Pedro Sánchez se ha encontrado en este 2020 en una posición similar a la que se encontró José Luís Rodríguez Zapatero en 2010. España estaba entonces y está ahora en una situación crítica, a la que únicamente se podía entonces y se puede hacer frente ahora con el concurso de la Unión Europea. La aprobación del duro plan de ajuste exigido por la UE en la primavera de 2010 fue instrumentado mediante un Real Decreto-ley, que debería ser convalidado por el Congreso de los Diputados. El gobierno presidido por Zapatero carecía de mayoría parlamentaria para ello. El PP, a pesar de las circunstancias dramáticas del momento, intentó que no se produjera la convalidación, lo que hubiera supuesto la caída del Gobierno y la intervención del país. Fueron el nacionalismo catalán, dirigido por Artur Mas y Josep Antoni Duran i Lleida, y el PNV los que posibilitaron la aprobación Del Real Decreto-ley y que no se produjera la llegada de los famosos “hombres de negro”.
En 2020, aunque por razones completamente distintas, España también se encuentra en una situación crítica, que en este caso exige la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para 2021 como condición inexcusable para poder hacer uso de los fondos de procedencia europea, sin los cuales sería imposible no entrar en una situación de quiebra.
Las circunstancias son distintas, pero la reacción de la derecha española es exactamente la misma que la de 2010. Y también, como entonces, han sido los nacionalismos catalán y vasco los que van a posibilitar que el Estado español cuente con unos Presupuestos Generales para 2021.
Afortunadamente para él, la situación en la que se encuentra el actual presidente es distinta de aquella en la que se encontró Zapatero en 2010. No estamos, como entonces, en el casi final de una segunda legislatura, sino que estamos en el comienzo de una primera. Y no se encuentra el país sin margen de maniobra, como se encontraba entonces, sino ante la perspectiva de cambio general en el modelo productivo en el marco de un cambio en la misma dirección en el conjunto de la Unión Europea. Rodríguez Zapatero no pudo tener otra política que evitar la intervención del país, sabiendo que con ello se condenaba a sí mismo y condenaba a su partido a una derrota estrepitosa. Pedro Sánchez se encuentra en el comienzo de una legislatura, que viene de una “moción de censura”, en la que se prefiguró una mayoría parlamentaria que se va consolidando como mayoría de gobierno para toda la legislatura y con la perspectiva de poder activar una estrategia de cambio para la nueva época posterior a la pandemia.
Nada de lo sucedido hasta la fecha desde 1993, en que José María Aznar puso en marcha la estrategia de derribar a Felipe González sin respetar ni siquiera el consenso antiterrorista, permite pensar que se pueda contar con la derecha española para una política de Estado. La derecha española acepta la democracia a beneficio de inventario. Está bien, mientras sea yo quien gobierna. Si no es así, vale todo. Así viene siendo desde que José María Aznar llegó a la presidencia del PP. No cabe esperar, insisto, nada distinto ni ahora ni en el futuro sobre el que poder hacer previsiones.
Para poder gobernar va a ser preciso avanzar en la articulación de una mayoría parlamentaria plural, que sintetice la diversidad de la sociedad española a estas alturas del siglo XXI, que tiene que ver con la de la sociedad que hizo la Constitución en 1978, pero que ha progresado mucho en su complejidad. Esta superior complejidad tiene que reflejarse en la formación de las mayorías parlamentarias y en la acción de Gobierno.
Para ello, será necesario ir desactivando las minas con las que el Gobierno presidido por Rajoy dejó sembrado el sistema político español y en especial la articulación territorial del Estado. Las próximas elecciones al Parlamento de Catalunya es una buena ocasión para empezar. Las elecciones del artículo 155 celebradas en diciembre de 2017 ya hemos visto los resultados que han producido. Las del 2021 tienen que ser distintas. Por ahí se debe iniciar la reconstrucción de la muy deteriorada democracia española.