Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.
El 18F será otro 23J
El viernes 21 de julio de 2023 participé en 'Al Rojo vivo' casi al final del programa. Recuerdo que Ferreras me preguntó por mi pronóstico para las elecciones del domingo 23 y mi respuesta fue que, tal como se había desarrollado la campaña, veía probable tanto la derrota de PP y Vox como la mayoría alternativa en torno al candidato socialista Pedro Sánchez.
Dejé entrever que mi pronóstico se basaba más en los continuos tropiezos del PP a lo largo de la campaña electoral recordando lo que se suele decir en el argot ciclista de que el “ganador del Tour nunca se cae”. Ningún partido que va a ganar las elecciones, y más por mayoría absoluta, como pregonaban algunas encuestas, se resbala con tanta frecuencia y se cae tantas veces en la semana anterior a que los ciudadanos acudan a las urnas. En la semana final de las elecciones del 23J Alberto Núñez Feijóo tropezó y se cayó tantas veces que perdió ante la sociedad española la credibilidad como presidente del Gobierno, condición indispensable para poder llegar a serlo. No quiero quitarle méritos a Pedro Sánchez, pero faltaría a la verdad si no dijera que fue Alberto Núñez Feijóo con sus meteduras de pata el que facilitó su victoria.
Soy consciente de que, electoralmente, Galicia no es España y que el sistema electoral para el Parlamento gallego opera de manera distinta a como lo hace el sistema electoral para el Congreso de los Diputados. Pero, a pesar de ello, tengo la impresión de que el próximo 18 de febrero va a ocurrir algo parecido a lo que ocurrió el 23 de julio de 2023. La acumulación de errores está siendo incluso superior en esta campaña autonómica de lo que lo fue en la de las últimas elecciones generales. Desde la fecha de celebración de las mismas, como ha recordado en más de una ocasión Antón Losada, hasta la disputa electoral en clave española/catalana/europea y no gallega, como se ha empeñado en hacerlo la dirección del PP.
No se entiende cómo, sabiendo –como no podían no saber Alberto Núñez Feijóo y los más altos dirigentes nacionales del PP– cuáles habían sido los contactos entre el PP y Junts con la finalidad de que el candidato del PP fuera investido presidente del Gobierno, hayan decidido elevar el caso Puigdemont al Tribunal Supremo español y al Parlamento Europeo. No se entiende cómo no han anticipado que Carles Puigdemont podría reaccionar como lo ha hecho, desenmascarando la estrategia del PP en España, en Europa y también en Galicia, ya que ha sido el propio PP el que ha llevado la amnistía como cuestión de primer orden a la campaña electoral gallega.
Los delitos de terrorismo y de alta traición van a tener muy poco recorrido judicial, pero sí están teniendo un recorrido electoral de cara al 18F, como ha explicado Ignacio Escolar. La voladura controlada preventiva de la información que pueda acabar poniendo en circulación Puigdemont no tiene otra explicación que la de evitar que dicha información ponga en cuestión la credibilidad del PP estatal y gallego justo en el momento en que tienen que pedir a los ciudadanos de Galicia que les den “su confianza” para gobernar esa comunidad ahora y España poco después. Algo similar a lo que intentó el PP dirigido por José María Aznar el 11M de 2004 con los atentados de Atocha. La dirección del PP ya debería saber por experiencia propia cómo suelen acabar esas contradicciones entre la mentira y la solicitud de confianza.
La alternancia en el poder en Galicia no es fácil, pero es mucho menos difícil desde que se convocaron las elecciones de lo que lo era antes. Mi impresión es que vamos a ver la primera presidenta de la Comunidad Autónoma.
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