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Esas zapatillas tan mullidas, ¿son de verdad buenas para tus pies?

¿Cómo de buenas son para el pie las zapatillas mullidas?

Martín Frías

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Las madres de hace unas décadas ponían a sus hijos zapatos duros que 'sujetaran' el pie. En contraste, cada vez más personas de todas las edades optan por zapatillas de suelas muy acolchadas, que proporcionen una sensación de 'caminar sobre algodones'. Pero quizá esto no sea tan buena idea.

A estas alturas se sabe que un colchón demasiado blando puede producir dolores de espalda, y las marcas hacen gala de la firmeza de sus modelos –aunque un colchón demasiado duro tampoco es saludable–. Algo parecido ocurre con el calzado demasiado blando. 

Marcas como la estadounidense Skechers, fundada en 1992, son conocidas por la sensación de confort que aportan sus zapatillas. El acolchado y el uso de nuevas tecnologías como las plantillas de espuma viscoelástica, que se adaptan a la forma del pie, y otras tecnologías de amortiguación como Goga Mat y Hyper Burst, se presentan como reclamo ya que, supuestamente, permiten reducir el impacto al caminar o correr. La firma estadounidense llegó a afirmar incluso que sus zapatillas modelo Shape-ups, Toners o Resistance Runner ayudaban a la gente a perder peso y a fortalecer y tonificar los glúteos, las piernas y los músculos abdominales. Esto desembocó en que, en 2012, Skechers tuviera que pagar 40 millones de dólares por una demanda de publicidad engañosa y devolver el dinero a miles de clientes. 

Más mullido no siempre es mejor 

Hay personas que tienen problemas biomecánicos relacionados con su pisada: fascitis plantar, neuroma de Morton, espolones calcáneos (llamados juanetes) y otras dolencias. Son estas personas precisamente las que puede que busquen zapatos más cómodos y mullidos. 

Una persona con una gran biomecánica y sin problemas puede usar casi cualquier tipo de calzado. Pero, paradójicamente, puede que las personas que buscan llevar este tipo de zapatillas para evitar dolores lo hagan precisamente porque tienen un problema biomecánico. Antes de optar por zapatos más blandos, lo recomendable sería visitar a un podólogo. 

Es cierto que una suela mullida y adaptable, combinada con el soporte para el arco que incorporan estos zapatos puede aliviar la presión derivada de una mala biomecánica del pie. Sin embargo, otros podólogos son críticos con los posibles efectos negativos de este tipo de calzado apuntando que, al ser tan blandas, este tipo de suelas pueden ofrecer una mínima o nula estabilidad en el talón para contrarrestar la sobrepronación, es decir, un talón que 'rueda hacia abajo y hacia dentro' cuando se pisa. En la fabricación de este tipo de calzado se utiliza habitualmente la misma densidad de espuma viscoelástica desde el talón hasta la puntera. Para evitar la sobrepronación sería necesario que la suela ofreciera más resistencia en ciertas zonas.

Además, muchos de estos modelos son sin cordones y, por este motivo, el empeine de malla de la zapatilla no ofrece ninguna posibilidad de ajuste. Esto reduce la capacidad para fijar el pie a la zapatilla, algo fundamental si se emplean para correr o caminar rápido. Sin sujeción suficiente, puede producirse un deslizamiento y un accidente. 

Ni todo el tiempo ni para todo

Todos estos posibles inconvenientes se hacen más patentes si se utilizan las zapatillas para caminar largas distancias, correr o hacer ejercicio. Como la sujeción de las estructuras del pie es pobre, los músculos del pie y la pierna tienen que compensar esa inestabilidad en cada paso. Esto produce una mayor fatiga y, en algunos casos, puede agravar las dolencias como la fascitis plantar. 

El doctor Schneider, un podólogo estadounidense, propone en una entrevista usar estas zapatillas con más cabeza y admite que ofrecen ciertas ventajas, como un contrafuerte rígido en el talón, o el hecho de que la malla elástica del empeine proporciona más libertad a los dedos. Pero coincide con otros podólogos en que no son zapatillas para usar todo el día ni todos los días. Tampoco son el calzado adecuado para practicar deportes, dar largos paseos o hacer ejercicio en el gimnasio. En esos momentos se debería utilizar un calzado deportivo adecuado, ya que puede marcar la diferencia entre mejorar la forma física o sufrir una lesión durante el mismo.

Otra de las críticas a estas zapatillas viene precisamente de la famosa espuma viscoelástica de la suela. Esta espuma, también llamada “espuma con memoria” es una capa fina capa de poliuretano de baja densidad que al deformarse se recupera lentamente. Sin embargo, esta 'memoria' se pierde rápidamente con el uso, y la plantilla se queda comprimida permanentemente, algo que se denomina humorísticamente “Alzheimer de la plantilla”. Lo que es peor, esta deformación permanente puede adoptar la 'memoria' de una forma de andar inadecuada y agravar los dolores y molestias que procedían de una forma de caminar desestabilizada.

La solución a los problemas con la pisada no es comprar unas (caras) zapatillas con suela más blanda, sino acudir a un profesional. La función del podólogo es identificar los problemas biomecánicos y aconsejar el uso de un tipo de calzado más rígido y estabilizador que active correctamente los músculos del pie y controle la amplitud de movimiento. También la de poner el tipo de amortiguación adecuada en los pies, algo que se puede conseguir con una plantilla ortopédica. Eso sí, no tiene sentido poner una plantilla ortopédica estabilizadora dentro de unas zapatillas de este tipo, que pueden proporcionar una base inestable.

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