Tener orgasmos con frecuencia incide en la edad a la que se produce la menopausia

Foto: Pixabay

Cristian Vázquez

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A las mujeres que practican relaciones sexuales con más frecuencia la menopausia les llega más tarde que a aquellas que tienen sexo con menos regularidad. Esa fue la principal conclusión de un estudio realizado por dos investigadoras del University College de Londres y publicado el mes pasado en la revista especializada 'Royal Society Open Science'.

En concreto, en las mujeres mayores de 45 años que tuvieron actividad sexual (no solo coitos, sino también sexo oral, masturbación y caricias sexuales) al menos una vez por semana, las probabilidades de entrar en la menopausia fueron un 28% menores comparadas con las mujeres cuyo promedio de relaciones sexuales era menor a una vez por mes. Por su parte, en los casos de mujeres que tuvieron sexo al menos una vez por mes, la cifra fue un 19% menor, siempre en comparación con mujeres que tuvieron menos de una relación mensual.

Para este trabajo, Megan Arnot y Ruth Mace utilizaron datos de 2.936 mujeres, incluidos en el Estudio de la Salud de las Mujeres de Estados Unidos, un proyecto que comenzó en 1996 con el objetivo de obtener datos a largo plazo. Lo que este análisis no pretendía determinar era la explicación de este vínculo, es decir, cuáles son las razones por las cuales practicar relaciones con más frecuencia causaría un retraso en la llegada de la menopausia (entendida como un periodo de al menos doce meses consecutivos sin ovular y, por tanto, sin tener la regla).

Usar las energías del cuerpo para otros fines

Sin embargo, Arnot señaló en un artículo cuál era la hipótesis suya y de su colega en la investigación para explicar el fenómeno. “La ovulación tiene un costo para el cuerpo -escribió la coautora del trabajo-; no solo hace falta mucha energía para mantener los óvulos y liberarlos todos los meses, sino que además, durante este proceso, el sistema inmune del cuerpo resulta afectado”.

Un estudio de 2018, por cierto, comprobó cómo el sistema inmune del cuerpo decae durante los días más fértiles de la mujer. Además, sugirió la posibilidad de que estas funciones inmunes sean más fuertes en mujeres sexualmente activas, en comparación con mujeres con escasa o nula actividad sexual.

Por estos motivos, según la hipótesis de Arnot, cuando una mujer no tiene (o tiene muy pocas) relaciones sexuales, su organismo se “daría cuenta” de que no va a haber un embarazo y, en consecuencia, optaría por dejar de gastar energías en la ovulación e invertirlas en fines que considere más útiles. Fue por esta razón que las investigadoras decidieron incluir no solo el coito, sino también otras prácticas sexuales, ya que estas también son “señales” para el organismo.

“En términos evolutivos -apunto Arnot- esto significa que la edad a la que se produce la menopausia puede ser en parte adaptativa, en respuesta a las probabilidades de que se produzca un embarazo”. Es importante destacar algo en lo que Arnot, en su citado artículo, pone especial énfasis: la investigación solo demuestra que existe un vínculo entre la actividad sexual y la edad de la menopausia.

Pero esto no significa que tener relaciones sexuales con mayor frecuencia necesariamente retrasa la menopausia. La diferencia parece sutil, pero es fundamental. La edad en que la mujer llega a esta etapa de su vida depende de muchos factores, y la frecuencia de su actividad sexual es apenas uno de ellos. No se puede considerar que tener mucho sexo sea una especie de “fórmula mágica” para postergar un momento inevitable en el ciclo vital de la mujer. 

La “hipótesis de la abuela”

Las conclusiones de esta investigación coinciden con la llamada hipótesis de la abuela, formulada a finales de la década de 1990 por Kristen Hawkes, una investigadora de la Universidad de Utah, en Estados Unidos. Tal hipótesis postula una explicación para la existencia de la menopausia en el ser humano, la única especie animal (junto con algunas clases de ballenas y orcas) que atraviesa esta etapa. En todas las demás, las hembras mueren muy poco después de que su vida fértil se termina. Las mujeres, en cambio, tienen una esperanza de vida de -en promedio- unos 30 años tras el momento en que dejan de poder ser madres.

De acuerdo con la hipótesis de la abuela, la ayuda de las mujeres en la crianza y la alimentación de los nietos ha sido clave en la evolución humana. La ayuda de las abuelas habría permitido a sus hijas engendrar más niños en la misma cantidad de tiempo, lo cual puede haber sido clave para el desarrollo de la especie. Esas abuelas, además, habrían transmitido el gen de la longevidad a sus nietos.

Como resultado, siempre según la teoría propuesta por Hawkes, en un lapso breve en términos evolutivos (60.000 años) la esperanza de vida de aquellos antepasados nuestros se prolongó mucho más allá de la media de otros primates. Hace un par de meses se publicó un estudio de científicos de la Universidad de California, que respalda la hipótesis de la abuela en orcas. El trabajo de Arnot y Mace, que sugiere que una mujer puede tener la menopausia antes o después en parte debido a sus probabilidades de reproducirse, parece apuntar en la misma dirección.

¿Existen formas de retrasar la menopausia?

El año pasado también fue noticia el anuncio, por parte de una empresa británica, de un tratamiento que promete retrasar la menopausia hasta veinte años. En esencia, consiste en extirpar fragmentos de tejido de los ovarios, congelarlos y reimplantarlos años después, para revertir el proceso natural. De este modo, los ovarios seguirían produciendo estrógeno y progesterona, y por lo tanto continuarían también los ciclos de ovulación y menstruación.

El anuncio no estuvo exento de polémicas. Aunque es similar a intervenciones que se realizan desde hace años para preservar la fertilidad en caso de pacientes con cáncer, muchos expertos opinaron que los riesgos que implica (como los posibles daños en el ovario cuyo tejido se extirpa) no se justifican por el solo hecho de retrasar la menopausia. No se ha probado más que en unos pocos casos, y además de manera muy reciente, de modo que ni siquiera en ellos se pueden evaluar todavía sus efectos a largo plazo.

Un factor que, como la frecuencia de las relaciones sexuales, también parece estar relacionado con la edad de la llegada de la menopausia es la alimentación. Una dieta rica en pescado y legumbres podría retrasarla, mientras que una que incluya muchos carbohidratos refinados propiciaría el efecto contrario, según una investigación realizada en el Reino Unido y publicada en 2018. Pero tampoco en este sentido las revisiones son concluyentes y, merece la penar reiterar, son múltiples los factores que determinan cuándo se produce la menopausia. Y, al menos por ahora, predecir el momento en que sucederá sigue fuera del alcance de los científicos.

 

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