lo que hay más dudas es sobre cómo definirla, a cuánta gente afecta, etc. Pero desde luego es un problema real para mucha gente”. Trabaja con él en el Instituto de Urología Serrate & Ribal, la psicóloga clínica y sexóloga Carme Sánchez Martín, que señala que “sí que se recoge en el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) como eyaculación prematura”.

En dicho manual se define como “un patrón persistente o recurrente en que la eyaculación producida durante la actividad sexual en pareja sucede aproximadamente en el minuto siguiente a la penetración vaginal y antes de que lo desee el individuo”. También añade que “el síntoma provoca un malestar significativo en el individuo”.

La sincronización del orgasmo es un mito

Ante esa definición tan académica, Antona insiste en que “si nos referimos a la eyaculación prematura, es una referencia subjetiva y poco científica, ya que presupone, en primer lugar, que no hay una sincronización con la pareja (si mi pareja tarda 10' en llegar al orgasmo con penetración…) y al menos en la teoría puede haberla.

Eso se cura con educación sexual, apunta Carme Sánchez: “en los casos en los que hay falta de información sexual o un patrón aprendido muy rígido, es importante trabajar el mito de la simultaneidad de los orgasmos: ni el hombre es rápido, ni la mujer es lenta. Son dos respuestas sexuales diferentes que se han de acompasar, pero sin mérito ni demérito de uno u otro”.

García Cruz coincide en que “la pareja es muy importante, en efecto, puesto que hay hombres que no se consideran eyaculadores precoces, pero con algunas parejas sí tienen eyaculación precoz”. El urólogo añade que “la rapidez en la eyaculación depende del deseo, de la erotización, de muchos factores, ya que el sexo es complejo porque no es solo algo mío o tuyo, es algo de los dos”. 

Dominar el factor ansiedad

En la misma línea, su compañera Sánchez Martín explica que su etiología (causas) es multifactorial: “puede haber factores orgánicos, pero también psicológicos como una educación sexual inadecuada, un condicionamiento previo de la respuesta eyaculatoria debido a experiencias desagradables, unos rasgos de personalidad ansiosa o bien ansiedad ante la respuesta sexual”.

La escritora especializada en sexología Alicia Gallotti está de acuerdo en que generalmente es una respuesta provocada por la ansiedad: “obviamente, no hay edad para que suceda, aunque es más frecuente en chicos jóvenes, si bien también hay hombres mayores muy ansiosos y, sobre todo, muy inseguros con su sexualidad, que son eyaculadores precoces”.

En Kama Sutra para el hombre, Gallotti dedica un folio a este tema bajo el título 'Eyaculación demasiado rápida o precoz'. Va un párrafo: “A veces, los hombres están tan excitados que incluso eyaculan antes o apenas se produce la penetración. La eyaculación es un acto reflejo, por lo tanto, no es posible evitarla -del mismo modo que tampoco puede emitirse esperma a voluntad-, pero sí controlarla para que se retrase… Aquí destacaría la importancia del factor psicológico y cómo la amante puede contribuir positivamente”.

El patriarcado también les ha dañado a ellos

La pareja sexual puede echarle mucha voluntad, pero poco podrá hacer si el eyaculador carga con esa losa patriarcal de que él es el responsable de todo lo que suceda en la cama y se esfuerza hasta agobiarse por ser “el gran amante”. A este respecto, Antona cuando asevera que el concepto de eyaculación precoz parte de una aproximación machista porque incide en la idea de que la mujer no llega al orgasmo debido a que el varón es “rápido”, “no controla”, etc“.

Sánchez Martín aporta una buena anécdota de un taller que realizó hace un tiempo en una residencia de la tercera edad: “dos hombres comentaron: 'cuando era joven y era muy potente, tenía una buena erección y acababa rápido'. Para ellos, lo de ser rápidos era una muestra de vigor y juventud vista muy positivamente… No sé qué pensarían sus parejas, pero teniendo en cuenta que nacieron a principios del siglo pasado, no creo que tuvieran mucha opinión”.

García Cruz, en ese sentido, entiende que “tradicionalmente el hecho de que el hombre tardara poco se consideraba muy masculino, muy viril. Durante las últimas décadas, sin embargo, la posibilidad de tener una relación sexual más larga, o mejor dicho, con mayor control, se considera que es uno de los muchos elementos que permite satisfacer no solo a la pareja, sino también a uno mismo”.

La supervivencia humana no depende de ser rápidos

Al final, el antropólogo bromea con que “no somos animales que necesitemos acabar rápido como estrategia de supervivencia para que no nos devoren los depredadores en pleno acto”, algo que el urólogo completa con que “en los humanos, el sexo tiene un componente social, afectivo y psicológico que tal vez no tenga para otros animales; y por eso para los homo sapiens tener tiempo es más valioso que, por ejemplo, para los leones”.

El caso es que según estos cuatro expertos la eyaculación precoz no es una enfermedad. Según García Cruz, “técnicamente es una condición; lo primero es analizar dónde está el problema. O si hay problema o qué problema hay”. En medicina, lo más importante es el diagnóstico y, en medicina sexual, también. Por lo tanto, lo fundamental es entender qué ocurre y plantear el tratamiento enfocado en cada causa particular. 

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