Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.
Aprender de los mejores
Hace ya algo más de treinta años que estudié, no simplemente leí, un libro de William Lee Miller dedicado a James Madison, The Business of May Next: James Madison & The Founding, publicado por la University Press of Virginia. El libro es una joya. No he encontrado traducción en castellano.
Lo que más me llamó la atención del libro fue la descripción que hace de la relación entre el embajador en Paris, Thomas Jefferson, y el futuro constituyente de Filadelfia, James Madison. Y me llamó la atención porque Madison le solicita a Jefferson que le envíe libros que aborden el “fracaso” en la configuración y funcionamiento de las distintas formas de gobierno, antiguas y modernas.
El mayor éxito en el proceso de construcción de un proyecto político es evitar el fracaso. La tendencia hacia el fracaso es la norma. En contrarrestarla primero y revertirla después es en lo que tienen que centrarse los promotores de un proyecto político. El éxito no se puede dar por supuesto, sino que tiene que ser el resultado de un esfuerzo tenaz e ininterrumpido de contención de los impulsos disolventes que se abren paso con mucha más facilidad que los integradores.
En mi opinión, no ha habido nadie que haya estado a la altura de James Madison como constituyente. Nadie se ha preparado como él se preparó para intervenir en la Convención de Filadelfia y hacer uso de sus conocimientos para la configuración de la mayoría que acabó aprobando la Constitución.
Posteriormente sería, en mi opinión de nuevo, el más decisivo de los tres autores de El Federalista, obra decisiva en el proceso de ratificación de la Constitución en las antiguas trece colonias, que se habían convertido en Estados independientes y habían aprobado en 1781 Los Artículos de la Confederación. Si hay alguien clave para explicar el tránsito de la Confederación a la Federación, ese es, sin duda, Madison.
Esta lectura de Madison, aunque no la mencioné expresamente, es la que está detrás de los dos artículos que publiqué sobre el acto fundacional de Sumar en el polideportivo Magariños, Lugares propios de nuestro espacio y Sumar: una federación de izquierdas, los días 29 de marzo y 3 de abril respectivamente.
Llegué a la conclusión contraria a la que llegó Enric Juliana, que en repetidas ocasiones ha afirmado que el acto de Magariños fue una catástrofe, que se debería haber evitado. Justo lo contrario de lo que yo opiné y sigo opinando.
La fundación de Sumar no se podía demorar por más tiempo. Y tenía que hacerse sin cerrar ninguna puerta a ninguna organización política de izquierda, pero sin que pudiera generarse la más mínima duda acerca de la autonomía del proyecto político, con exclusión expresa de subordinación de este nuevo proyecto a cualquier otro, que no hacía falta mencionar expresamente porque todo el mundo sabía cuál era.
Una vez conseguido esto, había que transformar ese momento constituyente en un proyecto electoral viable. Había de nuevo que evitar el fracaso, que en esta fase era más difícil de evitar y, además, era definitivo: aniquilaba el proyecto antes casi de que hubiera nacido. Y en eso es en lo que Yolanda Díaz y su equipo se han estado esforzando en el poco tiempo de que han dispuesto para articular dicho proyecto electoral. En mi opinión, lo han conseguido.
Ahora viene la prueba definitiva: ganar las elecciones. Entiendo por ganar las elecciones conseguir que se mantenga como mayoría de investidura y de gobierno la misma que viene dirigiendo el país desde julio de 2018 y que ha sido la mayoría más progresista, sin duda, pero también una mayoría de las más eficaces y productivas de todas las que se han sucedido desde la entrada en vigor de la Constitución.
No tengo dudas de que así va a ser. La “mutilación” de la Constitución material de España con la exclusión de los nacionalismos vasco, catalán y gallego, hace imposible que las derechas españolas alcancen la mayoría parlamentaria necesaria para gobernar. Únicamente con la fragmentación de la izquierda podrían PP y Vox tener esa mayoría parlamentaria. Tras el acuerdo de coalición electoral del pasado viernes, esa posibilidad ha desaparecido.
No sé si Yolanda Díaz ha sido lectora de Madison, aunque es probable que haya aprendido del mismo a través de Ramón Maíz. En todo caso, en esta primavera ha actuado como una alumna aventajada del constituyente americano.
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